domingo, 27 de julio de 2014

Dictadores castristas vistos por Jehová

“No llegaré a ser uno que vende heridas; y en mi casa no hay ni pan ni manto.  Ustedes no deben ponerme como dictador sobre el pueblo” (Isaías 3:7).

Jehová humilla a los que se ensalzan

Prestar atención a la proclamación de Isaías nos dará una idea clara de lo que Dios condena y nos ayudará a evitar la conducta que desaprueba. Analicemos, pues, con actitud expectante, las palabras proféticas de Jehová que se hallan en Isaías 2:6–4:1.



Se inclinan con orgullo

 Isaías confiesa los errores de su pueblo:
 “Han quedado llenos de lo que proviene de Oriente,  y son practicantes de magia como los filisteos, y abundan con hijos de extranjeros” (Isaías 2:6b). Unos ochocientos años antes, Jehová había dado a su pueblo escogido este mandato: “No se hagan inmundos por medio de ninguna de estas cosas [...] [mediante las cuales] se han hecho inmundas las naciones que voy a enviar de delante de ustedes” (Levítico 18:24). Respecto a los que Él había elegido para que fueran Su propiedad especial, Jehová obligó a Balaam a decir: “Desde la cima de las rocas los veo, y desde las colinas los contemplo. Allí como pueblo siguen residiendo aislados, y a sí mismos no se cuentan entre las naciones” (Números 23:9, 12). Para el tiempo de Isaías, sin embargo, los escogidos de Jehová han adoptado los hábitos abominables de las naciones circundantes y están “llenos de lo que proviene de Oriente”. En vez de tener fe en Jehová y su palabra, están practicando “magia como los filisteos”. Lejos de mantenerse separados de las naciones, han permitido que en el país ‘abunden’ los “hijos de extranjeros”, seguramente extranjeros que inician al pueblo de Dios en las prácticas impías.
 Isaías observa la prosperidad económica y el poderío militar de Judá durante el reinado de Uzías y dice: “Su país está lleno de plata y de oro, y no hay límite para sus tesoros. Y su país está lleno de caballos, y no hay límite para sus carros” (Isaías2:7). ¿Agradece el pueblo a Jehová esa riqueza y fuerza militar? (2 Crónicas 26:1, 6-15.) Ni mucho menos. Al contrario, cifran su confianza en la riqueza misma y le dan la espalda a Jehová Dios, la Fuente de su abundancia. ¿Con qué consecuencias? “Su país está lleno de dioses que nada valen. Ante la obra de las manos de uno se inclinan, antelo que han hecho los dedos de uno. Y el hombre terrestre se inclina, y el hombrequeda rebajado, y no te es posible perdonarlos.” (Isaías 2:8, 9.) Le vuelven la cara al Dios vivo y se inclinan ante ídolos sin vida.
 Aunque inclinarse puede ser un signo de humildad, postrarse ante objetos inanimados es inútil, y hace que el adorador del ídolo quede “rebajado”, degradado. ¿Cómo puede perdonar Jehová un pecado como ese? ¿Qué harán esos idólatras cuando Él les pida cuentas?

‘Los ojos altivos tienen que ser rebajados’
 Isaías pasa a decir:
“Entra en la roca y escóndete en el polvo a causa de lopavoroso de Jehová, y ante su espléndida superioridad” (Isaías 2:10). Pero ninguna roca será lo bastante grande para protegerlos de Jehová, el Todopoderoso, ni habrá nada lo suficientemente grueso como para ocultarlos de su vista. Cuando Él venga a ejecutar su sentencia, “los ojos altivos del hombre terrestre tienen que ser rebajados, y la altanería de los hombres tiene que inclinarse; y solo Jehová tiene que ser puesto en alto en aquel día” (Isaías 2:11).
“El día que pertenece a Jehová de los ejércitos” se acerca, el día en que Dios descargará su ira “sobre todos los cedros del Líbano que están encumbrados elevados, y sobre todos los árboles macizos de Basán; y sobre todas las montañas encumbradas y sobre todas las colinas que están elevadas; y sobre toda torre alta sobre todo muro fortificado; y sobre todas las naves de Tarsis y sobre todos los barcos deseables” (Isaías 2:12-16). En efecto, en el día de la cólera de Jehová les llegará su hora a todos los individuos impíos y a todas las organizaciones que el hombre ha erigido como símbolo de su orgullo. De ese modo, 
“la altivez del hombre terrestre tiene que inclinarse, y la altanería de los hombres tiene que ser rebajada; y solo Jehová tiene que ser puesto en alto en aquel día” (Isaías 2:17).
El predicho día de juicio alcanza a los judíos en el año 607 a.E.C., cuando el rey Nabucodonosor de Babilonia destruye Jerusalén. Los habitantes contemplan su amada ciudad en llamas, sus espléndidos edificios demolidos, sus recias murallas derruidas. El templo de Jehová ha quedado reducido a escombros. Ni sus tesoros ni sus carros son de valor alguno en “el día que pertenece a Jehová de los ejércitos”. ¿Y qué sucede con sus ídolos? Precisamente lo que predice Isaías: “Los mismísimos dioses que nada valen pasarán por completo” (Isaías 2:18). Los judíos, entre ellos los príncipes y hombres poderosos, son desterrados a Babilonia. Jerusalén habrá de yacer desolada durante setenta años.
La situación de Jerusalén y Judá en tiempos de Isaías se parece muchísimo a la de la cristiandad. Es patente que esta ha entablado una amistad estrecha con las naciones del mundo. Apoya con entusiasmo a las Naciones Unidas y ha llenado su casa de ídolos y prácticas contrarias a las Escrituras. Sus adeptos son materialistas, y confían en el poderío militar. ¿Y acaso no consideran a sus clérigos dignos de mucha distinción y les confieren títulos y honores? El engreimiento de la cristiandad se desvanecerá por completo. Pero ¿cuándo?

