domingo, 11 de mayo de 2014

¿ Què es la conducta relajada ?


La expresión conducta relajada (en griego a·sél·guei·a) denota “desenfreno [...], vida licenciosa, depravación”. El Léxico Griego-Español del Nuevo Testamento, de Alfred E. Tuggy, la define así: “descaro, grosería, desvergüenza, libertinaje, insolencia”. Otro léxico la define como una forma de “conducta que traspasa todos los límites socialmente aceptables”.

En la “conducta relajada” se dan dos elementos: 1) la conducta en cuestión constituye una violación grave de las leyes de Dios, y 2) la actitud del pecador es irrespetuosa e insolente. Por lo tanto, la expresión “conducta relajada” no se refiere a mala conducta de poca importancia, sino a actos que constituyen graves violaciones de las leyes de Dios y que reflejan una actitud descarada o un atrevimiento irreverente, es decir, una actitud que revela falta de respeto o hasta desprecio por las leyes, normas y autoridad. Pablo también relaciona la conducta relajada con el coito ilícito (Romanos 13:13, 14). Puesto que en Gálatas 5:19-21 se incluye la conducta relajada entre algunas de las prácticas pecaminosas que impedirían que se heredara el Reino de Dios, esta es motivo suficiente para que una persona sea censurada.

En 2 Corintios 12:21, Pablo alude a los que ‘pecaron antes, pero que no se han arrepentido de la inmundicia y fornicación y conducta relajada que han practicado’.

En Efesios 4:19, Pablo habla de algunas personas que habían “llegado a estar más allá de todo sentido moral” y que “se entregaron a la conducta relajada para obrar toda clase de inmundicia con avidez”. Así pues, Pablo sitúa la “inmundicia con avidez” en la misma categoría que la conducta relajada.

La inmundicia grave no solo se manifiesta en pecados sexuales. Por ejemplo, imagínese a un jovencito bautizado que se fuma unos cuantos cigarrillos en un corto espacio de tiempo. Él confiesa el pecado a sus padres y está decidido a no volver a hacerlo. Se trata de un caso de inmundicia en el que no ha llegado a haber “inmundicia con avidez”.

Algunos cristianos han comenzado a ver pornografía. Bien podría llegarse a la conclusión de que su conducta no ha llegado al punto de ser “inmundicia con avidez”. El hermano tampoco mostró una actitud descarada, y por lo tanto no constituiría conducta relajada.

Este tipo de inmundicia exigirá sólidos consejos bíblicos y, quizás, la ayuda continuada de los ancianos. Ahora bien, supongamos que, durante años, un cristiano ha visto en secreto pornografía repugnante y sexualmente degradante, y ha hecho todo lo posible por ocultar este pecado. Dicho material pornográfico pudiera abarcar violaciones en grupo, sadomasoquismo, tortura sádica, maltrato de mujeres o hasta pornografía infantil. Cuando su conducta sale a la luz, se siente profundamente avergonzado.

Aunque no tenga una actitud descarada, ‘se ha entregado’ a un vicio repugnante y que ha practicado “inmundicia con avidez”, es decir, inmundicia grave.  Si hubiera invitado a alguien a ver pornografía en su casa —lo que equivaldría a promoverla—, sería prueba de que tal persona tenía una actitud descarada, característica de la conducta relajada.

El término bíblico “conducta relajada” siempre se refiere a un pecado grave, normalmente de índole sexual. Por otro lado, las transgresiones graves de la ley de Jehová que comete una persona que no manifiesta una actitud de descaro pudieran implicar “avidez”. Tales casos tienen que ver con inmundicia grave, y deben tratarse sobre esa base.

¿He permitido que la actitud relajada del mundo influya en mí?

Si eres un joven cristiano, recuerda que eres uno de los blancos preferidos de Satanás. Él no desea que te sometas a la autoridad de Jehová. Por eso utiliza “los deseos que acompañan a la juventud” y la presión de otros jóvenes para hacerte creer que las leyes divinas son muy difíciles de cumplir (2 Tim. 2:22). No te dejes convencer. Esfuérzate por ver lo sabias que son las normas de Jehová. Por ejemplo, la Biblia dice: “Huyan de la fornicación” (1 Cor. 6:18). Pregúntate: “¿Por qué es sabio este mandato? ¿Qué beneficios recibiré si lo obedezco?”. Tal vez conozcas a algunos que decidieron desobedecerlo y pagaron muy caro su error. Puede que ni siquiera estén ya en la organización de Jehová. ¿Dirías que ahora son más felices? ¿Llevan una vida mejor que la que llevaban cuando servían a Dios? ¿Han descubierto un secreto para la felicidad que los demás siervos de Dios no conocemos? (Léase Isaías 65:14.)

Veamos lo que escribió hace algún tiempo una cristiana llamada Sharon: “Desobedecí a Jehová y contraje una enfermedad mortal, el sida. A menudo pienso en lo feliz que fui durante los muchos años que le serví fielmente”. Sharon reconoció que fue una insensatez de su parte violar las leyes divinas y que debió haberlas valorado más. En efecto, las normas de Jehová nos protegen. Sharon falleció tan solo siete semanas después de escribir esas palabras. Su trágica experiencia demuestra que Satanás no tiene nada bueno que ofrecer a quienes se unen a este sistema malvado. Él hace muchas promesas, pero como es el “padre de la mentira”, ninguna de ellas se cumple, como se vio en el caso de la promesa que le hizo a Eva (Juan 8:44). Está claro que lo mejor para nosotros es aceptar siempre la autoridad de Jehová.

Evitemos el espíritu de independencia

Para someternos a la autoridad de Jehová, es necesario que evitemos el espíritu de independencia. Una actitud orgullosa pudiera llevarnos a desarrollar dicho espíritu, a pensar que no necesitamos la guía de nadie. Y como consecuencia, podríamos resistirnos a aceptar los consejos de quienes dirigen al pueblo de Dios. Pero recordemos que Jehová ha dispuesto que el esclavo fiel y discreto suministre alimento espiritual a su debido tiempo (Mat. 24:45-47). De modo que todos debemos reconocer humildemente que esta es la manera como él cuida hoy de su pueblo. Seamos como los apóstoles fieles. Cuando algunos discípulos se ofendieron y abandonaron a Jesús, este preguntó a sus apóstoles: “Ustedes no quieren irse también, ¿verdad?”. Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién nos iremos? Tú tienes dichos de vida eterna” (Juan 6:66-68).

Aceptar la autoridad de Jehová implica responder a los consejos basados en su Palabra. Por ejemplo, el esclavo fiel y discreto nos ha exhortado una y otra vez a ‘quedarnos despiertos y mantener nuestro juicio’ (1 Tes. 5:6). Tal consejo es muy oportuno en estos últimos días en los que muchos son “amadores de sí mismos [y] amadores del dinero” (2 Tim. 3:1, 2). ¿Pudieran influir en nosotros esas actitudes? Sin duda. Si las metas que nos ponemos no tienen nada que ver con nuestro servicio a Dios, corremos el riesgo de adoptar una actitud materialista o de dormirnos en sentido espiritual (Luc. 12:16-21). Obviamente, lo más sabio es obedecer los consejos bíblicos y evitar el estilo de vida egoísta, que tan común es en el mundo de Satanás (1 Juan 2:16).

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