jueves, 15 de mayo de 2014

Un reino “que nunca será reducido a ruinas”

Cada día que pasa, los acontecimientos mundiales subrayan el hecho de que los seres humanos no han hallado la felicidad rechazando la soberanía de Jehová e intentando regirse por sí mismos. Ningún sistema de gobierno humano ha beneficiado a todo el mundo por igual. Aunque la humanidad ha alcanzado un nivel de conocimientos científicos sin precedente, no ha sido capaz de vencer las enfermedades o acabar con la muerte, ni siquiera en el caso de una sola persona. La dominación del hombre no ha puesto fin a las guerras, la violencia, la delincuencia, la corrupción o la pobreza, y en numerosos países la gente sufre la tiranía de gobiernos opresores (Eclesiastés 8:9). 

La tecnología, la codicia y la ignorancia se combinan para contaminar el terreno, el agua y el aire. Por culpa de la mala gestión económica de las autoridades, a muchas personas les resulta difícil satisfacer sus necesidades básicas. Los miles de años de gobierno humano han dejado patente este hecho: “Al hombre terrestre no le pertenece su camino. No pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso” (Jeremías 10:23).

En nuestros días es sumamente urgente que nos informemos sobre el Reino de Dios, dado que pronto intervendrá para cambiar por siempre la dominación de este planeta.Daniel 2:44 predice: “En los días de aquellos reyes [los gobiernos actuales] el Dios del cielo establecerá un reino [en los cielos] que nunca será reducido a ruinas. Y el reino mismo no será pasado a ningún otro pueblo [los seres humanos no volverán a regir jamás la Tierra]. Triturará y pondrá fin a todos estos reinos [los actuales], y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos”. Como vemos, el Reino celestial pondrá término a estos últimos días destruyendo por completo el sistema de cosas malvado, de modo que ya no habrá nadie que le dispute la gobernación de la Tierra. Debemos sentirnos profundamente agradecidos de que el alivio ya esté muy cerca.

En 1914, Jehová entronizó a Cristo Jesús y le dio autoridad para ir “sojuzgando en medio de [sus] enemigos” (Salmo 110:1, 2). En aquel año también comenzaron “los últimos días” del perverso sistema de cosas en que vivimos (2 Timoteo 3:1-5, 13). Al mismo tiempo se hicieron realidad en los cielos los acontecimientos que Daniel había contemplado en una visión profética. El “Anciano de Días”, Jehová Dios, otorgó al Hijo del hombre, Jesucristo, “gobernación y dignidad y reino, para que los pueblos, grupos nacionales y lenguajes todos le sirvieran aun a él”. En su relato de la visión, Daniel escribió: “Su gobernación es una gobernación de duración indefinida que no pasará, y su reino uno que no será reducido a ruinas” (Daniel 7:13, 14). Por medio de este Reino celestial en manos de Cristo Jesús, Dios hará posible que los amantes de la justicia gocen de las innumerables bendiciones que él tenía previstas cuando colocó a nuestros primeros padres en el Paraíso.

Uno de los primeros hechos que revela tal examen es que este Reino mesiánico es una expresión de la propia soberanía de Jehová, pues fue Él quien le dio a su Hijo “gobernación y dignidad y reino”. Así, una vez que el Hijo de Dios recibió el poder para comenzar a reinar, fue apropiado que unas voces en el cielo declararan: “El reino del mundo sí llegó a ser el reino de nuestro Señor [Jehová Dios] y de su Cristo, y él [Jehová] reinará para siempre jamás” (Revelación [Apocalipsis] 11:15). Por consiguiente, todo lo que observamos en cuanto a este Reino y sus logros nos acerca más a Jehová mismo. Lo que aprendemos debería infundirnos el deseo de someternos eternamente a Su soberanía.


El Reino de Dios es un gobierno estable y duradero. Su continuidad está garantizada por el hecho de que Jehová mismo no está sujeto a la muerte (Habacuc 1:12). A diferencia de los reyes humanos, Jesucristo, a quien Dios ha confiado la gobernación real, es asimismo inmortal (Romanos 6:9; 1 Timoteo 6:15, 16). Otros 144.000 siervos leales de Dios, procedentes de “toda tribu y lengua y pueblo y nación”, ocuparán tronos celestiales junto con Cristo, y también a ellos se les concede vida inmortal (Revelación 5:9, 10; 14:1-4; 1 Corintios 15:42-44, 53). La gran mayoría ya está en los cielos, y el resto que aún vive en la Tierra compone el actual “esclavo fiel y discreto”, el cual promueve con lealtad los intereses del Reino en este planeta (Mateo 24:45-47).
 Pronto, cuando llegue el momento que Jehová ha fijado, él dará la orden a sus fuerzas ejecutoras para que limpien la Tierra. Estas destruirán para siempre a los seres humanos que por decisión propia se niegan a reconocer Su soberanía y desprecian las amorosas dádivas que nos brinda mediante Jesucristo (2 Tesalonicenses 1:6-9). Ese será el día de Jehová, la ansiada hora en que se vindicará como Soberano Universal. “¡Miren! Viene el mismísimo día de Jehová, cruel tanto con furor como con cólera ardiente, [...] para aniquilar a los pecadores de la tierra de en medio de ella.” (Isaías 13:9.) “Ese día es día de furor, día de angustia y de zozobra, día de tempestad y de desolación, día de oscuridad y de tenebrosidad, día de nubes y de densas tinieblas.” (Sofonías 1:15.)

