viernes, 18 de julio de 2014

Si te llaman presuntuos@, orgullos@, soberbi@ y respondes: "no soy nada de eso, solo soy mejor" es hora que leas esto

Presunción

Cualidad de la persona que tiene un alto concepto de sí misma y se vanagloria de ello, por lo que con frecuencia trata a los demás sin el debido respeto y con una actitud desafiante y despectiva. El presuntuoso puede caer fácilmente en un deseo desordenado de que los demás lo prefieran, sin tolerar que nadie lo contradiga, debido a que cree que su criterio es superior y obra como si su único fin en la vida fuese él mismo. Otros términos afines son: arrogancia, altanería, orgullo y soberbia. Sus antónimos son la humildad y la modestia.



El orgullo y la cólera resultan en presuntuosidad.

 El calor de la cólera o del orgullo puede hacer que uno actúe de forma precipitada, se vuelva injustificadamente atrevido y se exceda en sus derechos. El proverbio dice: “Presuntuoso y soberbio fanfarrón es el nombre del que actúa en un furor de presunción”. (Pr 21:24.) En Deuteronomio 1:43 se emplea la misma forma verbal hebrea para designar la acción del pueblo de Israel cuando desobedeció una orden de Dios y tomó una iniciativa que no se había autorizado. Moisés dijo a la nación: “De modo que les hablé, y ustedes no escucharon, sino que empezaron a portarse con rebeldía contra la orden de Jehová y a acalorarse mucho, y trataron de subir a la montaña”.


El hecho de que la cólera puede resultar en presuntuosidad destructiva y en una violación indisculpable de la ley de Dios también se muestra en el mandato que Dios dio a Israel: “En caso de que un hombre se acalore contra su prójimo al grado de matarlo con astucia, has de llevarlo hasta de estar a mi altar, para que muera”. (Éx 21:14.)

Hay que guardarse cuidadosamente de la presunción.

 El rey David, a quien Dios concedió muchos favores y gran autoridad, se dio cuenta de que a pesar de todo podía ser culpable de presuntuosidad, y por eso oró: “Las equivocaciones... ¿quién puede discernirlas? De pecados ocultos pronúnciame inocente. También retén a tu siervo de actos presuntuosos; no dejes que me dominen. En ese caso seré completo, y habré permanecido inocente de mucha transgresión”. (Sl 19:12, 13.) Existe gran peligro de que incurramos en presuntuosidad, y por eso hemos de estar en guardia constantemente. Los actos presuntuosos o atrevidos son pecados mucho más serios que las equivocaciones. Sin importar la posición que se ocupe, el tomarse libertades es una cosa detestable a la vista de Dios.


Si bien la presunción conduce a resultados desastrosos, la modestia salvará a la persona. El sabio dice: “¿Ha venido la presunción? Entonces vendrá la deshonra; pero la sabiduría está con los modestos”. (Pr 11:2.)

Falta de respeto a la soberanía de Dios.

Cuando una persona actúa de manera presuntuosa para con Dios, muestra falta de respeto a Su soberanía y Divinidad. Los más reprensibles son los que afirman ser sus siervos, pero presentan una imagen deformada de Él. Por eso, Jehová dijo de los falsos profetas: “El profeta que tenga la presunción de hablar en mi nombre una palabra que yo no le haya mandado hablar, [...] ese profeta tiene que morir. [...] Cuando hable el profeta en nombre de Jehová y la palabra no suceda ni se realice, [...] con presunción la habló el profeta”. (Dt 18:20-22.)




Además, cuando, quizás por presunción, se muestra falta de respeto a los siervos nombrados de Jehová, en realidad se le muestra falta de respeto a Él. En Israel, los casos difíciles se llevaban al ‘lugar que Jehová escogía’ (desde los días de David en adelante, Jerusalén). A cualquiera que se burlase del juicio pronunciado tenía que dársele muerte, pues el que se oponía a los representantes de Dios estaba despreciando a Diosmismo. La Ley decía: “De acuerdo con la ley que te indiquen, y conforme a la decisión judicial que te digan, debes obrar. [...] Y el hombre que se porte con presuntuosidad al no escuchar al sacerdote que está de pie para servir de ministro allí a Jehová tu Dios, o al juez, ese hombre tiene que morir; y tienes que eliminar de Israel lo que es malo. Y todo el pueblo oirá y tendrá miedo, y ya no obrará presuntuosamente”. (Dt 17:8-13; compárese con Nú 15:30.) El apóstol Pedro habla de algunos que muestran gran falta de respeto aDios y a sus siervos ungidos y los llama “osados [del griego tol·mētḗs, “atrevidos”, Val], voluntariosos, estos no tiemblan ante los gloriosos, sino que hablan injuriosamente”. Según dice Pedro, tales hombres “sufrirán [...] destrucción en su propio derrotero de destrucción”. (2Pe 2:10, 12.)

