miércoles, 30 de julio de 2014

Nuestro antepasado común

Darwin pensaba que todos los organismos vivos compartían un antepasado común e imaginaba la historia de la vida en la Tierra como un gran árbol. Otros creyeron más tarde que el tronco de este “árbol de la vida” se formó con la aparición de las primeras células simples. Nuevas especies derivaron de él, dando lugar a ramas (familias de plantas y animales) y ramitas (todas las especies incluidas en las familias actuales). ¿Sucedió así?


¿Qué afirman muchos científicos? Muchos dan a entender que el registro fósil comprueba la teoría del origen común de la vida. Y dado que todos los seres vivientes utilizan un mismo tipo de “lenguaje informático”, o ADN, afirman que toda forma de vida tiene que haber evolucionado de un ancestro común.


Muchas autoridades recurren al registro fósil para defender la idea de que la vida emergió de un antepasado común. Argumentan, por ejemplo, que dicho registro documenta la noción de que los peces se transformaron en anfibios y los reptiles en mamíferos. Pero ¿es eso cierto?

El paleontólogo evolucionista David M. Raup observa: “En lugar de encontrarse con el desarrollo gradual de la vida, lo que realmente encontraron los geólogos contemporáneos de Darwin —y siguen encontrando los geólogos actuales— es un registro bastante irregular: las especies aparecen en la secuencia muy abruptamente, muestran poco o ningún cambio durante su existencia en el registro y de repente desaparecen de él”.

La verdad es que la inmensa mayoría de los fósiles evidencian estabilidad en los tipos de criaturas a lo largo de extensos períodos de tiempo. No indican que un tipo evolucionó para llegar a ser otro. Los planes corporales distintivos aparecen de súbito, así como las características nuevas. Por ejemplo, el murciélago, con sus sistemas de sonar y ecolocación, surge sin ningún nexo obvio con un antepasado más primitivo.

De hecho, más de la mitad de las principales divisiones de la vida animal surgieron en un período de tiempo relativamente corto. La manera abrupta como numerosas formas de vida nuevas y distintas aparecen en el registro fósil ha llevado a los paleontólogos a referirse a este período como “la explosión cámbrica”. ¿Cuándo tuvo lugar el período cámbrico?

Suponiendo que los cálculos sean correctos, podemos representar la historia de la Tierra con una línea de tiempo que tenga la longitud de un campo de fútbol. A esta escala, es preciso recorrer siete octavos del trayecto antes de llegar a lo que los paleontólogos denominan el período cámbrico. Durante un pequeño segmento de este período aparecen en el registro fósil las principales divisiones de la vida animal. ¿Con cuánta rapidez? Si seguimos caminando, todas estas diferentes criaturas surgen en el trecho de menos de un paso.

La aparición relativamente súbita de estas diversas formas de vida ha inducido a algunos investigadores a replantearse la versión tradicional de la teoría darwiniana. Por ejemplo, el biólogo Stuart Newman expuso en una entrevista en 2008 la necesidad de una nueva teoría evolutiva que explique la repentina aparición de nuevas formas de vida. Dijo: “El mecanismo darwiniano utilizado para explicar todo cambio evolutivo quedará relegado, creo yo, y pasará a ser uno más entre muchos, quizás ni siquiera el más importante para comprender la macroevolución, la evolución de las principales transiciones en los tipos corporales”.





¿Qué hay de los fósiles utilizados para ilustrar la transformación de peces en anfibios y de reptiles en mamíferos? ¿Constituyen una prueba sólida de la evolución en acción? Una mirada más atenta pone al descubierto varias dificultades.


Para empezar, en los libros de texto, el tamaño comparativo de las criaturas colocadas en la secuencia de reptiles a mamíferos es a veces engañoso. En vez de ser de un tamaño similar, como se representan, la realidad es que unas son enormes y otras son pequeñas.