El inminente “día de Jehová”
 Las Escrituras señalan un “día de Jehová” que será mucho más importante que el día de juicio que les sobrevino a las antiguas Jerusalén y Judá. Bajo inspiración, el apóstol Pablo relacionó el venidero “día de Jehová” con la presencia del rey Jesucristo entronizado (2 Tesalonicenses 2:1, 2). Pedro habló de aquel día y lo vinculó al establecimiento de unos ‘nuevos cielos y una nueva tierra en los que la justicia habrá de morar’ (2 Pedro 3:10-13). Es el día en que Jehová ejecutará su sentencia contra todo este sistema de cosas malvado, incluida la cristiandad.

 “¡Ay del día —dice el profeta Joel—; porque el día de Jehová está cerca, y como despojo violento del Todopoderoso vendrá!” En vista de la inminencia de ese “día”, ¿no deberíamos todos preocuparnos de hallar protección durante ese período sobrecogedor? “¿Quién puede sostenerse bajo él?”, pregunta Joel, y él mismo responde: “Jehová será un refugio para su pueblo” (Joel 1:15; 2:11; 3:16). ¿Será Jehová Dios un refugio para quienes tienen espíritu altivo y confían en las riquezas, el poderío militar y los dioses creados por el hombre? ¡De ninguna manera! Dios abandonó incluso a su pueblo escogido cuando este actuó así. Por tanto, es esencial que todos los siervos de Dios “busquen justicia, busquen mansedumbre” y examinen seriamente el lugar que la adoración de Jehová ocupa en su vida (Sofonías 2:2, 3).