El presumir por razón de cierto parentesco puede ser un lazo. Juan el Bautista discernió lo que pensaban los judíos cuando lo abordaron, y por eso les advirtió: “No se atrevan a decir dentro de sí: ‘Por padre tenemos a Abrahán’. Porque les digo que de estas piedras Dios puede levantar hijos a Abrahán”. (Mt 3:9.) La palabra griega que se traduce aquí “atrevan” es dó·xē·te, de do·ké·ō, que significa básicamente “pensar; formarse una opinión [correcta o incorrecta]”.

Tu apariencia



“El simple hombre ve lo que aparece a los ojos; pero en cuanto a Jehová, él ve lo que es el corazón.” (1 Samuel 16:7)

No hay nada de malo en que quieras cuidar tu aspecto. De hecho, la Biblia habla de la belleza física de varios hombres y mujeres, como Sara, Raquel, José, David y Abigail. De una mujer en particular, Abisag, se dice que era “hermosa en extremo” (1 Reyes 1:4).
Sin embargo, hay muchos jóvenes obsesionados con su cuerpo. Algunas chicas, por ejemplo, creen que para ser atractivas tienen que estar delgadas. Y desde luego, ese es el mensaje que parecen transmitir las imágenes de modelos superdelgadas que aparecen en las revistas. Muchas de estas jóvenes olvidan que esas espectaculares fotografías se retocan por computadora hasta lograr la perfección y que esas esbeltas mujeres mantienen la figura matándose de hambre. Lo cierto es que si te comparas con lo que ves en las revistas, terminarás sintiéndote bastante mal.

La Biblia da muy poca importancia al aspecto físico. Es la persona interior la que nos hace verdaderamente atractivos a los ojos de Dios (Proverbios 11:20, 22). Recuerda siempre que Jehová “examina los corazones”, y no la medida de tu cintura ni de tus bíceps (Proverbios 21:2). Aunque no hay nada malo en que quieras tener un buen aspecto, es muchísimo más importante que te esfuerces por cultivar tu personalidad. A la larga, los demás se fijarán más en tus cualidades espirituales que en si tienes una cintura de avispa o unos músculos de acero.

¿Eres un fals@?


“El que encubre sus transgresiones no tendrá éxito, pero al que las confiesa y las deja se le mostrará misericordia.” (Proverbios 28:13)

La Biblia dice que, al crecer, “el hombre [deja] a su padre y a su madre” (Génesis 2:24). Y lo mismo puede decirse de la mujer. Así, es normal que los jóvenes quieran crecer, pensar por su cuenta y tomar sus propias decisiones. Y por eso algunos se rebelan contra sus padres cuando estos les prohíben hacer ciertas cosas que consideran imprudentes o incluso poco apropiadas para un cristiano.

Siempre ha habido personas con una doble vida. Ya en tiempos bíblicos, algunos israelitas encubrían de ese modo sus malas acciones. No obstante, el profeta Isaías les advirtió: “¡Ay de los que van a gran profundidad en ocultar [sus planes] de Jehová mismo, y cuyos hechos han tenido lugar en un sitio oscuro, mientras dicen: ‘¿Quién nos está viendo, y quién sabe de nosotros?’!” (Isaías 29:15). Los israelitas olvidaban que Dios veía lo mal que se portaban y que al debido tiempo les pediría cuentas.

Lo mismo sucede hoy día. Aunque logres engañar a tus padres, no podrás ocultarle a Jehová lo que hagas. “No hay creación que no esté manifiesta a la vista de él —dice Hebreos 4:13—, sino que todas las cosas están desnudas y abiertamente expuestas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.” Por lo tanto, ¿de qué te serviría ocultarlo? Aparentar ser muy devoto en las reuniones cristianas no va a hacer que Dios se sienta menos indignado. En realidad, Jehová sabe si el corazón de la persona que lo “honra con los labios [...] está muy alejado” de él (Marcos 7:6).