Otro escollo, mucho más serio, es la falta de pruebas de que dichas criaturas están de algún modo emparentadas. Los especímenes de la serie suelen estar separados por espacios que se estiman en millones de años. El zoólogo Henry Gee dice sobre el particular: “Los intervalos de tiempo que hay entre los fósiles son tan enormes que no podemos decir nada definitivo sobre su posible conexión por ascendencia o descendencia”.


Aludiendo a los fósiles de peces y anfibios, el biólogo Malcolm S. Gordon señala que constituyen solo una pequeña “muestra, posiblemente muy poco representativa, de la biodiversidad que existía en esos grupos en épocas pasadas”. Y añade: “No tenemos forma de saber hasta qué punto aquellos organismos específicos tuvieron relevancia en sucesos posteriores o qué relación de parentesco les unía”.


“Tomar una serie de fósiles y afirmar que representan un linaje no es una hipótesis científica que se pueda confirmar, sino una aseveración que conlleva la misma validez de un cuento: es entretenido, quizás instructivo, pero no científico.” (In Search of Deep Time—Beyond the Fossil Record to a New History of Life, por Henry Gee, páginas 116 y 117)


¿Está comprobada la evolución humana?


  Si buscamos bajo el tema de la evolución humana en muchos libros de texto y enciclopedias, veremos una serie de dibujos que muestran una criatura simiesca encorvada seguida por otras de postura más erecta y cabeza más desarrollada hasta llegar al hombre moderno. Tales imágenes, junto con los informes sensacionalistas sobre descubrimientos de los llamados eslabones perdidos, dan la impresión de que la evolución del hombre a partir de los simios está totalmente verificada. ¿Se apoyan estas afirmaciones en pruebas sólidas? Veamos lo que dicen los investigadores evolucionistas sobre los siguientes aspectos.


 A comienzos del siglo XX, los restos fósiles utilizados para apoyar la teoría de que el hombre y los simios evolucionaron de un antecesor común cabían en una mesa de billar. Desde entonces, el número ha aumentado. Ahora se dice que llenarían un vagón de ferrocarril. No obstante, la inmensa mayoría consiste únicamente en huesos y dientes sueltos. Es raro ver cráneos enteros y, más aún, esqueletos completos.


Cada vez que se descubre un nuevo “eslabón perdido”, los medios de comunicación lo pregonan a los cuatro vientos. En 2009, por ejemplo, un fósil apodado Ida fue presentado en sociedad “a bombo y platillo, como si de una estrella de rock se tratara”. La publicidad incluyó el siguiente titular en el periódico inglés The Guardian:“Fósil Ida: extraordinario hallazgo del ‘eslabón perdido’ en la evolución humana”. A los pocos días, la revista New Scientist, también del Reino Unido, anunció: “Ida no es un ‘eslabón perdido’ en la evolución humana”.


A los presuntos antepasados del hombre se los representa en los libros de texto y en los museos con rasgos definidos. Cuanto más antiguo es el ejemplar, más parecido a un mono lo hacen; y cuanto más cercano se supone que está del hombre, más humanos son sus facciones, su tono de piel y su pelo.


Darwin reconoció: “Si numerosas especies [...] en realidad han comenzado su existencia de una vez, ese hecho sería mortal para la teoría de la evolución” (The Origin ofSpecies [El origen de las especies], Nueva York, 1902, Parte II, pág. 83). ¿Indica la prueba existente que “numerosas especies” llegaran a la existencia al mismo tiempo, o señala a desarrollo gradual, como afirma la enseñanza de la evolución?


EL GRAN FARSANTE AL DESNUDO





Veamos que opinan científicos, especialistas y estudiosos:


El astrónomo Robert Jastrow dice: “Para desazón suya, [los científicos] no tienen respuesta clara, porque los químicos nunca han logrado reproducir los experimentos de la naturaleza sobre la creación de la vida desde materia inanimada. Los científicos no saben cómo sucedió eso” (The Enchanted Loom: Mind in the Universe [El telar encantado: mente en el universo], Nueva York, 1981, pág. 19).



