miércoles, 14 de mayo de 2014

¿Cuánto tiempo les queda a los cubanos inicuos?

Los inicuos han sido perversos desde la matriz;+
han andado errantes desde el vientre en adelante;
están hablando mentiras.+
 La ponzoña de ellos es como la ponzoña de la serpiente,+
sordos como la cobra que tapa su oído,+
 que no quiere escuchar la voz de encantadores,+
aunque alguien sabio esté atando con hechizos.*+ (SALMOS 58.3-5)

¿De qué manera son los inicuos como una serpiente? Las mentiras que dicen sobre otras personas son como la ponzoña de una serpiente. Dañan la buena reputación de sus víctimas. “Como la cobra que tapa su oído”, los inicuos no escuchan la dirección ni la corrección.



“¿Por qué [...] te quedas callado [Jehová] cuando alguien inicuo se traga a uno más justo que él?” (HABACUC 1:13.)
¿Destruirá Dios algún día a los inicuos? Si así es, ¿cuánto tiempo más habrá que esperar? En todas partes de la Tierra la gente se hace tales preguntas. ¿Dónde podemos hallar las respuestas? En unas palabras proféticas que por inspiración divina se escribieron acerca del tiempo señalado de Dios. Estas nos aseguran que pronto Jehová ejecutará su sentencia sobre todos los malvados. Solo entonces la Tierra “se llenará de conocer la gloria de Jehová como las aguas mismas cubren el mar”. Esa promesa profética se encuentra en la Sagrada Palabra de Dios, en Habacuc 2:14.
2 El libro de Habacuc, que se escribió alrededor de 628 a.E.C., consta de una serie de tres justas sentencias divinas. Dos de ellas ya se han ejecutado. La primera fue la que Jehová pronunció contra la descarriada nación de Judá de la antigüedad. ¿Cuál fue la segunda? La que Dios dictó contra la opresiva Babilonia. Con toda seguridad, pues, tenemos razones sólidas para confiar en que se ejecutará la tercera de tales sentencias. De hecho, podemos esperar que eso suceda muy pronto. Para el bien de los justos en estos últimos días, Dios destruirá a todos los seres humanos inicuos. Ni uno solo escapará de exhalar su último suspiro en “la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso”, que se avecina rápidamente (Revelación [Apocalipsis] 16:14, 16).
3 La guerra del gran día de Dios está cada vez más cerca. Y la ejecución de la sentencia divina contra la gente malvada de nuestro tiempo es tan segura como el justo castigo que Jehová trajo sobre Judá y Babilonia. Pues bien, ¿por qué no nos imaginamos ahora mismo que estamos en la Judá de los días de Habacuc? ¿Qué sucede en esa tierra?
Una tierra turbulenta
4 Habacuc, profeta de Jehová, está sentado en la azotea de su casa disfrutando de la fresca brisa nocturna. Tiene al lado un instrumento musical (Habacuc 1:1; 3:19, subescrito). Pero Habacuc oye noticias impactantes. El rey de Judá, Jehoiaquim, ha matado a Uriya y ha echado el cuerpo del profeta en el cementerio de la gente común (Jeremías 26:23). Es cierto que Uriya no confió en Jehová, tuvo miedo y huyó a Egipto. De todos modos, Habacuc sabe que la violencia de Jehoiaquim no se debe a ningún deseo de honrar a Jehová, pues el rey ha demostrado total falta de respeto a la ley divina y odio al profeta Jeremías, así como a otros siervos de Jehová.
5 Habacuc ve el humo de incienso que asciende de los tejados de hogares cercanos. La gente no quema este incienso en adoración a Jehová. Participa en prácticas religiosasfalsas promovidas por el inicuo rey de Judá, Jehoiaquim. ¡Qué deshonra! Los ojos del profeta se llenan de lágrimas y suplica: “¿Hasta cuándo, oh Jehová, tengo que gritar por ayuda, sin que tú oigas? ¿Hasta cuándo clamaré a ti por socorro contra la violencia, sin que tú salves? ¿Por qué me haces ver lo que es perjudicial, y sigues mirando simple penoso afán? ¿Y por qué hay expoliación y violencia enfrente de mí, y por qué ocurre la riña, y por qué se lleva la contienda? Por lo tanto, la ley se entumece, y la justicia nunca sale. Porque el inicuo cerca al justo, por esa razón la justicia sale torcida” (Habacuc 1:2-4).
