sábado, 17 de mayo de 2014

Sigamos practicando lo que hemos aprendido

“Las cosas que ustedes aprendieron así como también aceptaron y oyeron y vieron relacionadas conmigo, practiquen estas; y el Dios de la paz estará con ustedes.” (FILIPENSES 4:9.)

LA RELIGIÓN está ganando terreno, pero la moralidad lo está perdiendo.” Este titular del boletín Emerging Trends resumió los resultados de una encuesta a escala nacional en Estados Unidos. Al parecer, en ese país se ha producido un aumento en el número de personas que asisten a la iglesia y dicen que la religión ocupa un lugar importante en su vida. 


Sin embargo, el informe señala: “A pesar de estas cifras nada desdeñables, muchos estadounidenses cuestionan sin rodeos la repercusión que la fe religiosa está teniendo en la vida de los individuos y de la sociedad en general”.


Esta situación no es exclusiva de un solo país. Por todo el mundo, muchas personas que dicen aceptar la Biblia y ser religiosas no permiten que las Escrituras ejerzan verdadera influencia en su vida (2 Timoteo 3:5). “Todavía tenemos en alta estima la Biblia —declaró el director de un equipo investigador—, pero dedicar tiempo a leerla, estudiarla y ponerla en práctica es algo del pasado.”

Sin embargo, la situación es diferente en el caso de los auténticos cristianos. La aplicación de los consejos de la Palabra de Dios ha producido cambios en sus pensamientos y conducta, y otras personas observan fácilmente la nueva personalidad que manifiestan (Colosenses 3:5-10). Para los discípulos de Jesús, la Biblia no es un libro olvidado que acumula polvo en un estante. El apóstol Pablo les dijo algo muy distinto a los cristianos de Filipos: “Las cosas que ustedes aprendieron así como también aceptaron y oyeron y vieron relacionadas conmigo, practiquen estas; y el Dios de la paz estará con ustedes” (Filipenses 4:9). Los cristianos hacen más que aceptar la verdad de la Palabra de Dios; actúan en armonía con lo que aprenden y aplican sin cesar los consejos bíblicos, ya sea en la familia, en el empleo, en la congregación o en cualquier otra faceta de la vida.


 Practicar las leyes y principios divinos no es fácil. El mundo en que vivimos yace en el poder de Satanás, a quien la Biblia llama “el dios de este sistema de cosas” (2 Corintios 4:4; 1 Juan 5:19).



Por tanto, es esencial que nos mantengamos en guardia contra todo lo que pudiera dificultar que sigamos un proceder de integridad para con Jehová Dios. 



¿Cómo podemos ser íntegros?

Retengamos “el modelo de palabras saludables”

 Un aspecto de practicar lo que hemos aprendido consiste en apoyar con lealtad la adoración verdadera a pesar de la oposición de los no creyentes. El aguante requiere esfuerzo. “Si alguien quiere venir en pos de mí —indicó Jesús—, repúdiese a sí mismo y tome su madero de tormento y sígame de continuo.” (Mateo 16:24.) Jesús no dijo que lo siguiéramos solo una semana, un mes o un año, sino “de continuo”. Sus palabras muestran que nuestro discipulado no puede ser una simple etapa de la vida, ni una devoción pasajera que hoy está aquí y mañana se ha ido. Apoyar lealmente la adoración verdadera implica aguantar con fidelidad en el proceder que hemos escogido, pase lo que pase. ¿Cómo podemos lograrlo?

 Pablo dirigió esta exhortación a su colaborador Timoteo: “Sigue reteniendo el modelo de palabras saludables que oíste de mí con la fe y el amor que hay en relación con Cristo Jesús” (2 Timoteo 1:13). ¿Qué quiso decir? El término griego que aquí se traduce “modelo” se refiere en sentido literal al boceto de un artista. Aunque no tiene demasiados detalles, sus contornos bien definidos permiten al observador perspicaz hacerse una idea general del cuadro. De modo parecido, el modelo de la verdad que Pablo enseñó a Timoteo y a otros no se concibió para dar una respuesta concreta a toda pregunta concebible. Aun así, como si de un boceto se tratara, este conjunto de enseñanzas proporciona la guía suficiente para que los rectos de corazón perciban qué espera Jehová de ellos. Y, claro está, a fin de complacer a Dios, los cristianos deben seguir reteniendo ese modelo de la verdad practicando lo que han aprendido.

