jueves, 24 de julio de 2014

La armadura espiritual

Curioseando un poco por internet  me dió por buscar ¿como sería la armadura espiritual de Dios (Efesios 6:13-17)? Mi sorpresa comenzó al ver imágenes con gladiadores (luchadores que participaron en exhibiciones de extrema brutalidad). Luego veo imágenes de caballeros medievales, templarios con cruces, otra de centuriones romanos, soldados de Cristo, etc y otras tantas aberraciones de la mente humana.

“Pónganse la armadura completa que proviene de Dios para que puedan estar firmes contra las maquinaciones del Diablo.” (EFESIOS 6:11.)

Hallamos una descripción de esta armadura espiritual en Efesios 6:14-17, donde Pablo escribió: “Estén firmes [...] teniendo los lomos ceñidos con la verdad, y teniendo puesta la coraza de la justicia, y teniendo calzados los pies con el equipo de las buenas nuevas de la paz. Sobre todo, tomen el escudo grande de la fe, con el cual podrán apagar todos los proyectiles encendidos del inicuo. También, acepten el yelmo de la salvación, y la espada del espíritu, es decir, la palabra de Dios”.

Protección para los lomos, el pecho y los pies

 Los lomos ceñidos con la verdad. Pablo lo empleó para mostrar cuánto han de influir las Escrituras en nuestra vida. Podría decirse que deben rodearnos apretadamente, a fin de que vivamos en consonancia con la verdad y la defendamos en toda ocasión (Salmo 43:3; 1 Pedro 3:15). Para ello hemos de aplicarnos al estudio meditativo de la Biblia. Jesús tenía la ley de Dios “dentro de [sus] entrañas” (Salmo 40:8). Por esa razón, pudo contestar las preguntas de sus opositores citando de memoria de las Escrituras (Mateo 19:3-6; 22:23-32). Si dejamos que nos guíe, la verdad de la Biblia nos libra de razonamientos falsos y nos permite tomar buenas decisiones. Cuando nos enfrentemos a tentaciones o pruebas, las pautas bíblicas reforzarán nuestra resolución de hacer el bien. Por así decirlo, veremos a nuestro Magnífico Instructor, Jehová, y oiremos una palabra detrás de nosotros que diga: “Este es el camino. Anden en él” (Isaías 30:20, 21).

La coraza de la justicia. El corazón figurado —la persona que somos en nuestro interior— se inclina al mal, de modo que necesita especial protección (Génesis 8:21). Por consiguiente, debemos aprender y llegar a amar las justas normas de Jehová (Salmo 119:97, 105). El amor a la justicia nos impele a rechazar el modo de pensar mundano que hace caso omiso de las claras directrices divinas o rebaja su importancia. Además, amar lo que es recto y odiar lo que es malo impedirá que sigamos cualquier proceder que pueda arruinarnos la vida (Salmo 119:99-101; Amós 5:15). Jesús es ejemplar a este respecto, pues las Escrituras dicen de él: “Amaste la justicia, y odiaste el desafuero” (Hebreos 1:9).

Calzados los pies con el equipo de las buenas nuevas de la paz.  Pablo usó acertadamente el calzado para representar nuestra disposición a transmitir el mensaje del Reino a todo el que escuche. Esto es muy importante, pues ¿cómo podrían otros conocer a Jehová si nosotros no estuviéramos siempre listos para predicar? (Romanos 10:13-15.)

¿Cuál fue la actividad principal en la vida de Jesús? Él mismo le dijo al gobernador romano Poncio Pilato: “He venido al mundo [...] para dar testimonio acerca de la verdad”. Jesús predicó dondequiera que encontró un oído atento, y tanto le complacía su ministerio que lo antepuso a sus necesidades físicas (Juan 4:5-34; 18:37). Si nosotros, al igual que Jesús, anhelamos proclamar las buenas nuevas, hallaremos muchas oportunidades para transmitirlas a otros. Además, estar activos en el ministerio nos mantendrá fuertes espiritualmente (Hechos 18:5).

El escudo, el yelmo y la espada

El escudo grande de la fe. ¿Qué “proyectiles encendidos” emplea Satanás para socavar nuestra fe? Quizá promueva la persecución o la oposición en la familia, el empleo o el lugar de estudios. Asimismo, el deseo de adquirir más y más posesiones, así como la atracción de la inmoralidad, han causado estragos en la espiritualidad de algunos hermanos. A fin de protegernos de tales peligros, debemos tomar, “sobre todo, [...] el escudo grande de la fe”, cualidad que cultivamos cuando adquirimos conocimiento de Jehová, nos comunicamos regularmente con él en oración y percibimos su protección y bendición (Josué 23:14; Lucas 17:5; Romanos 10:17).


Cuando Jesús estuvo en la Tierra, demostró que en tiempos difíciles es fundamental contar con una fe fuerte. Él tuvo plena confianza en las decisiones de su Padre y se deleitó en hacer Su voluntad (Mateo 26:42, 53, 54; Juan 6:38). Aun en los momentos de enorme angustia que atravesó en el jardín de Getsemaní, le dijo: “No como yo quiero, sino como tú quieres” (Mateo 26:39). Jesús nunca perdió de vista la importancia de mantenerse íntegro y regocijar a su Padre (Proverbios 27:11). Si tenemos una confianza similar en Jehová, no permitiremos que las críticas o la oposición debiliten nuestra fe. Más bien, esta se fortalecerá si recurrimos a él, le expresamos nuestro amor y guardamos sus mandamientos (Salmo 19:7-11; 1 Juan 5:3). Ninguna recompensa material ni placer sensual momentáneo puede compararse a las bendiciones que Jehová reserva para los que lo aman (Proverbios 10:22).

