lunes, 19 de mayo de 2014

No mire “a las cosas que deja atrás”

Olvidando las cosas que quedan atrás, y extendiéndome hacia adelante a las cosas más allá (Filip. 3:13).

No mire “a las cosas que deja atrás”

“Nadie que ha puesto la mano en el arado y mira a las cosas que deja atrás es muy apto para el reino de Dios.” (LUC. 9:62)

Para los cristianos de hoy día, también es vital no mirar atrás. Jesús destacó esta idea cuando cierto hombre le preguntó si antes de hacerse discípulo podía ir a despedirse de su familia. Esta fue su respuesta: “Nadie que ha puesto la mano en el arado y mira a las cosas que deja atrás es muy apto para el reino de Dios” (Luc. 9:62). ¿Fue Jesús demasiado brusco o exigente con él? No. Él sabía que su petición no era más que una excusa para eludir su responsabilidad, y por eso lo comparó a un labrador que “mira a las cosas que deja atrás”. No importa si solo echa un vistazo rápido o si suelta el arado y se gira para mirar; en ambos casos está desatendiendo su obligación y puede dañar su trabajo.

Es de suma importancia que, en lugar de fijar la atención en el pasado, nos concentremos en lo que tenemos delante. La Biblia dice sin rodeos: “En cuanto a tus ojos, directamente adelante deben mirar, sí, tus propios ojos radiantes deben mirar con fijeza directamente enfrente de ti” (Pro. 4:25).

LOS VIEJOS TIEMPOS

Uno de los principales peligros es que idealicemos los viejos tiempos. Al pensar en cómo era nuestra vida antes, la memoria puede traicionarnos llevándonos a exagerar los buenos recuerdos y minimizar los problemas del pasado. Esta visión distorsionada del ayer puede hacer que nos invada la nostalgia. Pero la Biblia advierte: “Nunca preguntes por qué todo tiempo pasado fue mejor. No es de sabios hacer tales 

preguntas” (Ecl. 7:10, Nueva Versión Internacional).

LOS SACRIFICIOS DEL PASADO

Lamentablemente, algunos cristianos ven sus sacrificios como oportunidades desaprovechadas. Tal vez renunciaron a cursar estudios avanzados, alcanzar un puesto importante o buscar cierta seguridad económica. O quizás dejaron atrás carreras muy lucrativas en el mundo de los negocios, el espectáculo, la educación o los deportes. Pero ven que ha pasado el tiempo, y el fin todavía no ha llegado. Entonces puede que fantaseen y se pregunten: “¿Adónde habría llegado yo si no hubiera hecho aquellos sacrificios?”.

El apóstol Pablo dejó atrás muchas oportunidades cuando se hizo cristiano (Fili. 3:4-6). ¿Alguna vez se arrepintió de haberlo hecho? Él mismo responde: “Cuantas cosas eran para mí ganancias, estas las he considerado pérdida a causa del Cristo. Pues [...] considero también que todas las cosas son pérdida a causa del sobresaliente valor del conocimiento de Cristo Jesús mi Señor. Por motivo de él he sufrido la pérdida de todas las cosas y las considero como un montón de basura,* a fin de ganar a Cristo” (Fili. 3:7, 8). Tal como nadie añora una bolsa de basura que ha tirado al contenedor, Pablo nunca se arrepintió de haber desechado lo que el mundo le ofrecía. Para él, ya no tenía ningún valor.
13 Si notamos que estamos empezando a pensar demasiado en oportunidades “desaprovechadas”, haríamos bien en imitar a Pablo. ¿Cómo? Apreciando lo que ahora tenemos. Ciertamente, nuestra relación con Jehová y nuestro historial de fidelidad tienen un valor incalculable (Heb. 6:10). Además, lo que este mundo pueda ofrecernos no tiene ni punto de comparación con el inmenso valor de las bendiciones espirituales de que disfrutamos hoy y las que llegarán en el futuro (léase Marcos 10:28-30).

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