Entonces se aniquilará para siempre a todas las religiones falsas y a todos los gobiernos humanos y sus ejércitos, que no han sido sino marionetas del maligno gobernante invisible de este mundo. Así mismo, se dará muerte a todos los que se identifiquen con este mundo al llevar un estilo de vida egocéntrico, deshonesto e inmoral. Por último, se confinará durante mil años a Satanás y sus demonios para que no tengan ningún contacto con los habitantes de la Tierra. Entonces el Reino de Dios controlará por completo todos los asuntos del planeta. ¡Qué alivio sentirán cuantos aman la justicia! (Revelación 18:21, 24; 19:11-16, 19-21; 20:1, 2.)

Sin embargo, alcanzar la perfección implica mucho más que tener un cuerpo y una mente sanos. Supone reflejar como es debido las cualidades de Jehová, pues estamos hechos ‘a su imagen, según su semejanza’ (Génesis 1:26). Para lograrlo se precisa mucha enseñanza. Puesto que “la justicia habrá de morar” en el nuevo mundo, “justicia es lo que los habitantes de la tierra productiva ciertamente aprende[rán]”, tal como predijo Isaías (2 Pedro 3:13; Isaías 26:9). Esta cualidad contribuye a la paz entre personas de todas las razas, entre amigos, en la familia y, sobre todo, con Dios mismo (Salmo 85:10-13; Isaías 32:17). A quienes aprendan justicia se les enseñará de forma progresiva cuál es la voluntad de Dios para ellos. A medida que el amor a Jehová se arraigue profundamente en su corazón, seguirán Sus sendas en todo aspecto de la vida. Al igual que Jesús, podrán decir: “Yo siempre hago las cosas que le agradan [a mi Padre]” (Juan 8:29). ¡Qué placentera será la vida cuando se diga lo mismo de todos los seres humanos!
Logros que ya pueden verse
 Los logros del Reino de Dios y de sus súbditos son impresionantes y palpables. La siguiente pregunta y textos bíblicos nos recordarán varios de ellos, y también nos traerán a la memoria algunas cosas que todos los súbditos del Reino pueden y deben hacer hoy en día.

¿Por qué han sido incapaces de detener la predicación los enemigos políticos y religiosos? (Zacarías 4:6; Hechos 5:38, 39.)



Una vez abismados Satanás y sus demonios, Jesucristo y sus 144.000 coherederos serán reyes y sacerdotes durante los mil años (Revelación 20:6). En ese período eliminarán para siempre el pecado y la muerte adánica, y conducirán a la humanidad a la perfección. Al final del Reinado de Mil Años, después de cumplir su misión como Rey y Sacerdote Mesiánico, Jesús “entrega[rá] el reino” a su Padre, “para que Dios sea todas las cosas para con todos” (1 Corintios 15:24-28). Entonces se soltará a Satanás por un breve plazo para que someta a prueba a los seres humanos redimidos y así se determine si son fieles a la soberanía universal de Jehová. Cuando esta prueba final concluya, Dios destruirá a Satanás y los rebeldes que se hayan puesto de su lado (Revelación 20:7-10). Quienes apoyen la soberanía de Jehová —su derecho a gobernar— habrán demostrado sin lugar a dudas su inquebrantable lealtad. Entonces podrán disfrutar de la debida relación con Jehová; él los aceptará como hijos e hijas y los aprobará para vida eterna (Romanos 8:21).
 Por consiguiente, la función de Jesús y los 144.000 respecto a la Tierra cambiará. ¿Qué harán a partir de entonces? La Biblia no lo indica. Pero si apoyamos fielmente la soberanía de Jehová, estaremos vivos al final del Reinado de Mil Años y descubriremos lo que Jehová se ha propuesto para ellos y para Su imponente universo. Ahora bien, ¿por qué se dice que el gobierno milenario de Cristo tendrá “duración indefinida” y que su Reino “no será reducido a ruinas”? (Daniel 7:14.) Para empezar, su autoridad no pasará a manos de personas que persigan distintos fines, pues será Jehová quien gobierne. Asimismo, el Reino “nunca será reducido a ruinas” en el sentido de que sus logros serán eternos (Daniel 2:44). Además, tanto al Rey y Sacerdote Mesiánico como a los reyes y sacerdotes que lo acompañarán se les honrará por toda la eternidad a causa de su servicio fiel a Jehová.

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