6 En efecto, abundan la expoliación y la violencia. Dondequiera que Habacuc dirige la vista, observa problemas, riñas y contiendas. ‘La ley se ha entumecido’, se ha paralizado. ¿Y la justicia? Pues “nunca sale” victoriosa. Nunca prevalece. Al contrario, ‘los inicuos cercan a los justos’ y se burlan de las provisiones legales concebidas para proteger a los inocentes. “La justicia” verdaderamente “sale torcida”. Se deforma. ¡Qué situación más deplorable!
7 Habacuc pausa y medita sobre la situación. ¿Se dará por vencido? ¡De ninguna manera! Después de rememorar toda la persecución que han experimentado los siervos fieles de Dios, este hombre leal renueva su determinación de permanecer firme, inamovible como profeta de Jehová. Seguirá declarando el mensaje de Dios aunque hacerlo signifique la muerte.
Jehová realiza “una actividad” increíble
8 Habacuc contempla en una visión a los practicantes de la religión falsa, que deshonran a Dios. Escuchemos lo que Jehová les dice: “Vean entre las naciones, y miren, y fijen la mirada con asombro el uno en el otro”. Es probable que Habacuc se pregunte por qué Dios les dirige estas palabras a aquellos inicuos. Luego oye que Jehová les dice: “Asómbrense; porque hay una actividad que uno efectúa en los días de ustedes, la cual ustedes no creerán aunque se les cuente” (Habacuc 1:5). En realidad, es Jehová mismo quien efectúa esta actividad que no pueden creer. Pero ¿en qué consiste?
9 Habacuc presta mucha atención a las siguientes palabras de Dios, recogidas enHabacuc 1:6-11. Este es el mensaje de Jehová, y ningún dios falso ni ídolo inanimado puede impedir que se cumpla: “Voy a levantar a los caldeos, la nación amarga e impetuosa, que va a los lugares amplios y abiertos de la tierra para tomar posesión de residencias que no le pertenecen. Espantosa e inspiradora de temor es. De sí su propia justicia y su propia dignidad salen. Y sus caballos han resultado más veloces que leopardos, y ellos han resultado más fieros que lobos nocturnos. Y sus corceles han piafado sobre el terreno, y de lejos sus propios corceles vienen. Vuelan como el águila que se apresura a comer algo. En su todo viene para simple violencia. El reunirse sus rostros es como el viento del este, y ella recoge cautivos justamente como la arena. Y por su parte, se mofa de reyes mismos, y los altos funcionarios le son algo de lo cual reírse. Por su parte, se ríe hasta de todo lugar fortificado, y amontona polvo y lo toma. En aquel tiempo ciertamente se moverá adelante como viento y pasará a través y realmente se hará culpable. Este poder suyo se debe a su dios”.
10 ¡Qué advertencia profética procedente del Altísimo! Jehová levanta a los caldeos, la feroz nación de Babilonia. En su marcha por “los lugares amplios y abiertos de la tierra”, se apoderarán de muchísimas viviendas. ¡Qué aterrador! La horda caldea es “espantosa e inspiradora de temor”, terrible y pavorosa. Promulga sus propias leyes inflexibles. ‘De sí su propia justicia sale.’
11 Los caballos de Babilonia son más veloces que ágiles leopardos. Los efectivos de su caballería son más feroces que lobos hambrientos que cazan de noche. Sus corceles, ansiosos de partir, ‘piafan sobre el terreno’ con impaciencia. Desde la distante Babilonia parten rumbo a Judá. Como un águila que se apresura a conseguir una apetitosa comida, los caldeos pronto se abalanzarán sobre su presa. Pero ¿se tratará solo de una breve incursión, un mero asalto por parte de unos cuantos soldados? ¡En absoluto! “En su todo viene para simple violencia”, como una plaga gigantesca que avanza para causar estragos. Con los rostros radiantes de entusiasmo, cabalgan hacia el poniente en dirección a Judá y Jerusalén con la velocidad del viento del este. Las fuerzas babilonias se llevan tantos prisioneros que ‘recogen cautivos justamente como arena’.
