sábado, 3 de mayo de 2014

Verdadera protección contra los malos espíritus


A James lo criaron en un apartado rincón de la isla de Malaita, que pertenece al archipiélago de las islas Salomón (Melanesia, Oceanía). Desde niño le enseñaron a honrar a los espíritus y a practicar el rarafono, un conjunto de costumbres tradicionales que se llevan a cabo para invocar su ayuda. Él explica: “Nunca se me habría ocurrido pedirles a los espíritus que le hicieran daño a alguien, pero tampoco creía que pudiera vivir tranquilo sin la protección del rarafono”.
Al igual que en multitud de otros lugares del mundo, los habitantes de las Salomón creen que los espíritus no solo son capaces de lastimar a las personas, sino que también pueden ayudarlas. Es más, muchos pobladores de las islas melanesias sienten cariño —en lugar de miedo— por estos seres supuestamente benevolentes.
Su creencia en el poder de los espíritus se percibe en muchas de sus costumbres. En la aldea donde se crió James, por ejemplo, las mujeres metían apresuradamente a sus hijos en el hogar cada vez que oían cantar al korokoro (el koel común, un tipo de cuco). Creían que el canto de este pájaro anunciaba que alguien sufriría una desgracia.
Otra costumbre habitual para protegerse de los malos espíritus es colocar una piedra especial de color blanco sobre la entrada de las casas. James hacía estas y otras cosas en busca de protección. Por ejemplo, en el trabajo recogía las sobras de su comida en una bolsa para tirarlas más tarde, pues temía que un brujo quisiera utilizarlas para echarle un maleficio y hacer que se enfermara.
Puede que estas prácticas no sean comunes donde usted vive. No obstante, es posible que, como James, crea que debe seguir ciertas tradiciones para protegerse de los espíritus. Tal vez piense que son esenciales para su bienestar.
Aun así, si usted cree en la Biblia, de seguro querrá saber cómo responde esta a las siguientes preguntas: 1) ¿Cómo pueden hacerle daño los malos espíritus? 2) ¿Realmente lo protegen este tipo de tradiciones? ¿O al contrario, lo exponen a la influencia de estos espíritus? 3) ¿Dónde puede encontrar auténtica protección?
Cómo pueden hacernos daño los malos espíritus
La Palabra de Dios indica que los malos espíritus no pueden ser los espíritus de los muertos. “Los vivos tienen conciencia de que morirán —dice la Biblia—; pero en cuanto a los muertos, ellos no tienen conciencia de nada en absoluto.” (Eclesiastés 9:5.) En realidad, estos espíritus son ángeles rebeldes que se han aliado con Satanás para tratar de engañar a los seres humanos (Revelación [Apocalipsis] 12:9).
Por eso, la Biblia dice sin rodeos que necesitamos cuidarnos de ellos. En su carta a los cristianos de Éfeso, el apóstol Pablo advirtió: “Tenemos una lucha, no contra sangre y carne, sino contra [...] las fuerzas espirituales inicuas en los lugares celestiales”. El apóstol Pedro, por su parte, comparó al gobernante de estos espíritus —Satanás, el Diablo— con un “león rugiente, [que está] procurando devorar a alguien” (Efesios 6:12; 1 Pedro 5:8).
Ahora bien, ¿cómo perjudica Satanás a las personas? Principalmente, engañándolas y tentándolas para que hagan lo que ofende a Jehová Dios. De ahí que se diga que “sigue transformándose en ángel de luz” (2 Corintios 11:14). Finge ser un espíritu protector, pero en realidad tiene malas intenciones. Ciega a las personas para que no averigüen la verdad sobre él, y menos aún, la verdad sobre Dios (2 Corintios 4:4). ¿Con qué objetivo hace todo esto?
Satanás tiene una gran ambición: desea que las personas —ya sea a sabiendas o no— lo adoren. Es más, cuando el propio Hijo de Dios, Jesús, estuvo en la Tierra, lo tentó para que ‘cayera y le rindiera un acto de adoración’. Pero Jesús le respondió así: “¡Vete, Satanás! Porque está escrito: ‘Es a Jehová tu Dios a quien tienes que adorar’” (Mateo 4:9, 10). Jesús se negó a hacer nada que implicara someterse a la autoridad de Satanás y adorarlo.
Ningún espíritu es más poderoso que Jehová, y él no permitirá que quienes le obedecen sufran daños irreparables (Salmo 83:18; Romanos 16:20). No obstante, si queremos agradarle, debemos hacer como Jesús y evitar cualquier acto que implique ceder ante la autoridad de Satanás y sus demonios. De ahí la importancia de identificar las tradiciones que rinden adoración a los espíritus. ¿Cómo podemos hacerlo?
Cómo saber qué costumbres le desagradan a Dios