Además, ¿has pensado que al llevar una doble vida hieres los sentimientos de Jehová? “Pero ¿cómo? —quizá te preguntes—. ¿De veras puedo lastimarlo?” Pues fíjate que sí. Piensa en los israelitas: cada vez que desobedecían la Ley de Dios, “causaban dolor aun al Santo de Israel” (Salmo 78:41). Por eso, ¿te imaginas lo dolido que debe sentirse Jehová cuando ve que jóvenes criados “en [su] disciplina y regulación mental” hacen cosas malas a escondidas? (Efesios 6:4.)

De igual modo, si llevas una doble vida, necesitas ayuda urgente. Es obvio que no puedes borrar tu pasado, pero sí puedes cambiar tu futuro. Por mucho que te cueste, pide ayuda antes de que te causes más daño a ti y hagas sufrir a tu familia. Si te arrepientes de corazón, Jehová será misericordioso contigo (Isaías 1:18; Lucas 6:36).

¿El dinero me hará mejor....?



 “El dinero es [...] una protección”, escribió el rey Salomón (Eclesiastés 7:12). Pero para que te proteja, primero debes aprender a controlar tus gastos.

La trampa de gastar más de la cuenta

Claro, es posible que te parezca fácil controlar tus gastos, sobre todo si vives con tus padres y además tienes un poco de dinero, ya sea porque ellos te lo dan o porque estás trabajando. La razón es que en la práctica posiblemente sean tus padres los que pagan todas las facturas. Por eso puedes usar gran parte de tu dinero en lo que quieras. ¿Y a quién no le gusta eso?

Pero los problemas pudieran empezar cuando otros jóvenes te presionan para que gastes más de lo que deberías. Ellena, de 21 años, dice: “A mis amigas les fascina ir de compras. Cada vez que salimos, todas dan por sentado que hay que gastar dinero para divertirse”.

Por supuesto, es normal que quieras encajar en tu grupo de amigos, pero pregúntate: “¿Gasto dinero porque puedo hacerlo, o porque me siento obligado cuando salgo con ellos?”. Muchos lo hacen para ganarse el respeto y la admiración de sus amigos y compañeros. Pero ¿quieres que los demás busquen tu amistad por lo que tienes y no por lo que eres? Ten presente que esta manera de hacer amigos puede provocarte graves problemas económicos, sobre todo si tienes tarjeta de crédito. Entonces, ¿cómo puedes evitar caer en la trampa de gastar más de la cuenta?

Lleva el control de tu dinero

En vez de llegar al límite de crédito de tu tarjeta o de gastarte todo el sueldo de golpe, ¿por qué no pruebas el método de Ellena? Ella explica: “Si voy a salir con mis amigas, calculo más o menos lo que voy a gastar y me pongo un límite. Como me depositan el sueldo directamente en el banco, saco justo lo que voy a necesitar. Algo que también me ayuda es ir de compras solo con las amigas que no despilfarran y que siempre buscan los mejores precios en vez de comprar lo primero que encuentran”.

Una sugerencia

Antes de ir de compras, haz una lista de los artículos que necesitas. Llévate solo la cantidad de dinero que vayas a usar y compra únicamente lo que apuntaste en la lista.

“El dinero es [...] una protección; pero la ventaja del conocimiento es que la sabiduría misma conserva vivos a sus dueños.” (Eclesiastés 7:12)

¿Preferirías un hogar sin reglas?

Es comprensible que no quieras estar siempre bajo la autoridad de tus padres o espos@. Pero ¿de veras te conviene vivir sin reglas de ningún tipo? Seguro que conoces a personas que pueden volver a casa tan tarde como quieran, ponerse lo que se les antoje y salir con sus amigos a donde sea y cuando sea. Quizá sus padres o espos@ están tan ocupados que ni se enteran de lo que hacen los hijos o conyuge. En cualquier caso, la Biblia indica que este tipo de crianza no da buenos resultados (Proverbios 29:15). Cuando las personas se crían sin que nadie les ponga límites, se convierten en adultos desconsiderados y egoístas.Y esto explica la falta de amor que vemos hoy en el mundo (2 Timoteo 3:1-5).