12 El ejército caldeo se mofa de los reyes y ridiculiza a los altos funcionarios, quienes no pueden hacer nada para impedir su implacable avance. Se ‘ríe de todo lugar fortificado’, pues todas las fortalezas caen ante los babilonios cuando estos ‘amontonan polvo’ construyendo montículos de tierra desde los cuales lanzar sus ataques contra ellas. Al tiempo señalado de Jehová, el temible enemigo “ciertamente se moverá adelante como viento”. Al atacar a Judá y a Jerusalén, “realmente se hará culpable” de causar daño al pueblo de Dios. Después de una victoria relámpago, el comandante caldeo se jactará diciendo: ‘Este poder se debe a nuestro dios’. ¡Pero qué poco sabe en realidad!
Una sólida base para tener esperanza
13 La esperanza crece en el corazón de Habacuc al entender mejor el propósito de Jehová. Con plena confianza profiere expresiones de adoración a él. Según Habacuc 1:12, el profeta dice: “¿No eres tú desde mucho tiempo atrás, oh Jehová? Oh Dios mío, mi Santo, tú no mueres”. En efecto, Jehová es Dios “de tiempo indefinido a tiempo indefinido”, para siempre (Salmo 90:1, 2).
14 Al reflexionar sobre la visión que Dios le dio y regocijarse por la perspicacia recibida mediante esta, el profeta agrega: “Oh Jehová, para juicio lo has puesto; y, oh Roca, para un censurar los has fundado”. Dios ha dictado sentencia contra los apóstatas de Judá y los censurará y castigará con severidad. Debieron haberlo buscado a él como su Roca, la única verdadera plaza fuerte, refugio y Fuente de salvación (Salmo 62:7; 94:22; 95:1). Sin embargo, los caudillos apóstatas de Judá no se acercan a Dios, y siguen oprimiendo a Sus inofensivos adoradores.
15 Esta situación aflige mucho al profeta de Jehová. De modo que dice: “Tú eres de ojos demasiado puros para ver lo que es malo; y mirar a penoso afán no puedes” (Habacuc 1:13). Sí, Jehová es “de ojos demasiado puros para ver lo que es malo”, es decir, para tolerar la maldad.
16 Por consiguiente, Habacuc plantea algunos interrogantes que hacen reflexionar. Pregunta: “¿Por qué miras a los que tratan traidoramente, te quedas callado cuando alguien inicuo se traga a uno más justo que él? ¿Y por qué haces al hombre terrestre como los peces del mar, como cosas que se arrastran sobre las cuales nadie gobierna? A todos estos él los ha hecho subir con un simple anzuelo; los arrastra en su red barredera, y los recoge en su red de pescar. Por eso se regocija y está gozoso. Por eso ofrece sacrificio a su red barredera y hace humo de sacrificio a su red de pescar; porque por ellas su porción tiene mucho aceite, y su alimento es saludable. ¿Vaciará por eso su red barredera, y tiene él que matar a naciones constantemente, a la vez que no muestra ninguna compasión?” (Habacuc 1:13-17).
17 Al atacar a Judá y su capital, Jerusalén, los babilonios actuarán según sus propios deseos. No serán conscientes de que Dios los utiliza como medio para traer justo castigo a un pueblo infiel. Es fácil ver por qué a Habacuc le costaría entender el que Dios se valiera de los inicuos babilonios para ejecutar Su sentencia. Esos despiadados caldeos no son adoradores de Jehová. Consideran a los seres humanos como simples ‘peces y cosas que se arrastran’, que han de capturarse y subyugarse. Pero la perplejidad de Habacuc no durará mucho tiempo. Jehová pronto revelará a su profeta que los babilonios no quedarán impunes por su codicioso despojo y su culpa por derramamiento desenfrenado de sangre (Habacuc 2:8).
