martes, 17 de junio de 2014

Jehová nos resguarda para la salvación



“Ustedes [...] están resguardados por el poder de Dios mediante la fe para una salvación que está lista para ser revelada en el último período.” (1 PED. 1:4, 5)
¿QUÉ RESPUESTA DARÍAMOS?
¿Cómo nos atrajo Jehová a la religión verdadera?
¿Cómo permitimos que Jehová nos guíe con sus consejos?
¿Cómo nos anima Jehová?
“El que haya aguantado hasta el fin es el que será salvo.” (Mat. 24:13.) Al hacer esta afirmación, Jesús dejó claro que para sobrevivir al castigo que traerá su Padre contra el mundo de Satanás tenemos que mantenernos íntegros hasta el fin. Esto no quiere decir, sin embargo, que Jehová espere que aguantemos apoyándonos en nuestra propia fuerza y sabiduría. La Biblia nos da esta garantía: “Dios es fiel, y no dejará que sean tentados más allá de lo que pueden soportar, sino que junto con la tentación también dispondrá la salida para que puedan aguantarla” (1 Cor. 10:13). ¿Qué implican estas palabras?
 Es evidente que Jehová tiene que saber todo acerca de nosotros —las dificultades que afrontamos, nuestra forma de ser y nuestra resistencia personal—, pues solo así puede estar seguro de que la tentación que permite que pasemos no sea superior a nuestras fuerzas. Pero ¿de verdad nos conoce tan a fondo? Sin la menor duda. Las Escrituras muestran que es consciente hasta del más mínimo detalle de cada uno. No se le escapa nada de nuestra vida y costumbres. Lo que es más, lee nuestros pensamientos y capta nuestras intenciones (léase Salmo 139:1-6).
¿Verdad que parece increíble que Dios se interese tanto por insignificantes seres humanos? Esa misma fue la cuestión que se planteó David, quien le dijo a Jehová: “Cuando veo tus cielos, las obras de tus dedos, la luna y las estrellas que tú has preparado, ¿qué es el hombre mortal para que lo tengas presente[?]” (Sal. 8:3, 4). Es posible que al hacer esta pregunta pensara en su propia experiencia. Siendo el hijo menor de Jesé, Jehová lo había considerado “un hombre agradable a su corazón” y lo había apartado “de seguir al rebaño” para que fuera “caudillo sobre [su] pueblo Israel” (1 Sam. 13:14; 2 Sam. 7:8). ¡Cómo debe de haberse sentido David al ver que el Creador del universo se fijaba en las meditaciones de un simple pastorcito como él!
 Pues el mismo asombro nos produce ver el gran interés que Jehová siente hoy por nosotros. Él se vale de la religión verdadera para reunir a quienes llama “las cosas deseables de todas las naciones” y está ayudando a esas personas a mantenerse fieles en su servicio (Ageo 2:7). A fin de entender mejor cómo nos apoya Jehová para que permanezcamos íntegros, analicemos en primer lugar cómo atrae a la gente a la adoración verdadera.