“A las musarañas y a los murciélagos”
12 Durante el gran día de Jehová, ¿qué pensarán de sus ídolos quienes los adoran? Isaías contesta: “La gente entrará en las cuevas de las rocas y en los agujeros del polvo, a causa de lo pavoroso de Jehová y ante su espléndida superioridad, cuando él se levante para que la tierra sufra sobresaltos. En aquel día el hombre terrestre arrojará a las musarañas y a los murciélagos sus dioses de plata inútiles y sus dioses de oro que nada valen, [...] a fin de entrar en los agujeros de las rocas y en las hendiduras de los peñascos, a causa de lo pavoroso de Jehová y ante su espléndida superioridad, cuando él se levante para que la tierra sufra sobresaltos.Por el propio bien de ustedes, manténganse a distancia del hombre terrestre, cuyo aliento está en sus narices, pues ¿sobre qué base ha de ser tomado en cuenta él mismo?” (Isaías 2:19-22).
13 Las musarañas viven en agujeros del terreno, y los murciélagos, en cuevas oscuras y desoladas. Donde se juntan muchos murciélagos para descansar hay un olor repulsivo y gruesas capas de excremento. Resulta muy adecuado que se arrojen los ídolos en sitios así, pues un lugar de oscuridad e inmundicia es justo lo que se merecen. En cuanto a la gente, en el día del juicio de Jehová buscará refugio en cuevas y hendiduras de las rocas. Por consiguiente, tanto los ídolos como sus adoradores correrán la misma suerte. En conformidad con la profecía de Isaías, en 607 a.E.C. aquellos ídolos sin vida no salvaron de las garras de Nabucodonosor ni a sus adoradores ni a Jerusalén.
14 ¿Qué hará la gente durante el día del juicio de Jehová que se cierne sobre la cristiandad y otros sectores del imperio mundial de la religión falsa? Al ver cómo empeoran las condiciones por toda la Tierra, la mayoría probablemente comprenderá que sus ídolos no tienen ningún valor. En vez de acudir a ellos, bien podría ser que buscara refugio y protección en organizaciones terrestres no religiosas, entre las que tal vez figure la de las Naciones Unidas, la “bestia salvaje de color escarlata” del capítulo 17 de Revelación (Apocalipsis). Serán “los diez cuernos” de esta bestia salvaje simbólica los que destruirán a Babilonia la Grande, el imperio mundial de la religión falsa, del que la cristiandad constituye una parte considerable (Revelación 17:3, 8-12, 16, 17).
15 Aunque la devastación y el incendio de Babilonia la Grande sean obra directa de los diez cuernos simbólicos, en realidad se trata de la ejecución de la sentencia de Jehová. Respecto a Babilonia la Grande, Revelación 18:8 señala: “Por eso, en un solo día vendrán sus plagas: muerte y lamento y hambre, y será quemada por completo con fuego, porque fuerte es Jehová Dios que la juzgó”. De modo que es a Jehová Dios, el Todopoderoso, a quien corresponde el mérito por liberar a la humanidad del dominio de la religión falsa. Tal como indica Isaías, “solo Jehová tiene que ser puesto en alto en aquel día. Porque es el día que pertenece a Jehová de los ejércitos” (Isaías 2:11b, 12a).
‘Tus guías te están haciendo andar errante’
16 Una sociedad estable debe tener “apoyo y sostén”, es decir, recursos indispensables como el alimento y el agua y, más importante aún, líderes dignos de confianza y capaces de dirigir al pueblo y mantener el orden público. Respecto al Israel antiguo, sin embargo, Isaías predice: “¡Miren!, el Señor verdadero, Jehová de los ejércitos, quita de Jerusalén y de Judá apoyo y sostén, todo el apoyo de pan y todo el apoyo de agua,hombre poderoso y guerrero, juez y profeta, y practicante de adivinación y hombre de edad madura, jefe de cincuenta y hombre altamente respetado y consejero perito en artes mágicas, y el encantador diestro” (Isaías 3:1-3). Simples muchachos serán príncipes y gobernarán de manera caprichosa. Los gobernantes no serán los únicos que oprimirán al pueblo, sino que “la gente realmente se tiranizará uno otro [...]. Se precipitarán, el muchacho contra el viejo, y el estimado en poco contra el que ha de recibir honra” (Isaías 3:4, 5). Los niños “se precipitarán” contra sus mayores sin guardarles el menor respeto. Las condiciones serán tan malas que a alguien sin aptitudes para gobernar le dirán: “Tienes un manto. Debes llegar a ser dictador para nosotros, y esta masa derribada debe estar bajo tu mano” (Isaías 3:6). Pero los que reciban esa invitación la rechazarán, pues insistirán en que no poseen ni la capacidad para sanar las heridas de la tierra ni la riqueza para asumir tal responsabilidad. Dirán:“No llegaré a ser uno que vende heridas; y en mi casa no hay ni pan ni manto.Ustedes no deben ponerme como dictador sobre el pueblo” (Isaías 3:7).
 Isaías continúa: 
“Jerusalén ha tropezado, y Judá mismo ha caído, porque su lengua y sus tratos están contra Jehová, puesto que se portan rebeldemente a los ojos de su gloria. La mismísima expresión de sus rostros realmente testifica contra ellos, y de su pecado semejante al de Sodoma de veras informan. No lo han escondido. ¡Ay de su alma! Porque se han repartido calamidad a  mismos” (Isaías3:8, 9). El pueblo del Dios verdadero se ha sublevado contra él de palabra y obra. Hasta sus expresiones faciales de desvergüenza y descaro son un reflejo de sus pecados, los cuales son tan repugnantes como los de Sodoma. Aunque tienen un pacto con Jehová, este no cambiará sus normas por ellos. “Le irá bien al justo, pues ellos comerán el mismísimo fruto de sus tratos. ¡Ay del inicuo!... Calamidad; ¡pues el tratamiento que con sus propias manos dispensó le será dispensado a él! En cuanto a mi pueblo, los que le asignan sus tareas están tratándolo severamente, y simples mujeres realmente gobiernan sobre él. Oh pueblo mío, los que te van guiando te están haciendo andar errante, y han confundido el camino de tus sendas.” (Isaías3:10-12.)