El evolucionista Loren Eiseley reconoció lo siguiente: “Después de haber regañado al teólogo por confiar en mito y milagro, la ciencia se halló en la posición no envidiable de tener que crear una mitología propia: a saber, la suposición de que lo que tras de mucho esfuerzo no pudo ser probado que estuviera aconteciendo hoy, había, en realidad, tenido lugar en el pasado primitivo” (The Immense Journey [El larguísimo viaje], Nueva York, 1957, pág. 199).


Según la revista New Scientist: “Una cantidad creciente de científicos, y más particularmente un número aumentante de evolucionistas [...] presentan el argumento de que la teoría evolucionista darviniana no es de modo alguno una teoría genuinamente científica. [...] Muchos de los críticos tienen las más elevadas credenciales intelectuales” (25 de junio de 1981, pág. 828).


El físico H. S. Lipson dijo: “La única explicación aceptable es creación. Sé que esto es anatema para los físicos, como de hecho lo es para mí, pero no debemos rechazar una teoría que no nos gusta si la prueba experimental la apoya”. (Cursivas nuestras.) (PhysicsBulletin, 1980, Vol. 31, pág. 138.)


“Un siglo después de la muerte de Darwin, todavía no tenemos ni la más ligera idea demostrable, o siquiera plausible, de cómo en realidad tuvo lugar la evolución... y en los últimos años esto ha llevado a una serie extraordinaria de batallas en cuanto a toda la cuestión. [...] Entre los evolucionistas mismos existe un estado de casi guerra abierta, en la que toda clase de secta [evolucionista] insta a que se efectúe alguna nueva modificación.” (C. Booker, escritor del Times de Londres, The Star, Johannesburgo, 20 de abril de 1982, pág. 19.)


La revista científica Discover dijo: “La evolución [...] no se halla solo bajo ataque por cristianos fundamentalistas, sino que también está siendo cuestionada por científicos de reputación. Entre los paleontólogos, científicos que estudian el registro fósil, aumenta la disensión” (número de octubre de 1980, pág. 88).

 El Bulletin del Museo Field de Historia Natural de Chicago señaló: “La teoría de [evolución] de Darwin siempre ha estado estrechamente relacionada con prueba procedente de los fósiles, y probablemente la mayoría de la gente supone que los fósiles suministran una parte muy importante del argumento general que se presenta a favor de las interpretaciones darvinianas de la historia de la vida. Por desgracia, esto no es rigurosamente verdadero. [...] en aquel tiempo, tal como ahora, el registro geológico no presentó una cadena delicadamente graduada de una evolución lenta y progresiva” (enero de 1979, Vol. 50, núm. 1, págs. 22, 23).

Carl Sagan, en su libro Cosmos, reconoce con candidez: “La prueba fósil pudiera ser consecuente con la idea de un Gran Diseñador” (Nueva York, 1980, pág. 29).


Science Digest declara: “Los revisionistas de la evolución creen que las mutaciones en genes regulativos clave pueden ser precisamente los ‘martillos neumáticos’ genéticos que su teoría de saltos significativos exige”. Sin embargo, esa revista también cita la siguiente declaración del zoólogo británico Colin Patterson: “El razonamiento superficial anda sin restricción. No sabemos nada acerca de estos genes maestros regulativos” (febrero de 1982, pág. 92). En otras palabras, no hay ninguna prueba en apoyo de la teoría.


The Encyclopedia Americana reconoce lo siguiente: “El hecho de que la mayoría de las mutaciones son dañinas al organismo parece difícil de conciliar con el punto de vista de que la mutación sea la fuente de materia prima para la evolución. Ciertamente los mutantes que se ilustran en los libros de texto de biología son una colección de fenómenos y monstruosidades, y la mutación parece ser un proceso destructivo, más bien que constructivo” (1977, tomo 10, pág. 742).