Listo para las siguientes palabras de Jehová
18 Sin embargo, por el momento Habacuc espera hasta que Jehová le dirija nuevamente la palabra. El profeta dice con resolución: “En mi puesto de guardia ciertamente seguiré de pie, y ciertamente me quedaré apostado sobre el baluarte; y vigilaré, para ver lo que él hablará por mí y lo que responderé ante la censura para mí” (Habacuc 2:1). Habacuc está muy interesado en lo que Dios aún hablará por medio de él como profeta. Si bien su fe en que Jehová es un Dios que no tolera la maldad le hace preguntarse por qué existe tanta iniquidad, está dispuesto a que se corrija su forma de pensar. Ahora bien, ¿qué puede decirse de nosotros? Cuando nos preguntamos por qué se toleran ciertas maldades, nuestra confianza en la justicia de Jehová Dios debe ayudarnos a mantener el equilibrio y esperar en él (Salmo 42:5, 11).
19 Tal como le había declarado a Habacuc, Dios ejecutó su sentencia sobre la rebelde nación judía permitiendo que los babilonios invadieran Judá. En 607 a.E.C. estos destruyeron Jerusalén y el templo, mataron tanto a ancianos como a jóvenes y se llevaron muchos cautivos (2 Crónicas 36:17-20). Después de un largo exilio en Babilonia, un resto judío fiel regresó a su tierra de origen y, con el tiempo, reconstruyó el templo. Posteriormente, sin embargo, los judíos fueron de nuevo infieles a Jehová, en particular cuando rechazaron a Jesús como el Mesías.
20 Según Hechos 13:38-41, el apóstol Pablo indicó a los judíos de Antioquía cuáles serían las consecuencias de rechazar a Jesús y así despreciar su sacrificio redentor. Citando Habacuc 1:5 de la Septuaginta griega, Pablo advirtió: “Cuiden que no les sobrevenga lo que se dice en los Profetas: ‘Contémplenlo, escarnecedores, y admírense de ello, y desaparezcan, porque obro una obra en sus días, una obra que ustedes de ninguna manera creerán aunque alguien se la contara en detalle’”. En conformidad con la cita de Pablo, Habacuc 1:5 tuvo un segundo cumplimiento cuando los ejércitos romanos destruyeron Jerusalén y su templo en 70 E.C.
21 Para los judíos contemporáneos de Habacuc, la “obra” de Dios de utilizar a los babilonios para destruir Jerusalén era inconcebible, pues aquella ciudad era la sede de la adoración de Jehová y el lugar donde se entronizaba a Su rey ungido (Salmo 132:11-18). Como tal, nunca antes se había destruido a Jerusalén. Nunca se había quemado su templo. Nunca se había derrocado a la casa real de David. Era inimaginable que Jehová permitiera tales sucesos. Pero Dios advirtió mediante Habacuc que estos acontecimientos tan aterradores ocurrirían. Y la historia muestra que tuvieron lugar tal y como se predijo.
La “obra” increíble de Dios en nuestros días
22 ¿Va a efectuar Jehová “una obra” increíble en nuestros días? Podemos tener la seguridad de que sí lo hará, aunque a los escépticos les parezca increíble. Esta vez la obra increíble de Jehová será la destrucción de la cristiandad. Como la antigua Judá, afirma adorar a Dios, pero se ha corrompido por completo. Jehová se encargará de que pronto se erradique el último vestigio del sistema religioso de la cristiandad, así como de toda “Babilonia la Grande”, el imperio mundial de la religión falsa (Revelación 18:1-24).
23 Jehová tenía para Habacuc más trabajo que hacer antes de la destrucción de Jerusalén de 607 a.E.C. ¿Qué más le diría Dios a su profeta? Lo que Habacuc oiría hasta lo motivaría a tomar su instrumento musical y cantar endechas reverentes a Jehová. Antes de eso, sin embargo, el espíritu de Dios lo impulsaría a proclamar ayes dramáticos. No cabe duda de que agradeceríamos tener un claro entendimiento del profundo significado de estas palabras proféticas para el tiempo señalado de Dios. Con ese fin, sigamos examinando la profecía de Habacuc.

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