 Jehová ‘pronuncia sentencia’ y ‘entra en juicio’ con los ancianos y príncipes de Judá:“Ustedes mismos han quemado por completo la viña. Lo que fue tomado por robode los afligidos está en las casas de ustedes. ¿Qué quieren decir con esto deaplastar a mi pueblo, y moler los rostros mismos de los afligidos?” (Isaías 3:13-15). En vez de trabajar por el bienestar del pueblo, los caudillos se entregan a prácticas fraudulentas. Abusan de su autoridad enriqueciéndose y despojando a los pobres y necesitados. Pero deberán responder ante Jehová de los ejércitos de la opresión a la que han sometido a los afligidos. Sirva esto de advertencia a quienes hoy ocupan puestos de autoridad. Que nunca abusen de ella.
 La cristiandad —en particular su clero y sus personajes destacados— ha adquirido fraudulentamente muchas posesiones que deberían pertenecer a la gente común, a la que ha oprimido y continúa oprimiendo. También ha golpeado, perseguido y maltratado al pueblo de Dios, y ha mancillado el nombre de Jehová. Podemos estar seguros de que, a su debido tiempo, Jehová “entrará en juicio” contra ella.
“Una marca con hierro candente en vez de belleza”
Tras denunciar la maldad de los caudillos del pueblo, Jehová se dirige a “las hijas de Sión”, las mujeres de Jerusalén. Por lo visto para seguir la moda, llevan en los tobillos “cadenillas de los pasos”, que producen un melodioso tintineo. Caminan “con pasos menudos”, cortos, adoptando lo que podría considerarse un estilo de andar refinado y femenino. ¿Acaso hay algo malo en ello? Sí, la actitud de estas mujeres. Jehová dice:“Las hijas de Sión se han hecho altivas y andan con la garganta estirada y dando miradas provocativas con los ojos” (Isaías 3:16). Esa altivez no queda impune.
Por consiguiente, cuando la sentencia divina caiga sobre la tierra, las altaneras “hijas de Sión” lo perderán todo, incluso la belleza de la que tanto se enorgullecen. Dios mismo profetiza: “Jehová también realmente hará costrosa la coronilla de la cabeza de las hijas de Sión, y Jehová mismo les dejará descubierta la mismísima frente. En aquel día Jehová quitará la hermosura de las ajorcas y las cintas para la cabeza y los adornos de forma de luna, los pendientes y los brazaletes y los velos, las prendas de adorno para la cabeza y las cadenillas de los pasos y las fajas para los pechos las ‘casas del alma’ [probablemente frascos de perfume] y las conchas zumbadoras ornamentales [o amuletos], los anillos para los dedos y los anillos para la nariz, los vestidos de ceremonia y las sobretúnicas y las capas y las bolsas, y los espejos de mano y las prendas de vestir interiores y los turbantes y los velos grandes” (Isaías3:17-23; véanse las notas). ¡Qué cambio tan trágico!
El mensaje profético pasa a decir: 
“En vez de aceite balsámico llegará a haber meramente un olor mohoso; y en vez de un cinto, una soga; y en vez de un arreglo artístico del cabello, calvicie; y en vez de una prenda de vestir lujosa, un ceñirse desaco; una marca con hierro candente en vez de belleza” (Isaías 3:24). En el año 607 a.E.C., las orgullosas mujeres de Jerusalén pasan repentinamente de la riqueza a la pobreza. Pierden su libertad y reciben “una marca con hierro candente” como señal de esclavitud.
“Ciertamente quedará sin ocupante”
Jehová Dios se dirige ahora a la ciudad de Jerusalén y proclama: “A espada caerán tus propios hombres, y por guerra tu poderío. Y las entradas de ella tendrán queestar de duelo y expresar tristeza, y ella ciertamente quedará sin ocupante. Sesentará en la mismísima tierra” (Isaías 3:25, 26). Los hombres de Jerusalén caerán muertos en el campo de batalla, incluso los poderosos. La ciudad quedará arrasada. Será un tiempo “de duelo y expresar tristeza” por sus “entradas”. “Quedará sin ocupante”, desolada.
La muerte de los hombres a espada afectará drásticamente a las mujeres de Jerusalén. Al concluir esta sección de su libro profético, Isaías predice: “Siete mujeres realmente se agarrarán de un solo hombre en aquel día, y dirán: ‘Comeremos nuestro propio pan y nos vestiremos de nuestras propias mantas; solo que se nos llame por tu nombre para quitar nuestro oprobio’” (Isaías 4:1). Habrá tan pocos varones casaderos que varias mujeres se aferrarán a un solo hombre para poder llevar su nombre, es decir, para que la gente las conozca como esposas de él, y así librarse del oprobio de no tener marido. La Ley mosaica requería que el esposo proporcionara sustento y ropa a su esposa (Éxodo 21:10). Sin embargo, estas mujeres están dispuestas a liberar al hombre de sus obligaciones legales, pues consienten en ‘comer su propio pan y vestirse con su propia ropa’. ¡Qué situación tan desesperada para las que una vez fueron las altivas “hijas de Sión”!
Jehová humilla a los que se ensalzan. Así sucede en el año 607 a.E.C., cuando hace que la altivez de su pueblo escogido ‘se incline’ y su “altanería” quede ‘rebajada’. Los cristianos verdaderos nunca deben olvidar que “Dios se opone a los altivos, pero da bondad inmerecida a los humildes” (Santiago 4:6).

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