lunes, 19 de mayo de 2014

El significado de su bautismo

En el año 29 E.C., Juan el Bautista bautizó por inmersión a Jesús en el río Jordán, y el propio Jehová, que estaba contemplando la escena, expresó su aprobación (Mateo 3:16, 17). Con su bautismo, Jesús marcó una pauta que todos sus discípulos seguirían. Tres años y medio después, les dio estas instrucciones: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y sobre la tierra. Vayan, por lo tanto, y hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu santo” (Mateo 28:18, 19). ¿Se ha bautizado usted en armonía con este mandato de Jesús? Si no lo ha hecho, ¿se está preparando para ello?
2 En cualquier caso, es importante que toda persona que desee servir a Jehová y vivir en su justo nuevo mundo entienda claramente el significado del bautismo.
La voluntad de Dios respecto a Cristo Jesús incluía actividades relacionadas con el Reino (Lucas 8:1) y el ofrecimiento de su vida humana perfecta como sacrificio redentor y como base de un nuevo pacto (Mateo 20:28; 26:26-28; Hebreos 10:5-10). Jesús tomó muy en serio lo que simbolizó su bautismo, así que no permitió que nada lo distrajera de su objetivo. Hizo de la predicación del Reino de Dios su labor principal, y hasta el fin de su vida terrestre llevó a cabo fielmente la voluntad divina (Juan 4:34).

¿Qué significa bautizarse “en el nombre del Padre”? Significa aceptar su nombre, posición, autoridad, propósito y leyes. Piense en lo que eso entraña: 1) Con relación a su nombre, Salmo 83:18 declara: “Tú, cuyo nombre es Jehová, tú solo eres el Altísimo sobre toda la tierra”. 2) Respecto a su posición, 2 Reyes 19:15 afirma: “Oh Jehová [...], tú solo eres el Dios verdadero”. 3) De su autoridad, Revelación (Apocalipsis) 4:11 dice: “Digno eres tú, Jehová, nuestro Dios mismo, de recibir la gloria y la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas, y a causa de tu voluntad existieron y fueron creadas”. 4) También debemos reconocer que, como Dador de vida, se ha propuesto salvarnos del pecado y la muerte: “La salvación pertenece a Jehová” (Salmo 3:8; 36:9). 5) Tenemos que aceptar igualmente que es el Legislador Supremo: “Jehová es nuestro Juez, Jehová es nuestro Dador de Estatutos, Jehová es nuestro Rey” (Isaías 33:22). En vista de todo lo que él es, se nos dirige la siguiente exhortación: “Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente” (Mateo 22:37).
¿Qué implica el bautismo “en el nombre [...] del Hijo”? Implica reconocer el nombre, la posición y la autoridad de Jesucristo. Su nombre, Jesús, significa “Jehová es Salvación”. La posición que ocupa se debe al hecho de que es el Hijo unigénito de Dios, el primogénito de Su creación (Mateo 16:16; Colosenses 1:15, 16). En Juan 3:16 se nos dice de él: “Tanto amó Dios al mundo [la totalidad de los seres humanos redimibles] que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna”. Como Jesús murió fiel, Dios lo resucitó y le confirió más autoridad. Según el apóstol Pablo, “lo ensalzó a un puesto superior” en el universo, el más elevado después del de Jehová. De ahí que “en el nombre de Jesús [deba doblarse] toda rodilla [...], y recono[cer] abiertamente toda lengua que Jesucristo es Señor para la gloria de Dios el Padre” (Filipenses 2:9-11). Tal reconocimiento conlleva obedecer los mandamientos de Jesús, que proceden de Jehová mismo (Juan 15:10).
 ¿Qué significa bautizarse “en el nombre [...] del espíritu santo”? Significa reconocer el papel y la actividad que este desempeña. ¿Y qué es el espíritu santo? Es la fuerza activa de Jehová, con la que él lleva a cabo sus propósitos. Jesús dijo a sus discípulos: “Yo pediré al Padre, y él les dará otro ayudante que esté con ustedes para siempre, el espíritu de la verdad” (Juan 14:16, 17). ¿Qué lograrían con tal ayuda? Jesús les aclaró: “Recibirán poder cuando el espíritu santo llegue sobre ustedes, y serán testigos de mí tanto en Jerusalén como en toda Judea, y en Samaria, y hasta la parte más distante de la tierra” (Hechos 1:8). Mediante el espíritu santo, Jehová también inspiró la escritura de la Biblia: “La profecía no fue traída en ningún tiempo por la voluntad del hombre, sino que hombres hablaron de parte de Dios al ser llevados por espíritu santo” (2 Pedro 1:21). De manera que cuando estudiamos la Biblia, reconocemos el papel del espíritu santo. Otra forma de reconocerlo consiste en pedirle a Jehová que nos ayude a producir “el fruto del espíritu”, que es “amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad, autodominio” (Gálatas 5:22, 23).
 Los primeros en bautizarse según las instrucciones de Jesús fueron judíos y prosélitos del judaísmo, a partir del año 33 E.C. Poco después, también se brindó el privilegio de ser discípulos cristianos a los samaritanos, y en el año 36 E.C., a los gentiles incircuncisos. Antes de bautizarse, los samaritanos y los gentiles tenían que dedicarsepersonalmente a Jehová para servirle como discípulos de su Hijo. El bautismo cristiano en agua sigue implicando lo mismo hasta el día de hoy. La inmersión completa es una representación adecuada de esa dedicación personal, pues el bautismo constituye un entierro simbólico. El acto de sumergirse simboliza que la persona muere respecto a su anterior modo de vida, y la acción de emerger representa que es vivificada para efectuar la voluntad de Dios. Solo hay “un bautismo” en agua para todos los que se hacen cristianos verdaderos. Al recibirlo, se convierten en testigos cristianos de Jehová, ministros ordenados de Dios (Efesios 4:5; 2 Corintios 6:3, 4).