En el siglo primero, hombres como Himeneo, Alejandro y Fileto promovían ideas que no encajaban en “el modelo de palabras saludables” (1 Timoteo 1:18-20; 2 Timoteo 2:16, 17). ¿Cómo podían impedir los primeros cristianos que los apóstatas los extraviaran? Estudiando con atención los escritos inspirados por Dios y poniéndolos por obra. Quienes anduvieron en conformidad con el ejemplo de Pablo y de otros cristianos fieles, reconocieron y rechazaron todo lo que no se ajustaba al modelo de la verdad que se les había enseñado (Filipenses 3:17; Hebreos 5:14). En vez de estar “mentalmente enfermo[s] sobre cuestiones y debates acerca de palabras”, siguieron avanzando en el correcto proceder de la devoción piadosa (1 Timoteo 6:3-6). Nosotros hacemos lo mismo cuando continuamente ponemos en práctica las verdades que hemos aprendido. Es muy alentador ver que los millones de siervos de Jehová de toda la Tierra se aferran al modelo de la verdad bíblica que se les ha enseñado (1 Tesalonicenses 1:2-5).


Rechacemos los “cuentos falsos”


 Satanás trata de quebrantar nuestra integridad sembrando dudas sobre lo que se nos ha enseñado. Hoy, tal como en el siglo primero, hay apóstatas y otros individuos que procuran acabar con la fe de los ingenuos (Gálatas 2:4; 5:7, 8). Algunas veces se valen de los medios de comunicación para difundir información distorsionada o hasta mentiras descaradas respecto a los métodos y motivos del pueblo de Jehová.




Pablo advirtió de que algunos se dejarían apartar de la verdad. “Habrá un período —escribió— en que no soportarán la enseñanza saludable, sino que, de acuerdo con sus propios deseos, acumularán para sí mismos maestros para que les regalen los oídos; y apartarán sus oídos de la verdad, puesto que serán desviados a cuentos falsos.” (2 Timoteo 4:3, 4.)

En vez de retener el modelo de palabras saludables, algunos se dejaron seducir por “cuentos falsos”. ¿En qué consistían estos? Es posible que Pablo pensara en leyendas fantasiosas, como las que se encuentran en el libro apócrifo de Tobías. Los cuentos falsos quizá incluyeran asimismo rumores sensacionalistas y especulativos. Por otra parte, puede que hubiera quienes, “de acuerdo con sus propios deseos”, se sintieran intelectualmente atraídos a los que fomentaban un punto de vista permisivo de las normas divinas o criticaban a los que supervisaban la congregación (3 Juan 9, 10; Judas 4). Sean cuales fueren sus piedras de tropiezo, parece que algunos prefirieron las falsedades a las verdades de la Palabra de Dios. No tardaron en dejar de practicar las cosas que habían aprendido, lo cual perjudicó su espiritualidad (2 Pedro 3:15, 16).


 Para no dejarnos arrastrar por cuentos falsos, tenemos que seleccionar lo que oímos y leemos. Por ejemplo, los medios de comunicación promueven con frecuencia la inmoralidad. Muchas personas alientan el agnosticismo y el total ateísmo. Los partidarios de la alta crítica se burlan de la afirmación de la Biblia de estar inspirada por Dios. Y los apóstatas de nuestros días siguen tratando de plantar semillas de duda con objeto de socavar la fe de los cristianos. Con relación a un peligro comparable, el que representaban los falsos profetas en el siglo primero, el apóstol Juan advirtió: “Amados, no crean toda expresión inspirada, sino prueben las expresiones inspiradas para ver si se originan de Dios, porque muchos falsos profetas han salido al mundo” (1 Juan 4:1). Por consiguiente, hemos de tener cuidado.


 A este respecto, Pablo escribió: “Sigan poniéndose a prueba para ver si están en la fe” (2 Corintios 13:5). El apóstol nos exhortó a seguir probándonos para determinar si seguimos fieles al cuerpo de creencias cristianas. Si nos inclinamos a prestar oído a los descontentos, debemos analizarnos bajo oración (Salmo 139:23, 24). ¿Somos propensos a buscar faltas en el pueblo de Jehová? Si así es, ¿por qué? ¿Nos han herido las palabras o acciones de alguien? En ese caso, ¿mantenemos la situación en su debida perspectiva? Cualquier problema que afrontemos en este sistema de cosas es temporal (2 Corintios 4:17). Aun si pasáramos por algunas pruebas en la congregación, ¿por qué deberíamos abandonar el servicio a Dios? Si estamos molestos por algo, ¿no sería mucho mejor hacer lo que podamos para resolver el asunto y luego dejarlo en manos de Jehová? (Salmo 4:4; Proverbios 3:5, 6; Efesios 4:26.)


