viernes, 18 de julio de 2014

¿Cristianos en sorteos, rifas o loterías?

¿Es impropio apostar dinero, aunque sean pequeñas cantidades?

La Palabra de Dios no analiza en detalle esta práctica, pero contiene suficientes indicios para concluir que todo juego de azar en que se apueste dinero es incompatible con los principios bíblicos. Por ejemplo, casi nadie duda de que el juego fomenta la codicia. Tan solo este hecho ya es decisivo para los cristianos, puesto que las Escrituras señalan que las “personas dominadas por la avidez” no heredarán el Reino de Dios, y equiparan la codicia a la idolatría (1 Corintios 6:9, 10; Colosenses 3:5).


Hay quienes piden a Dios que les ayude a ganar. No obstante, la Biblia indica que Dios condena a quienes afirman adorarlo, pero que “arreglan una mesa para el dios de la Buena Suerte” (Isaías 65:11). En efecto, Dios aborrece las prácticas que promueven las creencias supersticiosas en la suerte. Y de por sí los juegos de azar fomentan una confianza ciega en la llamada diosa Fortuna.

El juego también alimenta el egotismo y un malsano espíritu competitivo, un intenso deseo de ganar. El apóstol Pablo advirtió al respecto: “No nos hagamos egotistas, promoviendo competencias unos con otros, envidiándonos unos a otros” (Gálatas 5:26). Además, el juego despierta en algunas personas confianza supersticiosa en la suerte. Los jugadores siguen toda clase de supersticiones con la esperanza de ser los afortunados, por lo que nos recuerdan a los israelitas infieles que ‘arreglaban una mesa para el dios de la Buena Suerte y llenaban vino mezclado para el dios del Destino’ (Isaías 65:11).

Hay quienes han razonado que apostar cantidades pequeñas al participar de forma amistosa en juegos de naipes o de mesa con parientes o amigos íntimos es solo un pasatiempo inofensivo. Es cierto que quien lo haga tal vez no se considere codicioso, egotista, competitivo o supersticioso. Pero ¿qué efecto producirá en el resto del grupo? Muchos jugadores compulsivos se iniciaron apostando pequeñas cantidades “solo para divertirse” (Lucas 16:10). Lo que parecía diversión inocente resultó ser algo mucho más nefasto en su caso.
Esto es cierto sobre todo con los niños. Muchos de ellos han experimentado la emoción de ganar una pequeña apuesta y se han visto tentados a conseguir más dinero (1 Timoteo 6:10).

En vista de que vivimos en un mundo lleno de trampas y tentaciones, ¿por qué exponernos innecesariamente a otra más? (Proverbios 27:12.)

¿Permite la Biblia jugar por dinero?

En primer lugar, hay que admitir que las Escrituras no contienen leyes específicas sobre los juegos de azar. Sin embargo, eso no significa que no ofrezcan ninguna guía al respecto. La Biblia no proporciona una regla concreta para cada situación que se nos presenta, pero sí nos da este mandato: “Sigan percibiendo cuál es la voluntad de Jehová” (Efesios 5:17).

El señuelo de la buena suerte

Las apuestas se basan, al fin y al cabo, en el azar. Debido a ello, y sobre todo cuando hay dinero de por medio, los jugadores suelen confiar en la suerte, una misteriosa fuerza que supuestamente controla los resultados.

Ahora bien, ¿qué tiene de malo encomendarse a los caprichos del azar? ¿Acaso no se trata simplemente de un inocente juego? Eso era lo que creían algunos israelitas de la antigüedad. Confiaban en que la suerte podía traerles felicidad y fortuna. Pero ¿cómo vio Jehová esa forma de pensar? Por medio del profeta Isaías, Dios les dijo: “Ustedes son los que dejan a Jehová, los que olvidan mi santa montaña, los que arreglan una mesa para el dios de la Buena Suerte y los que llenan vino mezclado para el dios del Destino” (Isaías 65:11). Como vemos, Jehová considera que la creencia en la suerte es una forma de idolatría y, por tanto, incompatible con la religión verdadera. A fin de cuentas, implica que se confía más en un poder imaginario que en Dios mismo. Y, desde luego, no hay motivo para pensar que Jehová haya cambiado su forma de ver este asunto.