“Para completar los detalles de la carne y el pelo de tales reconstrucciones hay que recurrir a la imaginación. [...] El color de la piel; el color, la forma y la distribución del pelo; la forma de los rasgos; y el aspecto de la cara... de estas características no sabemos absolutamente nada respecto a cualesquiera hombres prehistóricos.” (The Biology ofRace, Nueva York, 1971, James C. King, págs. 135, 151.)



“La vasta mayoría de las concepciones artísticas se fundan más en la imaginación que en la prueba. [...] Los artistas tienen que crear algo que se encuentre entre un antropoide y un ser humano; mientras más antiguo se diga que es el espécimen, más parecido a mono lo hacen.” (Science Digest, abril de 1981, pág. 41.)



“Tal como lentamente estamos aprendiendo que los hombres primitivos no son necesariamente salvajes, así tenemos que aprender a darnos cuenta de que los hombres primitivos del período Glacial no eran ni bestias brutas ni semiantropoides ni cretinos. De ahí la inefable estupidez de todos los intentos por reconstruir al hombre de Neandertal o hasta al hombre de Pekín.” (Man, God and Magic [El hombre, Dios y la magia], Nueva York, 1961, Ivar Lissner, pág. 304.)


“Muchos científicos sucumben a la tentación de ser dogmáticos, [...] vez tras vez se ha presentado la cuestión del origen de las especies como si finalmente se hubiera resuelto. Nada pudiera estar más lejos de la verdad. [...] Pero la tendencia a ser dogmáticos persiste, y no rinde ningún servicio a la causa de la ciencia.” (Periódico The Guardian,Londres, Inglaterra, 4 de diciembre de 1980, pág. 15.)


Si prefieres profundizar más, te invito a que veas el siguiente video: http://www.youtube.com/watch?v=W4sxrOJsFg4


Hay grupos religiosos que enseñan que todo lo que existe fue creado por Dios en seis días de 24 horas. Pero eso no es lo que la Biblia dice.
Génesis 1:3-31 da un relato de cómo Dios preparó la Tierra —que ya existía— para ser habitada por humanos. Dice que esto se efectuó durante un período de seis días, pero no dice que estos eran días de 24 horas. No es cosa rara en algunos países el que alguien se refiera a “el día de mi abuelo”, queriendo decir toda la vida del abuelo. Del mismo modo, la Biblia muchas veces usa el término “día” para describir un espacio de tiempo extenso. (Compárese con 2 Pedro 3:8.) Así, pues, razonablemente los “días” del capítulo 1 de Génesis pudieran haber durado miles de años.


NO EVOLUCIONÉ, FUI CREADO




PRUEBAS FRAUDULENTAS


 La revista National Geographic informó de que un fósil encontrado en la provincia china de Liaoning era “un auténtico eslabón perdido en la compleja cadena que une a los dinosaurios con las aves”. Del hallazgo, denominado Archaeoraptor liaoningensis, se dijo que poseía la cola de un dinosaurio, y el pecho y los hombros de un pájaro. Sin embargo, ahora la comunidad científica está cada vez más convencida de que “se la ha engañado con un pedazo de fósil falsificado”, declara la revista Science News. Los paleontólogos que examinaron el fósil empezaron a desconfiar tras percibir que faltaban los huesos de conexión entre la cola y el cuerpo, y que había indicios de manipulación en el bloque de roca. Philip Currie, del Museo de Paleontología Royal Tyrrell, de Drumheller (Alberta, Canadá), sospecha que alguien “trató de incrementar el valor del Archaeoraptor y añadió parte de la cola de un dinosaurio a un ave fosilizada”, agrega el reportaje.


NUESTRO ANTEPASADO COMÚN



En el siguiente artículo encontrará respuestas a las grandes interrogantes ¿De donde venimos?¿ Quién nos creó?

http://wol.jw.org/es/wol/d/r4/lp-s/1200001061

No hay comentarios.:

Publicar un comentario