 En vez de ser críticos, mantengamos un punto de vista espiritualmente saludable de la información que recibimos mediante el estudio personal y las reuniones de la congregación (1 Corintios 2:14, 15). Y en lugar de cuestionar la Palabra de Dios, es mucho más prudente manifestar la actitud de los bereanos del siglo primero, quienes examinaron con detenimiento las Escrituras (Hechos 17:10, 11). Actuemos, pues, en armonía con lo que aprendemos, rechazando los cuentos falsos y aferrándonos a la verdad.


Hay otro tipo de cuentos falsos contra los que debemos estar en guardia. Circula una gran cantidad de historias sensacionalistas, a menudo a través del correo electrónico. Conviene ser cautelosos en este asunto, sobre todo si no sabemos cuál es el origen de la información. Aunque una experiencia o relato proceda de un cristiano de confianza, es posible que tal persona no conozca de primera mano los hechos. Por este motivo, es importante ser discretos para no repetir o reenviar relatos no confirmados. De seguro no deseamos esparcir “impíos cuentos”, o “cuentos falsos que violan lo que es santo” (1 Timoteo 4:7Miguens). Puesto que también tenemos la obligación de ser veraces unos con otros, la sabiduría dicta que evitemos todo lo que pueda inducirnos a difundir falsedades, aunque sea inadvertidamente (Efesios 4:25).


Los buenos resultados de practicar la verdad

Practicar lo que aprendemos en el estudio personal y las reuniones cristianas nos reportará numerosos beneficios. Por ejemplo, quizá veamos cómo mejora nuestro trato con quienes están relacionados con nosotros en la fe (Gálatas 6:10). Nuestra propia disposición experimentará un cambio positivo al aplicar los principios bíblicos (Salmo 19:8). Además, al poner en práctica lo que aprendemos, ‘adornamos la enseñanza de Dios’, y es probable que atraigamos a otras personas a la adoración verdadera (Tito 2:6-10).


 Entre los testigos de Jehová hay muchos jóvenes que practican lo que han aprendido mediante su estudio personal de la Biblia y de las publicaciones cristianas, así como por su presencia regular en las reuniones de congregación. Su magnífica conducta constituye un vigoroso testimonio a sus profesores y compañeros de estudios (1 Pedro 2:12). Veamos el caso de Leslie, una joven estadounidense de 13 años de edad. Ella reconoce que le resultaba difícil hablar de su fe con sus condiscípulos, pero un día eso cambió. “En clase se hablaba de cómo la gente trata de venderte cosas. Una chica alzó la mano y mencionó a los testigos de Jehová.” Dado que Leslie era Testigo, ¿cómo reaccionaría? “Defendí mi fe —relata ella—, y estoy segura de que eso sorprendió a todos, pues soy bastante callada en la escuela.” ¿Cuál fue el resultado de su valiente defensa? “Como la estudiante tenía más preguntas, le dejé un folleto y un tratado”, responde Leslie. Sin duda, Jehová debe de sentir gran regocijo cuando los jóvenes que practican lo que han aprendido se arman de valor y dan testimonio en la escuela (Proverbios 27:11; Hebreos 6:10).


La Biblia insta a los cristianos a comportarse honradamente en todas las cosas (Hebreos 13:18). La falta de honradez puede truncar la relación con nuestro prójimo y, más importante, con Dios mismo (Proverbios 12:22). Nuestra conducta confiable evidencia que estamos practicando lo que hemos aprendido, y ha hecho que numerosas personas sientan más respeto por los testigos de Jehová.


Quienes practican lo que han aprendido en la Palabra de Dios cosechan muchos beneficios. El discípulo Santiago escribió: “El que mira con cuidado en la ley perfecta que pertenece a la libertad, y persiste en ella, este, por cuanto se ha hecho, no un oidor olvidadizo, sino un hacedor de la obra, será feliz al hacerla” (Santiago 1:25). En efecto, si actuamos en conformidad con lo que hemos aprendido en las Escrituras, seremos verdaderamente felices y estaremos mejor preparados para afrontar las presiones de la vida. Y, más importante aún, tendremos la bendición de Jehová y la perspectiva de vivir para siempre (Proverbios 10:22; 1 Timoteo 6:6).





 Por tanto, pongamos todo nuestro empeño en aplicarnos al estudio de la Palabra de Dios. Reunámonos regularmente con quienes adoran a Jehová y prestemos atención a la información que se expone en las reuniones cristianas. Practiquemos lo que aprendamos, sigamos poniéndolo por obra, y ‘el Dios de la paz estará con nosotros’ (Filipenses 4:9).

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