En el pasado, Jehová Dios advirtió a los israelitas que no imitaran ciertas prácticas de las naciones vecinas. Les dijo: “No debería hallarse [...] nadie que emplee adivinación, practicante de magia ni nadie que busque agüeros ni hechicero, ni uno que ate a otros con maleficio”. Y a continuación les explicó la razón: “Porque todo el que hace estas cosas es algo detestable a Jehová” (Deuteronomio 18:10-12).
Así pues, antes de seguir determinada costumbre local, debemos preguntarnos: “¿Fomenta la creencia en los malos agüeros? ¿Les atribuye poderes protectores a ciertos objetos? ¿Tiene como objetivo hacer conjuros o protegerse contra ellos? ¿Supondrá someterse a un ser espiritual que no sea Jehová o su representante nombrado, Jesús?” (Romanos 14:11; Filipenses 2:9, 10).
Es fundamental que no practiquemos este tipo de costumbres. Tal como dijo el apóstol Pablo, los cristianos “no pueden estar participando de ‘la mesa de Jehová’ y de la mesa de [los] demonios”. Él mismo avisó que quienes intentaran complacer a Dios y, al mismo tiempo, a los malos espíritus estarían “incitando a Jehová a celos” (1 Corintios 10:20-22). Y Dios exige y merece que lo adoremos solo a él (Éxodo 20:4, 5).
Otra pregunta que conviene hacerse es si esa costumbre justifica que la persona realice determinados actos censurables. Pensemos, por ejemplo, en el adulterio y las relaciones sexuales antes del matrimonio, prácticas que muchas culturas no permiten y que la Biblia desaprueba (1 Corintios 6:9, 10). Sin embargo, en algunos lugares del Pacífico se toleran si la mujer se justifica diciendo que actuó así por haber sido víctima de un embrujo.*
No obstante, la Biblia enseña que cada cual es responsable de sus actos (Romanos 14:12; Gálatas 6:7). El caso de Eva, la primera mujer de la familia humana, lo ilustra a la perfección. Ella justificó su desobediencia a Dios diciendo que había sido víctima de las tretas de Satanás. “La serpiente... ella me engañó, y así es que comí”, dijo. Con todo, Dios le pidió cuentas por sus actos (Génesis 3:13, 16, 19). Lo mismo pasa en nuestro caso (Hebreos 4:13).
¿Qué debemos hacer?
Si queremos agradar a Dios y vivir de acuerdo con los principios bíblicos, debemos tomar medidas drásticas. A este respecto son un buen ejemplo ciertas personas que vivían en Éfeso en el siglo primero. Queriendo librarse de la influencia de los espíritus, reunieron todos sus libros espiritistas y “los quemaron delante de todos” (Hechos 19:19).
Pero antes de eso hicieron algo más: confesaron sus prácticas abiertamente (Hechos 19:18). Así es, se habían deshecho de sus libros porque las enseñanzas cristianas de Pablo les habían llegado al corazón. Y como resultado, lo que sentían hacia sus tradiciones también había cambiado.
Para muchas personas supone todo un reto abandonar sus costumbres. James, mencionado antes, empezó a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová. Y aunque le gustaba mucho lo que aprendía, continuaba practicando rarafono. Al hacerse un autoexamen, se dio cuenta de que, aunque creía en las promesas de Dios para el futuro, todavía buscaba protección en sus tradiciones.
¿Qué le ayudó a cambiar? “Le pedí a Jehová que me protegiera y que me ayudara a confiar en él, y entonces dejé esas costumbres.” ¿Sufrió algún daño como consecuencia? “Ninguno —dice James—. Lo único que ha pasado es que he aprendido a confiar en Jehová y he comprobado que puedo tener una amistad muy estrecha con él.” Desde hace siete años, James dedica la mayor parte de su tiempo a enseñar a otras personas lo que dice la Biblia.
¿Por qué no imita usted a James? Examine las costumbres de su comunidad y, usando su “facultad de raciocinio”, determine si están de acuerdo con la voluntad de Dios (Romanos 12:1, 2). Y si no es así, cobre valor para abandonar esas supersticiones. Puede estar seguro de que Jehová ‘lo recibirá’ y lo protegerá (2 Corintios 6:16-18). Al igual que James, usted también verá el cumplimiento de esta promesa bíblica: “El nombre de Jehová es una torre fuerte. A ella corre el justo, y se le da protección” (Proverbios 18:10).



[Nota]
En estos lugares se hacen conjuros sobre ciertas hierbas o comidas, que luego se entregan a una mujer. Supuestamente logran que se sienta atraída por un hombre. Es muy diferente el caso de la mujer que es drogada y luego violada, en el que ella es una víctima inocente.

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