El yelmo de la salvación. Nuestra esperanza cristiana se compara a esta pieza de la armadura, pues nos protege las facultades mentales (1 Tesalonicenses 5:8). Es verdad que mediante el conocimiento exacto de la Palabra de Dios hemos transformado la mente. Sin embargo, esta podría corromperse fácilmente, pues seguimos siendo humanos imperfectos y débiles. Cabe la posibilidad de que las metas de este sistema de cosas nos distraigan y hasta reemplacen la esperanza que Dios nos ha dado (Romanos 7:18; 12:2). El Diablo trató en vano de descarriar a Jesús ofreciéndole “todos los reinos del mundo y su gloria” (Mateo 4:8). Pero este rechazó de plano la oferta, y, como dijo Pablo, “por el gozo que fue puesto delante de él aguantó un madero de tormento, despreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios” (Hebreos 12:2).

La clase de confianza que Jesús tuvo no viene de modo automático. Si en lugar de mantener la mente fija en la esperanza la llenamos con los sueños y las metas de este sistema de cosas, nuestra fe en las promesas de Dios se debilitará. Con el tiempo, puede que hasta perdamos la esperanza. En cambio, si continuamente meditamos sobre las promesas divinas, seguiremos regocijándonos en la esperanza puesta ante nosotros (Romanos 12:12).

La espada del espíritu. La palabra, o mensaje, de Dios que se encuentra en la Biblia es una eficaz espada de dos filos que derrumba la falsedad religiosa y ayuda a la gente sincera a hallar libertad espiritual (Juan 8:32; Hebreos 4:12). Esta espada espiritual también nos defiende de las tentaciones y los ataques apóstatas que podrían arruinar nuestra fe (2 Corintios 10:4, 5). ¡Qué agradecidos estamos de que ‘toda Escritura esté inspirada por Dios y nos equipe completamente para toda buena obra’! (2 Timoteo 3:16, 17.)

Cuando Satanás tentó a Jesús en el desierto, este utilizó hábilmente la espada del espíritu para rechazar razonamientos falsos y tentaciones astutas. A cada embate de Satanás, él replicó: “Está escrito” (Mateo 4:1-11). Jesús también empleó la espada del espíritu para que otros escaparan del control de Satanás. “Lo que yo enseño no es mío, sino que pertenece al que me ha enviado”, dijo (Juan 7:16). Para imitar la habilidad con que Jesús enseñaba, debemos prepararnos.  En nuestro guerrear espiritual no solo hemos de usar la Biblia, sino también ‘hacer lo sumo posible para presentarnos aprobados a Dios, trabajadores que no tienen de qué avergonzarse, que manejan la palabra de la verdad correctamente’ (2 Timoteo 2:15). ¡Y qué satisfacción sentimos cuando respondemos con la Biblia a una pregunta sincera de alguien que manifiesta interés!

Orar en toda ocasión

Tras hablar de todas las piezas de la armadura espiritual, Pablo nos da otro consejo importante. A fin de resistir los ataques de Satanás, los cristianos deben recurrir a “toda forma de oración y ruego”. ¿Con cuánta frecuencia? El apóstol contesta: “[Ocúpense] en orar en toda ocasión en espíritu” (Efesios 6:18). La oración puede fortalecernos inmensamente ante las tentaciones, las pruebas o el desánimo (Mateo 26:41). Jesús “ofreció ruegos y también peticiones a Aquel que podía salvarlo de la muerte, con fuertes clamores y lágrimas, y fue oído favorablemente por su temor piadoso” (Hebreos 5:7).


El Diablo sabe que le queda poco tiempo, de ahí que redoble sus esfuerzos por derrotarnos (Revelación 12:12, 17). Tenemos que oponernos a este poderoso enemigo y “pelea[r] la excelente pelea de la fe” (1 Timoteo 6:12). Para ello necesitamos una fortaleza superior a la normal (2 Corintios 4:7). También precisamos el espíritu santo de Dios, por lo que debemos pedirlo. Jesús prometió: “Si ustedes, aunque son inicuos, saben dar buenos regalos a sus hijos, ¡con cuánta más razón dará el Padre en el cielo espíritu santo a los que le piden!” (Lucas 11:13).

Está claro que es esencial que nos pongamos la armadura completa que nos da Jehová. Para llevarla se exige que cultivemos cualidades piadosas, como la fe y la justicia. Es imprescindible que amemos la verdad como si estuviéramos ceñidos con ella, que estemos dispuestos a proclamar las buenas nuevas en toda ocasión y que mantengamos la mente fija en la esperanza puesta ante nosotros. Asimismo, debemos hacernos diestros en el manejo de la espada del espíritu. Con la armadura completa que provienede Dios, saldremos victoriosos en nuestra lucha contra las fuerzas espirituales inicuas y realmente daremos gloria al santo nombre de Jehová (Romanos 8:37-39).

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