jueves, 15 de mayo de 2014

La libertad de que disfrutan los adoradores de Jehová en Cuba

Jehová creó a nuestros primeros padres, les concedió una libertad que superaba con creces a la que cualquier hombre pueda tener hoy. Su hogar era el Paraíso, el hermoso jardín de Edén. Ninguna enfermedad empañaba su alegría de vivir, ya que poseían una mente y un cuerpo perfectos. No los aguardaba la muerte, como ha sucedido con el resto de la humanidad desde entonces. Además, no eran robots, sino que contaban con el maravilloso don del libre albedrío, la facultad de decidir por sí mismos.

 La inclinación a la maldad, agravada por la influencia satánica, produjo una sociedad humana con un historial repleto de odio, crímenes, opresión y guerras, todo lo cual se ha cobrado millones de vidas. ¡Qué diferencia con la libertad que Dios concedió a la humanidad al principio! (Deuteronomio 32:4, 5; Job 14:1, 2; Romanos 5:12; Revelación [Apocalipsis] 12:9.)


¿Dónde puede hallarse libertad?
6 En vista de las deplorables condiciones que reinan hoy en todo el mundo, no sorprende que la gente suspire por mayor libertad. Pero ¿dónde puede hallarse la verdadera libertad? Jesús dijo: “Si permanecen en mi palabra, verdaderamente son mis discípulos, y conocerán la verdad, y la verdad los libertará” (Juan 8:31, 32). Esta libertad no es la que esperan obtener los hombres cuando rechazan a un dirigente político o un tipo de gobierno en favor de otro, sino la que llega a la raíz de los problemas humanos. Jesús habló de liberación de la esclavitud al pecado (Juan 8:24, 34-36). Así, cuando alguien se hace discípulo genuino de él, experimenta un cambio notable en su vida, una liberación.
7 Lo anterior no significa que en la actualidad los cristianos verdaderos ya no sientan los efectos de la tendencia innata al mal. Puesto que han heredado el pecado, todavía luchan contra él (Romanos 7:21-25). No obstante, quien vive en conformidad con las enseñanzas de Jesús ha dejado de ser esclavo del pecado; este ya no actúa en él como un dictador cuyas órdenes deba obedecer ciegamente. No se siente atrapado en un modo de vida carente de propósito que le deje la conciencia sucia. Al contrario, tiene la conciencia limpia ante Dios, pues sus pecados del pasado han sido perdonados por su fe en el sacrificio de Cristo. Las inclinaciones pecaminosas quizá traten de dominarlo, pero si se niega a ceder a ellas porque tiene presentes las enseñanzas puras de Cristo, demuestra que el pecado ya no es su amo (Romanos 6:12-17).
8 Pensemos en las libertades de que disfrutamos los cristianos. Se nos ha liberado de los efectos de las enseñanzas falsas y de la esclavitud a las supersticiones y al pecado. Las maravillosas verdades sobre la condición de los muertos y la resurrección nos han emancipado del temor irracional a la muerte. Aprender que el Reino justo de Dios pronto reemplazará a los imperfectos gobiernos humanos nos libera de la desesperanza (Daniel 2:44; Mateo 6:10). Esto último, sin embargo, no nos autoriza para faltar al respeto a las autoridades ni a sus leyes (Tito 3:1, 2; 1 Pedro 2:16, 17).
Si tomamos en serio lo que nos dicen las Escrituras, adoptaremos decisiones sabias, a diferencia de Adán. Demostraremos que nuestra prioridad en la vida es disfrutar de una buena relación con Jehová.

El deseo de otro tipo de libertad
10 A veces, algunos testigos de Jehová jóvenes —y otros no tan jóvenes— empiezan a anhelar otro tipo de libertad. Tal vez les fascinan las prácticas no cristianas que son populares en el mundo, y cuanto más piensan en ellas, más crece su deseo de adoptarlas. Aunque no pretendan consumir drogas, beber en exceso ni cometer fornicación, comienzan a relacionarse con personas que no son verdaderos cristianos y, en su ansia de ser aceptados por ellas, acaban imitando su forma de hablar y su conducta (3 Juan 11).

En ocasiones, la tentación de participar en conducta no cristiana procede de alguien que dice servir a Jehová. Así les sucedió a algunos cristianos primitivos, y lo mismo puede suceder en nuestros días. Instan a otros a “divertirse” un poco y ‘les prometen libertad, a la vez que ellos mismos son esclavos de la corrupción’ (2 Pedro 2:19).
Esa supuesta libertad siempre produce malos frutos, pues entraña desobedecer las leyes de Dios. Por ejemplo, las relaciones sexuales ilícitas pueden originar problemas emocionales, enfermedades, muertes, embarazos no deseados y rupturas matrimoniales (1 Corintios 6:18; 1 Tesalonicenses 4:3-8). Algunas de las posibles consecuencias del consumo de drogas son las siguientes: irritabilidad, mala articulación verbal, visión borrosa, mareos, dificultades respiratorias, alucinaciones y muerte. Si la persona, además, se vuelve adicta, quizá recurra a actividades delictivas para mantener el vicio. Los resultados del alcoholismo son prácticamente iguales (Proverbios 23:29-35). Quienes siguen ese tipo de conducta tal vez piensen que son libres, pero cuando ya es demasiado tarde, descubren que se han convertido en esclavos del pecado. 
 La Biblia explica: “Cada uno es probado al ser provocado y cautivado por su propio deseo. Entonces el deseo, cuando se ha hecho fecundo, da a luz el pecado; a su vez, el pecado, cuando se ha realizado, produce la muerte” (Santiago 1:14, 15). ¿Qué despierta dicho deseo? Lo que se introduce en la mente, sobre todo cuando uno se relaciona con personas que no siguen los principios bíblicos. Todos sabemos, claro está, que debemos evitar “las malas compañías” (1 Corintios 15:33).
¿Significa el hecho de que alguien parezca honorable que sea una buena compañía? (Génesis 34:1, 2, 18, 19.)
¿Pudieran indicar la conversación y los chistes de alguien si conviene que nos relacionemos estrechamente con él? (Efesios 5:3, 4.)
¿Qué pensará Jehová si escogemos como amigos íntimos a personas que no lo aman? (2 Crónicas 19:1, 2.)
Si en el trabajo o la escuela tratamos con personas que no comparten nuestra fe, ¿por qué debemos tener cuidado? (1 Pedro 4:3, 4.)
Cuando vemos la televisión o películas, usamos Internet o leemos libros, revistas y periódicos, en cierto modo nos estamos relacionando con otras personas. ¿Contra qué tipo de información procedente de tales fuentes debemos estar en guardia? (Proverbios 3:31; Isaías 8:19; Efesios 4:17-19.)
¿Qué le dicen a Jehová sobre la clase de personas que somos las amistades que escogemos? (Salmo 26:1, 4, 5; 97:10.)





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