jueves, 10 de julio de 2014

El racismo


¿De dónde salieron las razas?

“Adán llamó a su esposa por nombre Eva, porque ella tenía que llegar a ser la madre de todo el que viviera.” (Génesis 3:20)

LO QUE DICEN LOS EXPERTOS: La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) declara que “todos los seres humanos pertenecen a la misma especie y tienen el mismo origen” (Declaración sobre la Raza y los Prejuicios Raciales, de 1978).

LO QUE DICE LA BIBLIA: Dios creó a dos seres humanos, Adán y Eva, y les mandó: “Sean fructíferos y háganse muchos y llenen la tierra y sojúzguenla” (Génesis 1:28). Por lo tanto, Adán y Eva son los padres de la humanidad entera. Siglos después hubo un diluvio que eliminó a casi todas las personas. Solo sobrevivieron ocho: Noé, su esposa, sus tres hijos y sus nueras. La Biblia enseña que todos descendemos de los hijos de Noé (Génesis 9:18, 19).

¿Hay razas que sean superiores a otras?

“[Dios] hizo de un solo hombre toda nación de hombres, para que moren sobre la entera superficie de la tierra.” (Hechos 17:26)

LO QUE ALGUNOS HAN DICHO: En el siglo XX aparecieron muchos grupos con ideas racistas, como los nazis, quienes aseguraban que había base científica para creer que su raza era superior. En cambio, el documento de la UNESCO antes citado reconoce “la unidad intrínseca de la especie humana y, por consiguiente, la igualdad fundamental de todos los seres humanos y todos los pueblos”.

LO QUE DICE LA BIBLIA: Hechos 10:34, 35 dice: “Dios no es parcial, sino que, en toda nación, el que le teme y obra justicia le es acepto”. Así que no hay razón para pensar que haya razas superiores a otras.

Los cristianos se rigen por estas palabras de Jesús: “Todos ustedes son hermanos” (Mateo 23:8). Cristo le pidió a su Padre que sus discípulos fueran “perfeccionados en uno”, es decir, que no hubiera divisiones ni discriminación entre ellos (Juan 17:20-23; 1 Corintios 1:10).

¿Acabará algún día el racismo?

“En la parte final de los días [...] la montaña de la casa de Jehová llegará a estar firmemente establecida [...]; y a ella tendrán que afluir todas las naciones.” (Isaías 2:2)

LO QUE CREEN ALGUNOS: Al ver las graves tensiones raciales, mucha gente se pregunta si realmente habremos avanzado en la lucha contra el racismo. Algunos creen que jamás la podremos ganar.

LO QUE DICE LA BIBLIA: Jehová no tolerará el racismo indefinidamente. Al contrario, bajo su Reino, los hombres y las mujeres “de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas” le servirán unidos y demostrarán que se aman unos a otros (Revelación [Apocalipsis] 7:9). El Reino de Dios no es algo que se lleve en el corazón; es un gobierno real que actuará en la Tierra, el lugar donde Dios quería que todos los hombres vivieran sin barreras raciales.

PRESUNCIÓN

Cualidad de la persona que tiene un alto concepto de sí misma y se vanagloria de ello, por lo que con frecuencia trata a los demás sin el debido respeto y con una actitud desafiante y despectiva. El presuntuoso puede caer fácilmente en un deseo desordenado de que los demás lo prefieran, sin tolerar que nadie lo contradiga, debido a que cree que su criterio es superior y obra como si su único fin en la vida fuese él mismo. Otros términos afines son: arrogancia, altanería, orgullo y soberbia. Sus antónimos son la humildad y la modestia.

El orgullo y la cólera resultan en presuntuosidad. La palabra hebrea za·dhóhn, que se traduce “presunción; presuntuosidad”, se deriva del verbo zidh, “cocer; acalorarse”. (Gé 25:29; Éx 21:14.) El calor de la cólera o del orgullo puede hacer que uno actúe de forma precipitada, se vuelva injustificadamente atrevido y se exceda en sus derechos. El proverbio dice: “Presuntuoso y soberbio fanfarrón es el nombre del que actúa en un furor de presunción”. (Pr 21:24.) En Deuteronomio 1:43 se emplea la misma forma verbal hebrea para designar la acción del pueblo de Israel cuando desobedeció una orden de Dios y tomó una iniciativa que no se había autorizado. Moisés dijo a la nación: “De modo que les hablé, y ustedes no escucharon, sino que empezaron a portarse con rebeldía contra la orden de Jehová y a acalorarse mucho, y trataron de subir a la montaña”. En el relato sobre el mismo incidente registrado en Números 14:40-44 se emplea otra palabra hebrea muy relacionada, ʽa·fál. Allí se registra: “Moisés dijo: ‘[...] No suban, porque Jehová no está en medio de ustedes [...]’. Sin embargo, ellos se atrevieron a subir a la cima de la montaña”, y allí los derrotaron los habitantes. Se ‘hincharon’ con una falsa confianza. (Compárese con Hab 2:4.)

El hecho de que la cólera puede resultar en presuntuosidad destructiva y en una violación indisculpable de la ley de Dios también se muestra en el mandato que Dios dio a Israel: “En caso de que un hombre se acalore [una forma de zidh] contra su prójimo al grado de matarlo con astucia, has de llevarlo hasta de estar a mi altar, para que muera”. (Éx 21:14.)

Hay que guardarse cuidadosamente de ella. El rey David, a quien Dios concedió muchos favores y gran autoridad, se dio cuenta de que a pesar de todo podía ser culpable de presuntuosidad, y por eso oró: “Las equivocaciones... ¿quién puede discernirlas? De pecados ocultos pronúnciame inocente. También retén a tu siervo de actos presuntuosos; no dejes que me dominen. En ese caso seré completo, y habré permanecido inocente de mucha transgresión”. (Sl 19:12, 13.) Existe gran peligro de que incurramos en presuntuosidad, y por eso hemos de estar en guardia constantemente.