Tal bautismo tiene un gran poder salvador a los ojos de Dios. El apóstol Juan asegura a los siervos de Jehová: “El mundo va pasando, y también su deseo, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2:17).
Cumplamos nuestras responsabilidades
 Sería un error concluir que el bautismo por sí solo garantiza la salvación. Únicamente tiene valor si la persona se ha dedicado a Jehová de corazón mediante Jesucristo y a partir de entonces lleva a cabo la voluntad divina con fidelidad hasta el fin. “El que haya aguantado hasta el fin es el que será salvo.” (Mateo 24:13.)
 La voluntad divina para Jesús incluía la forma en que utilizaría su vida humana. Tenía que morir para ofrecerla en sacrificio. En nuestro caso, debemos presentar nuestro cuerpo a Dios y hacer Su voluntad llevando una vida sacrificada, abnegada (Romanos 12:1, 2). No efectuaríamos en modo alguno la voluntad divina si, aunque fuera de vez en cuando, nos comportáramos deliberadamente como el mundo que nos rodea, o si nuestra vida girara en torno a actividades egoístas y solo diéramos a Dios un servicio destinado a cubrir las apariencias (1 Pedro 4:1-3; 1 Juan 2:15, 16). Cuando cierto judío preguntó qué debía hacer para conseguir la vida eterna, Jesús reconoció la importancia de la pureza moral, pero mencionó algo aún más importante: la necesidad de seguirlo a él, de hacerse discípulo cristiano. Ese debe ser nuestro objetivo principal en la vida. No podemos relegarlo a un segundo plano, colocándolo después de los intereses materiales (Mateo 19:16-21).
 Cabe destacar nuevamente que la voluntad divina respecto a Jesús incluía actividades trascendentales relacionadas con el Reino de Dios. Además de haber sido ungido para ser Rey, cuando estuvo en la Tierra dio un celoso testimonio de dicho Reino. Nosotros hemos de dar un testimonio semejante, y nos sobran razones para hacerlo de todo corazón. De ese modo demostramos nuestra gratitud por la soberanía de Jehová y nuestro amor al prójimo (Mateo 22:36-40). También demostramos que estamos unidos con los demás adoradores de Jehová del mundo entero, todos los cuales son proclamadores del Reino. Juntos proseguimos hacia la meta de la vida eterna en el dominio terrestre del Reino.



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