sábado, 17 de mayo de 2014

La protección policial: esperanzas y temores

Rob Mawby afirma en su libroPolicing Across the World (La policía en el mundo): “Los casos de brutalidad, corrupción, violencia, asesinato y abuso del poder a manos de la policía salpicaron la mayor parte de la historia de las colonias”.

Los gobiernos despóticos, temerosos del estallido de una revolución, se han valido casi siempre de la policía secreta para espiar a los ciudadanos. Para conseguir información, esta ha torturado y, mediante asesinatos o arrestos sin juicio, ha eliminado a los elementos supuestamente subversivos. Los nazis tenían la Gestapo; la Unión Soviética, el KGB, y la Alemania oriental, la Stasi. Esta última contaba con nada menos que 100.000 agentes y tal vez medio millón de informadores con los que controlaba a unos 16.000.000 de habitantes. Los agentes escuchaban conversaciones telefónicas las veinticuatro horas del día y tenían expedientes de un tercio de la población. “Los miembros de la Stasino tenían límites ni vergüenza”, afirma John Koehler en su libro Stasi. “Reclutaban en masa a clérigos, incluidos altos cargos de las denominaciones católica y protestante, y los convertían en informadores secretos. Sus despachos y confesionarios estaban infestados de micrófonos ocultos.”



No obstante, una policía de ese calibre no se halla exclusivamente en los países con gobiernos tiránicos. Se ha acusado a la policía de las grandes ciudades de sembrar el terror por imponer la ley con excesiva agresividad, sobre todo contra las minorías. Con motivo de un conocido escándalo ocurrido en Los Ángeles, una revista señaló que “la conducta policial ha alcanzado un grado de descontrol sin precedentes, lo que ha dado lugar a un nuevo término: el policía gángster”.


Esperanzas cifradas en la policía comunitaria

El sistema tradicional japonés de una policía comunitaria ha despertado el interés de otros países. La policía japonesa suele trabajar desde pequeñas comisarías de distrito que cuentan con unos doce agentes organizados en turnos. El británico Frank Leishman, conferenciante de criminología y residente en Japón durante muchos años, observa: “La variedad de servicios que los agentes koban ofrecen cordialmente es legendaria: ayudan a encontrar direcciones en las casi nunca identificadas calles del país; prestan paraguas extraviados que no han sido reclamados a vecinos a quienes sorprende la lluvia de camino al trabajo; se aseguran de que los sararimen [hombres de negocios] borrachos se vayan a su casa en el último tren y orientan a los ciudadanos con problemas”. Contar con una policía que trabaja en estrecha colaboración con la comunidad ha contribuido a que Japón goce de la envidiable fama de poseer calles por las que es posible pasear sin peligro.

Otra iniciativa consiste en estimular a la policía a mostrar mayor compasión por las víctimas. El holandés Jan van Dijk, eminente especialista en victimología, escribió: “Debe enseñarse a los miembros de la policía que el trato que dispensan a las víctimas es tan importante como el de los doctores a sus pacientes”. Todavía existen numerosos lugares donde la policía no considera la violencia doméstica y las violaciones como verdaderos delitos. Rob Mawby observa: “Aunque la forma en que la policía trata la violencia doméstica y las violaciones ha mejorado notablemente en los últimos años, todavía se puede avanzar mucho más”. Otro asunto pendiente que tienen casi todos los cuerpos policiales es el abuso del poder.

El temor a la corrupción policial

A veces, sentirse protegido por la policía parece una ingenuidad, sobre todo cuando se hacen públicos casos de corrupción policial, un problema tan antiguo como la policía misma. Refiriéndose a 1855, el libro NYPD—A City and Its Police (La ciudad de Nueva York y su Departamento de Policía) mencionó que, “a juicio de numerosos neoyorquinos, cada vez cuesta más diferenciar a los matones de los policías”. Según el libro Faces of Latin America (Caras de Hispanoamérica), de Duncan Green, existe “la opinión generalizada de que la policía está plagada de corrupción, es incompetente y no respeta los derechos humanos”. En un país de Hispanoamérica, el jefe de personal de un cuerpo policial de 14.000 agentes dijo: “¿Qué vamos a esperar si un policía gana menos de [100 dólares] al mes? Si le ofrecen un soborno, ¿qué va a hacer?”.

¿Qué magnitud alcanza la corrupción?

Hay quienes emprenden su carrera con principios elevados, pero sucumben a la influencia de colegas corruptos y de las degradadas normas del mundo del hampa, con el que tanto contacto tienen. El libro What Cops Know (Lo que saben los policías) recoge las siguientes palabras de un patrullero de Chicago: “Los policías viven el mal de cerca. Están en medio de él. Lo tocan. Lo prueban. Lo huelen. Lo oyen. Han de enfrentarse a él”. El contacto con tal depravación fácilmente puede tener un efecto adverso.

Debido a la naturaleza pecaminosa y rebelde del hombre, Dios estableció las leyes y el gobierno humano. Dios dio a los hombres la autoridad para hacer cumplir Sus leyes. Lo hizo para nuestra protección y para nuestro bien. Las autoridades civiles son la provisión de Dios para limitar el mal a fin de que podamos vivir en paz y tranquilidad y en toda piedad y decoro (Ver 1 Timoteo 2:2).

Profesores, policías, jueces y funcionarios locales y federales, todos son autoridades delegadas por Dios. Puesto que representan la autoridad de Dios, debemos obedecerles. La Biblia dice:

Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas (Romanos 13:1).

Los cristianos debemos ser ciudadanos que obedecen la ley. El estudiante en la escuela da honor a Dios cuando obedece las reglas del establecimiento y demuestra respeto hacia los maestros. Cuando no hace esto deshonra a Dios. Como seguidores de Jesucristo debemos regir nuestras vidas por el principio de obediencia. La Biblia dice:

Por Causa Del Señor someteos a toda institución humana . . . (1 Pedro 2:13).


Nuestro Señor nunca participó en ninguna rebelión. Le enseñó a la gente a obedecer a las autoridades del gobierno. Cuando los fariseos le preguntaron a Jesús si debían pagar impuestos a César, el Señor les respondió:

Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios (Mateo 22:21).

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