En vez de envidiar a los jóvenes que tienen toda la libertad del mundo, recuerda que las normas de tus padres o del amtrimonio son una muestra del amor que sienten por ti. En realidad, al ponerte límites razonables están imitando a Jehová Dios, que dijo: “Yo te instruiré, yo te mostraré el camino que debes seguir; yo te daré consejos y velaré por ti” (Salmo 32:8NuevaVersión Internacional).


Si has desobedecido alguna norma

Tarde o temprano, es probable que pases por alto alguna norma. Tal vez llegues a tu casa después de tu hora límite, pases demasiado tiempo hablando por teléfono o no cumplas con alguna de tus obligaciones en el hogar (Salmo 130:3). Y entonces, ¿qué les vas a decir a tus padres o espos@ cuando te pidan explicaciones? ¿Qué puedes hacer para no empeorar las cosas?

Di la verdad. No andes inventando cuentos; no es una buena idea. Lo único que lograrás es que te tengan menos confianza. Es mejor que seas honrad@ y digas exactamente lo que pasó (Proverbios 28:13). No trates de justificarte ni restes importancia a tus acciones. Y acuérdate de que “la respuesta, cuando es apacible, aparta la furia” (Proverbios 15:1).

Discúlpate. Es bueno que pidas perdón a tus padres o espos@ por haberlos preocupado y decepcionado o por todas las molestias que les hayas causado. Además, eso podría suavizar el castigo. Eso sí, tu arrepentimiento debe ser sincero.

Afronta las consecuencias (Gálatas 6:7). Tu primera reacción quizá sea la de protestar por el castigo, en especial si te parece injusto. No obstante, lo mejor es que trates de recuperar la confianza de tus padres o espos@ demostrando madurez y haciéndote responsable de tus actos.

La presunción terminará.

La antigua Babilonia era un prototipo de presunción contra Dios, por lo que la enemistad eterna de Dios estaba contra ella. Por eso, el profeta Jeremías dijo a esta ciudad: ‘¡Mira! Yo estoy contra ti, oh Presunción —es la expresión del Señor Soberano—. La Presunción ciertamente tropezará y caerá’. (Jer 50:29, 31, 32.) La simbólica Babilonia la Grande ha demostrado ser el enemigo de Dios más enconado y presuntuoso que hay en la Tierra, emborrachando a sus habitantes “con el vino de su fornicación” y siendo responsable de “la sangre de profetas y de santos y de todos los que han sido degollados en la tierra”. Por esta razón sufrirá destrucción eterna (Rev 17:2, 5; 18:7, 8, 20, 24) en armonía con la promesa de Jehová de poner fin a toda la presuntuosidad babilonia: “Y realmente haré cesar el orgullo de los presuntuosos, y la altivez de los tiranos abatiré”. (Isa 13:11.)

En Proverbios 16:19 leemos: “Mejor es ser humilde de espíritu con los mansos que dividir el despojo con los que a  mismos se ensalzan”.

En la Biblia, la sabiduría personificada dice lo siguiente: “El propio ensalzamiento y el orgullo [...] he odiado” (Proverbios 8:13). El orgullo y la sabiduría son polos opuestos. Es preciso que actuemos con sabiduría y procuremos no volvernos altivos o arrogantes. A este respecto deben estar especialmente alerta aquellos a quienes les ha ido bien en determinados aspectos de la vida o se les ha confiado un puesto de responsabilidad en la congregación.

Proverbios 16:18 nos advierte: “El orgullo está antes de un ruidoso estrellarse; y unespíritu altivo, antes del tropiezo”. Piense en la caída más estrepitosa de la historia: la de un hijo perfecto de Dios, el ser espiritual que se convirtió a sí mismo en Satanás (Génesis 3:1-5; Revelación [Apocalipsis] 12:9). ¿Acaso no manifestó él un espíritu altivo antes de su caída? La Biblia hace referencia a esto al recomendar que no se nombre para un puesto de superintendencia en la congregación a un hermano recién convertido, “por temor de que se hinche de orgullo y caiga en el juicio pronunciado contra el Diablo” (1 Timoteo 3:1, 2, 6). Es vital, por lo tanto, que no alimentemos el orgullo de otras personas ni permitamos que se desarrolle ese defecto en nuestro corazón.

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