lunes, 19 de mayo de 2014

Una gran muchedumbre ante el trono de Jehová



Aunque lo más importante en la vida de los siervos fieles de Jehová desde Abel hasta Juan el Bautista fue hacer Su voluntad, todos ellos murieron, con la esperanza de resucitar en la Tierra una vez instaurado el nuevo mundo de Dios. Los 144.000, que gobernarán con Cristo en el Reino celestial de Dios, también deben morir antes de recibir su recompensa. Ahora bien, Revelación (Apocalipsis) 7:9 muestra que en estos últimos días habría “una gran muchedumbre” de todas las naciones que tendría la perspectiva de vivir para siempre en la Tierra, sin haber experimentado la muerte. ¿Forma usted parte de ella?

¡Ay de la tierra [...]!, porque el Diablo ha descendido a ustedes, teniendo gran cólera, sabiendo que tiene un corto espacio de tiempo.” (Revelación 12:7-12.) Así, a medida que se aproxima el fin de este sistema, Satanás va intensificando la oposición a los siervos de Dios.
 Pese a la persecución despiadada, la predicación sigue adelante. La cantidad de proclamadores del Reino ha aumentado de unos pocos miles al final de la I Guerra Mundial a millones hoy en día, pues Jehová prometió: “Sea cual sea el arma que se forme contra ti, no tendrá éxito” (Isaías 54:17). Hasta un miembro del tribunal supremo judío reconoció que nadie podía paralizar una obra de origen divino. Dirigiéndose a los fariseos del siglo primero, les dijo con relación a los discípulos: “Déjenlos (porque si este proyecto o esta obra proviene de hombres, será derribada; pero si proviene de Dios, no podrán derribarlos); de otro modo, quizás se les halle a ustedes luchadores realmente contra Dios” (Hechos 5:38, 39).

Además, Jesús dijo a sus seguidores: “En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre sí” (Juan 13:35). Los miembros de las religiones del mundo, en cambio, se matan unos a otros, con frecuencia por el simple hecho de ser de distinta nacionalidad. La Palabra de Dios indica: “Los hijos de Dios y los hijos del Diablo se hacen evidentes por este hecho: Todo el que no se ocupa en la justicia no se origina de Dios, tampoco el que no ama a su hermano [...;] debemos tener amor unos para con otros; no como Caín, que se originó del inicuo y degolló a su hermano” (1 Juan 3:10-12).
 Jesús enseñó: “Todo árbol bueno produce fruto excelente, pero todo árbol podrido produce fruto inservible; un árbol bueno no puede dar fruto inservible, ni puede un árbol podrido producir fruto excelente. Todo árbol que no produce fruto excelente llega a ser cortado y echado al fuego. Realmente, pues, por sus frutos reconocerán a aquellos hombres” (Mateo 7:17-20). El fruto que producen las religiones de este mundo prueba que son ‘árboles’ podridos, por lo que Jehová los destruirá pronto en la gran tribulación (Revelación 17:16).

Beneficios actuales

 Al ingerir todos nosotros el mismo alimento espiritual, obedecemos las mismas leyes y principios de la Palabra de Dios, lo que impide que nos dividan ideologías políticas y nacionales. Además, cumplimos las elevadas normas morales que Dios establece para sus siervos (1 Corintios 6:9-11). Como consecuencia, en vez de sumirse en la discordia, la desunión y la inmoralidad que reinan en el mundo, el pueblo de Jehová vive en lo que puede llamarse un paraíso espiritual. Note cómo se describe este en Isaías 65:13, 14.
 Es cierto que los siervos humanos de Jehová no son perfectos. Además, les afectan los problemas comunes de este mundo, pues, entre otras cosas, sufren adversidades y son víctimas inocentes de las guerras de las naciones. También les sobrevienen enfermedades, padecimientos y la muerte. Con todo, tienen fe en que, en el nuevo mundo, Dios “limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor” (Revelación 21:4).

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