El origen de los premios

Tanto si se particpa en sorteos, rifas, apuestas por Internet o en un casino como si se compra lotería, quienes juegan por dinero suelen pasar por alto de dónde vienen realmente los premios.

 ¿Qué principios bíblicos pueden ayudarnos a entender lo que Dios opina sobre estos juegos?

El último de los Diez Mandamientos que recibieron los israelitas decía: “No debes desear la esposa de tu semejante, ni su esclavo, ni su esclava, ni su toro, ni su asno,ni cosa alguna que pertenezca a tu semejante” (Éxodo 20:17). En efecto, codiciar los bienes del prójimo —lo que incluye su dinero y sus pertenencias— era un pecado tan grave como desear a su esposa. Siglos después, el apóstol Pablo les recordó a los cristianos este mandato: “No debes codiciar” (Romanos 7:7). Así pues, si un cristiano quisiera quedarse con lo que su prójimo pierde, ¿no sería eso codicia?

El apóstol Pablo dijo claramente: “Si alguien no quiere trabajar, que tampoco coma”. Así que se espera que los cristianos “coman alimento que ellos mismos ganen” (2 Tesalonicenses 3:10, 12). Y es obvio que las apuestas no pueden considerarse un auténtico trabajo. Por muy intensos que puedan resultar algunos juegos de azar, lo que se gana en ellos no es un pago merecido por un trabajo realizado o un servicio prestado.

El cristiano jugador se arriesga sabiendo que tiene muy pocas posibilidades de acertar, pero confiando en que el azar le favorecerá antes o después pretende obtener beneficios con poco o ningún esfuerzo. Sin embargo, las Escrituras indican que el verdadero cristiano se gana el sustento con el sudor de su frente. El rey Salomón dijo sabiamente: “En cuanto al hombre, no hay nada mejor que el que coma y en realidad beba y haga que su alma vea el bien a causa de su duro trabajo. Esto [...] proviene de la mano del Dios verdadero” (Eclesiastés 2:24). En lugar de hacer castillos en el aire o buscar soluciones fáciles, los cristianos acuden a Dios para encontrar verdadera esperanza y felicidad.

Una trampa muy peligrosa

Aun si a alguien le va bien con las apuestas y rifas, no debe permitir que el entusiasmo le impida ver las consecuencias a largo plazo. Como indica Proverbios 20:21, una persona codiciosa tal vez obtenga muchas ganancias en un primer momento, pero “su propio futuro no será bendecido”. Muchos ganadores han terminado descubriendo, para desgracia suya, que el dinero no trae la felicidad. Sin duda, es mucho mejor que hagamos caso a la Biblia y no confiemos “en las riquezas inseguras, sino en Dios, que nos proporciona todas las cosas ricamente para que disfrutemos de ellas” (1 Timoteo 6:17).

Con todo, más allá de las pérdidas y las ganancias, los juegos de azar tienen un lado mucho más oscuro. La Biblia advierte: “Los que están resueltos a ser ricos caen en tentación y en un lazo y en muchos deseos insensatos y perjudiciales, que precipitan a los hombres en destrucción y ruina” (1 Timoteo 6:9). Al hablar de un “lazo”, el versículo se refiere a una trampa diseñada para atrapar a una víctima. Así les ha sucedido a miles de personas que apostaron por primera vez una pequeña cantidad, solo para “probar suerte”: terminaron atrapadas en un “lazo” del que no pudieron escapar. Y así es como la adicción a los juegos de azar ha arruinado numerosas carreras y ha roto muchísimas familias.

Después de analizar todos estos versículos bíblicos, ¿qué opina usted? ¿Aprueba Dios el juego por dinero? El apóstol Pablo dio este consejo a los cristianos: “Cesen de amoldarse a este sistema de cosas; más bien, transfórmense rehaciendo su mente, para que prueben para ustedes mismos lo que es la buena y la acepta y la perfecta voluntad de Dios” (Romanos 12:2). El verdadero cristiano no guía su vida por la opinión popular, sino por la voluntad de Jehová. Él es el “Dios feliz” y quiere que también seamos felices (1 Timoteo 1:11). Si le obedecemos, disfrutaremos de la vida sin sufrir las tristes consecuencias del juego por dinero.

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