jueves, 15 de mayo de 2014

El poder de la esperanza de la resurrección

¿NOS ha arrebatado la muerte a algún ser amado? Si no fuera por la resurrección, no habría ninguna esperanza de volver a verlo, pues permanecería en el estado que la Biblia describe con estas palabras: “En cuanto a los muertos, ellos no tienen conciencia de nada en absoluto, [...] porque no hay trabajo ni formación de proyectos ni conocimiento ni sabiduría en el Seol [la sepultura], el lugar adonde vas” (Eclesiastés 9:5, 10).

Para comprender debidamente la maravillosa dádiva de la resurrección, antes es preciso entender bien qué es el alma y en qué estado se hallan los muertos. Unos pocos textos bíblicos suelen bastar para aclarar estos asuntos a quien tiene hambre de la verdad (Génesis 2:7; Salmo 146:3, 4; Ezequiel 18:4). No obstante, dado que algunas traducciones y paráfrasis modernas de la Biblia oscurecen la verdad respecto al alma, quizá se haga necesario un examen de las palabras que se emplean en los idiomas originales de la Biblia.

 Al comparar laTraducción del Nuevo Mundo con otras versiones, el estudiante sincero verá que las palabras de los idiomas originales que se traducen por “alma” se refieren tanto a personas como a animales, pero nunca transmiten la idea de algo invisible e intangible que escape del cuerpo al sobrevenir la muerte y siga su existencia consciente en otro lugar.

7 La Traducción del Nuevo Mundo también es consecuente al emplear la palabra “Seol” para transcribir el término hebreo sche’óhl, así como “Hades” y “Gehena” para los vocablos griegos hái·des y gué·en·na, respectivamente. “Seol” es el equivalente de la palabra “Hades” (Salmo 16:10; Hechos 2:27). La Biblia muestra con claridad que tanto el Seol como el Hades designan la sepultura común de la humanidad y están vinculados con la muerte, no con la vida (Salmo 89:48; Revelación [Apocalipsis] 20:13). Asimismo, las Escrituras ofrecen la perspectiva de regresar de dicha sepultura común mediante una resurrección (Job 14:13; Hechos 2:31). Para quienes van a parar al Gehena, en cambio, no hay ninguna esperanza de vida futura, y jamás se dice que el alma posea existencia consciente en ese lugar (Mateo 10:28).

Todos los que gobernarán con Cristo en su Reino celestial deben morir antes. Pero conocen muy bien la garantía que él dio al declarar: “Llegué a estar muerto, pero, ¡mira!, vivo para siempre jamás, y tengo las llaves de la muerte y del Hades” (Revelación 1:18). ¿Qué quiso decir con esas palabras? Hablaba de su propia experiencia. Él también había muerto, pero Dios no lo dejó en el Hades, sino que, al tercer día, lo resucitó a la vida espiritual y le confirió la inmortalidad (Hechos 2:32, 33; 10:40). Además, le entregó “las llaves de la muerte y del Hades”, a fin de que con ellas nos liberara de la sepultura común de la humanidad y de los efectos del pecado adánico. Al poseer esas llaves, Jesús puede levantar de la muerte a sus discípulos fieles. Primero resucita a los miembros de su congregación que han sido ungidos por espíritu, y les concede el mismo don precioso que su Padre le otorgó a él: vida inmortal en los cielos (Romanos 6:5; Filipenses 3:20, 21).

 Según el libro de Revelación, después de que se hayan eliminado “la tierra y el cielo”, es decir, el malvado sistema de cosas actual, junto con sus gobernantes. Tras el fin, ya muy cercano, del viejo sistema, comenzará la resurrección terrestre en el momento designado por Dios (Revelación 20:11, 12).

Además de los siervos fieles de Dios, con el tiempo resucitarán otras personas, hasta que no quede nadie en la sepultura común de la humanidad. El grado al que Jesús la vaciará usando ‘la llave del Hades’ en beneficio de los seres humanos puede desprenderse de una visión que recibió el apóstol Juan, en la que vio que el Hades era ‘arrojado al lago de fuego’ (Revelación 20:14). ¿Qué significan estas palabras? Significan que Jesús destruirá por completo el Hades, la sepultura común de la humanidad. Lo borrará de la existencia al dejarlo vacío, pues no solo resucitará a todos los adoradores fieles de Jehová, sino que, misericordiosamente, traerá de vuelta a la vida incluso a los injustos. La Palabra de Dios nos garantiza: “Va a haber resurrección así de justos como de injustos” (Hechos 24:15).

A ninguno de estos injustos se le devuelve la vida sencillamente para juzgarlo merecedor de volver a morir. En el ambiente de justicia que reinará por toda la Tierra bajo el Reino de Dios, se ayudará a los injustos a amoldar su proceder a los caminos de Jehová. La visión indica que se abrirá “el rollo de la vida”, de modo que tendrán la oportunidad de lograr que sus nombres se registren en él. Serán “juzgados individualmente según sus hechos”, esto es, los realizados después de su resurrección (Revelación 20:12, 13). Por tanto, desde la óptica del resultado final, podrán experimentar “una resurrección de vida”, y no necesariamente “una resurrección de juicio [condenatorio]” (Juan 5:28, 29).
15 Sin embargo, no todos los seres humanos que han vivido y muerto serán resucitados. Algunos han cometido pecados imperdonables, y por ello no están en el Hades, sino en el Gehena, que simboliza la destrucción eterna. Allí también irán quienes sean ejecutados en la “gran tribulación” que se aproxima (Mateo 12:31, 32; 23:33; 24:21, 22; 25:41, 46; 2 Tesalonicenses 1:6-9). 

Saber que hay una resurrección y conocer a Aquel que la hace posible nos permite estar firmes en la fe. Nos fortalece para que seamos leales a Dios incluso en el caso de que adversarios violentos nos amenacen con matarnos. Desde la antigüedad, Satanás ha esclavizado a la gente con el miedo a una muerte prematura. Pero Jesús no tuvo miedo; se mantuvo fiel a Jehová hasta el mismo momento en que expiró, y con su sacrificio redentor proporcionó el medio para liberar a otras personas de ese temor (Hebreos 2:14, 15).


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