jueves, 15 de mayo de 2014

Lo que aprendemos de que Dios haya permitido el mal



“Pocos y angustiosos han resultado los días de los años de mi vida”, dijo el patriarca Jacob (Génesis 47:9). De forma parecida, Job declaró que el hombre “es de vida corta y está harto de agitación” (Job 14:1). Tal como ellos, la mayoría de nosotros hemos sufrido dificultades, abusos e incluso tragedias. Sin embargo, el hecho de que naciéramos no fue ninguna injusticia por parte de Dios.

 Jehová dejaría que vivieran personas imperfectas, incluso perversas.  Las palabras que Jehová dirigió al gobernante de Egipto en tiempos de Moisés nos aclaran aún más por qué ha tolerado a los malvados. Cuando el Faraón prohibió a los hijos de Israel que salieran de Egipto, Jehová no acabó con él de inmediato, sino que envió al país diez plagas mediante las cuales demostró su poder de maneras asombrosas. En su advertencia respecto a la séptima de ellas, Jehová le dijo al Faraón que fácilmente podría haber borrado de la faz de la Tierra tanto a él como a su nación. “Pero, en realidad —le hizo saber—, por esta causa te he mantenido en existencia, a fin de mostrarte mi poder y para que mi nombre sea declarado en toda la tierra.” (Éxodo 9:15, 16.)


Muchos siervos de Dios se hallan en situaciones que les causan sufrimiento, pues él todavía no ha destruido a las personas malvadas ni ha llevado a cabo la predicha restauración de la humanidad. ¿Nos amargamos por ello, o más bien consideramos tales situaciones como oportunidades de demostrar que el Diablo es un mentiroso? Cobraremos fuerzas para hacer esto último si no olvidamos la siguiente exhortación: “Sé sabio, hijo mío, y regocija mi corazón, para que pueda responder al que me está desafiando con escarnio” (Proverbios 27:11). Satanás, el que desafía así a Jehová, afirmó que las personas que sufrieran pérdidas materiales o aflicción física le echarían la culpa a Dios y hasta lo maldecirían (Job 1:9-11; 2:4, 5). Por tanto, el corazón de Jehová se regocija cuando, por nuestra lealtad frente a las adversidades, demostramos que esa acusación no es cierta en nuestro caso.
 Si confiamos en Jehová al atravesar pruebas, cultivaremos cualidades inestimables. Por ejemplo, debido a los sufrimientos que soportó, Jesús “aprendió la obediencia” en un sentido que hasta entonces no había conocido. Nosotros también podemos extraer lecciones de las pruebas y cultivar gran paciencia, aguante y un aprecio más profundo por las justas sendas divinas (Hebreos 5:8, 9; 12:11; Santiago 1:2-4).
 Otras personas nos observarán. Con el tiempo, algunas de ellas, viendo que aguantamos dificultades por nuestro amor a la justicia, quizá reconozcan quiénes son hoy día los cristianos verdaderos. Al unírsenos en la adoración a Jehová, se encaminarán a recibir las bendiciones de la vida eterna (Mateo 25:34-36, 40, 46). Jehová y su Hijo desean que la gente disponga de esta oportunidad.
Jesús oró a Jehová por todos los cristianos verdaderos con estas palabras: “Hago petición, no respecto a estos [sus discípulos más cercanos] solamente, sino también respecto a los que pongan fe en mí mediante la palabra de ellos; para que todos ellos sean uno, así como tú, Padre, estás en unión conmigo y yo estoy en unión contigo, que ellos también estén en unión con nosotros” (Juan 17:20, 21).

 Si somos leales a Jehová, él nos recompensará generosamente. Su Palabra nos asegura: “Háganse constantes, inmovibles, siempre teniendo mucho que hacer en la obra del Señor, sabiendo que su labor no es en vano en lo relacionado con el Señor” (1 Corintios 15:58). Y también afirma: “Dios no es injusto para olvidar la obra de ustedes y el amor que mostraron para con su nombre” (Hebreos 6:10). Asimismo, Santiago 5:11señala: “¡Miren! Pronunciamos felices a los que han aguantado. Ustedes han oído del aguante de Job y han visto el resultado que Jehová dio, que Jehová es muy tierno en cariño, y misericordioso”. ¿Cuál fue el resultado en el caso de Job? “En cuanto a Jehová, él bendijo el fin de Job después más que su principio.” (Job 42:10-16.) En efecto, Jehová es “remunerador de los que le buscan solícitamente” (Hebreos 11:6). Y la recompensa que nos espera es nada menos que vida eterna en un paraíso terrestre.



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