Los actos presuntuosos o atrevidos son pecados mucho más serios que las equivocaciones. Sin importar la posición que se ocupe, el tomarse libertades es una cosa detestable a la vista de Dios. Aunque Uzías era un rey poderoso a quien Dios había bendecido, se le hirió de lepra porque tuvo la osadía de asumir los deberes sacerdotales. (2Cr 26:16-21.) Este mismo defecto impulsó al rey Saúl a rebelarse contra Jehová, pues asumió la responsabilidad de ofrecer un sacrificio porque no quería esperar a que Samuel llegara. (1Sa 13:8-14.) Además, aunque Jehová había mandado que se diera por entero a la destrucción a los amalequitas, actuó según su propio criterio y perdonó al rey amalequita Agag y lo mejor del despojo. Debido a su proceder presuntuoso se le rechazó como rey. (1Sa 15:8, 9, 11, 18, 19.)

Un ejemplo notable de atrevimiento y presunción por parte de un israelita del pueblo es el caso de Uzah. Contrario al procedimiento delineado por Dios, se estaba transportando el arca del pacto a Jerusalén en un carro tirado por reses vacunas. Cuando “las reses vacunas casi causaron un vuelco”, Uzah ‘alargó su mano y la agarró’ para sostenerla. Debido a su irreverencia y atrevimiento Jehová ‘lo derribó, de modo que murió’. (2Sa 6:6, 7.)

Si alguien no está seguro de qué acción debe tomar con respecto a cierto asunto, o no está seguro de si tiene autoridad para actuar, primero debería consultar a otros que tuvieran conocimiento y discernimiento. Las Escrituras aconsejan: “Por la presunción solo se ocasiona una lucha, pero con los que consultan juntos hay sabiduría”. (Pr 13:10.) Si bien la presunción conduce a resultados desastrosos, la modestia salvará a la persona. El sabio dice: “¿Ha venido la presunción? Entonces vendrá la deshonra; pero la sabiduría está con los modestos”. (Pr 11:2.)

Falta de respeto a la soberanía de Dios. Cuando una persona actúa de manera presuntuosa para con Dios, muestra falta de respeto a Su soberanía y Divinidad. Los más reprensibles son los que afirman ser sus siervos, pero presentan una imagen deformada de Él. Por eso, Jehová dijo de los falsos profetas: “El profeta que tenga la presunción de hablar en mi nombre una palabra que yo no le haya mandado hablar, [...] ese profeta tiene que morir. [...] Cuando hable el profeta en nombre de Jehová y la palabra no suceda ni se realice, [...] con presunción la habló el profeta”. (Dt 18:20-22.)
Además, cuando, quizás por presunción, se muestra falta de respeto a los siervos nombrados de Jehová, en realidad se le muestra falta de respeto a Él. En Israel, los casos difíciles se llevaban al ‘lugar que Jehová escogía’ (desde los días de David en adelante, Jerusalén). A cualquiera que se burlase del juicio pronunciado tenía que dársele muerte, pues el que se oponía a los representantes de Dios estaba despreciando a Dios mismo. La Ley decía: “De acuerdo con la ley que te indiquen, y conforme a la decisión judicial que te digan, debes obrar. [...] Y el hombre que se porte con presuntuosidad al no escuchar al sacerdote que está de pie para servir de ministro allí a Jehová tu Dios, o al juez, ese hombre tiene que morir; y tienes que eliminar de Israel lo que es malo. Y todo el pueblo oirá y tendrá miedo, y ya no obrará presuntuosamente”. (Dt 17:8-13; compárese con Nú 15:30.) El apóstol Pedro habla de algunos que muestran gran falta de respeto aDios y a sus siervos ungidos y los llama “osados [del griego tol·mētḗs, “atrevidos”, Val], voluntariosos, estos no tiemblan ante los gloriosos, sino que hablan injuriosamente”. Según dice Pedro, tales hombres “sufrirán [...] destrucción en su propio derrotero de destrucción”. (2Pe 2:10, 12.)

El presumir por razón de cierto parentesco puede ser un lazo. Juan el Bautista discernió lo que pensaban los judíos cuando lo abordaron, y por eso les advirtió: “No se atrevan a decir dentro de sí: ‘Por padre tenemos a Abrahán’. Porque les digo que de estas piedras Dios puede levantar hijos a Abrahán”. (Mt 3:9.) La palabra griega que se traduce aquí “atrevan” es dó·xē·te, de do·ké·ō, que significa básicamente “pensar; formarse una opinión [correcta o incorrecta]”.

La presunción terminará. La antigua Babilonia era un prototipo de presunción contra Dios, por lo que la enemistad eterna de Dios estaba contra ella. Por eso, el profeta Jeremías dijo a esta ciudad: ‘¡Mira! Yo estoy contra ti, oh Presunción —es la expresión del Señor Soberano—. La Presunción ciertamente tropezará y caerá’. (Jer 50:29, 31, 32.) La simbólica Babilonia la Grande ha demostrado ser el enemigo de Dios más enconado y presuntuoso que hay en la Tierra, emborrachando a sus habitantes “con el vino de su fornicación” y siendo responsable de “la sangre de profetas y de santos y de todos los que han sido degollados en la tierra”. Por esta razón sufrirá destrucción eterna (Rev 17:2, 5; 18:7, 8, 20, 24) en armonía con la promesa de Jehová de poner fin a toda la presuntuosidad babilonia: “Y realmente haré cesar el orgullo de los presuntuosos, y la altivez de los tiranos abatiré”. (Isa 13:11.)

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