DIOS NOS ATRAJO AL LADO DE SU HIJO
 Jesús dijo: “Nadie puede venir a mí a menos que el Padre, que me envió, lo atraiga” (Juan 6:44). Este comentario implica que para hacernos discípulos de Cristo hemos necesitado la ayuda de Dios. Pero ¿cómo atrae Jehová al lado de su Hijo a las personas mansas como ovejas? Mediante la predicación cristiana y la actuación del espíritu santo. Por ejemplo, cuando Pablo y otros misioneros visitaron Filipos, se encontraron con una mujer llamada Lidia y le anunciaron las buenas nuevas. La crónica inspirada explica: “Jehová le abrió el corazón ampliamente para que prestara atención a las cosas que Pablo estaba hablando”. Como vemos, Dios le concedió su espíritu a fin de que captara el sentido del mensaje, con el resultado de que se bautizaron tanto ella como los miembros de su casa (Hech. 16:13-15).
 ¿Es el caso de Lidia un episodio aislado? De ningún modo. Si somos cristianos que hemos dedicado la vida a Jehová, él nos ha atraído como a ella a la adoración verdadera. Y tal como nuestro Padre celestial vio valiosas cualidades en el corazón de Lidia, también las ha visto en el nuestro. Cuando comenzamos a prestar atención a las buenas nuevas, Jehová nos ayudó a captarlas brindándonos su santo espíritu (1 Cor. 2:11, 12). Al esforzarnos por ir aplicando lo que aprendíamos y por hacer su voluntad, vimos su bendición. Y cuando le dedicamos nuestra vida, sintió una gran alegría. En realidad, desde que emprendimos el camino de la vida él ha estado con cada uno de nosotros, apoyándonos en todos los momentos.
7 Una vez que Jehová nos ayuda a dar los primeros pasos con él, no nos suelta de la mano. Sabe que, igual que no entramos en la verdad por nuestros propios medios, tampoco podremos seguir en la verdad por nosotros mismos. Dirigiéndose a cristianos ungidos, el apóstol Pedro señaló: “Ustedes [...] están resguardados por el poder de Dios mediante la fe para una salvación que está lista para ser revelada en el último período” (1 Ped. 1:4, 5). Estas palabras son aplicables en sentido general a todos los cristianos, y deberían interesarnos a cada uno de nosotros en la actualidad. ¿Por qué? Porque todos necesitamos el respaldo de Dios para serle fieles.
DIOS NOS GUARDA DE DAR UN PASO EN FALSO
8 Tanto las presiones de la vida como nuestra propia imperfección podrían distraernos espiritualmente. A su vez, esto nos pondría en peligro de dar un paso en falso sin ser conscientes de ello (léase Gálatas 6:1). Observemos cómo ilustra este hecho un suceso ocurrido durante la vida de David.
9 Cuando el rey Saúl lo perseguía, David demostró un admirable autocontrol y no se vengó de aquel monarca envidioso (1 Sam. 24:2-7). Sin embargo, no mucho después, se dejó dominar por la imperfección. Como andaba necesitado de provisiones para él y sus hombres, le pidió ayuda respetuosamente a un israelita llamado Nabal. Cuando este respondió con insultos, David se enfureció tanto que, con espíritu vengativo, decidió ir a matar a todos los hombres de la casa de Nabal. No se le ocurrió pensar que, al actuar así, Dios lo consideraría culpable de derramar sangre inocente. Solo la oportuna intervención de Abigail, la esposa de Nabal, evitó que cometiera aquella atrocidad. David reconoció que ella había sido un instrumento del cielo, por lo que le dijo: “¡Bendito sea Jehová el Dios de Israel, que te ha enviado este día a mi encuentro! Y bendita sea tu sensatez, y bendita seas tú que me has restringido este día de entrar en culpa de sangre y de hacer que mi propia mano venga en mi salvación” (1 Sam. 25:9-13, 21, 22, 32, 33).
10 ¿Qué nos enseña este relato? Jehová se valió de Abigail para evitar que David diera un mal paso. Y hoy sigue utilizando a seres humanos para ayudarnos. Como es evidente, no deberíamos esperar que cada vez que vayamos a cometer un error nos envíe a alguien para evitarlo. Tampoco deberíamos pensar que sabemos exactamente lo que va a hacer él en cada situación o lo que va a permitir o no para que se cumpla su propósito (Ecl. 11:5). Sin embargo, podemos estar seguros de que Jehová conoce en todo momento nuestras circunstancias y nos ayuda a serle fieles. De hecho, nos promete: “Te haré tener perspicacia, y te instruiré en el camino en que debes ir. Ciertamente daré consejo con mi ojo [fijo] sobre ti” (Sal. 32:8). Pues bien, ¿cómo nos aconseja Jehová? ¿Cómo podemos beneficiarnos de ello? ¿Y por qué podemos tener la certeza de que Jehová guía a su pueblo en la actualidad? Veamos la respuesta que da a estas preguntas el libro de Revelación.
DIOS NOS PROTEGE CON SUS CONSEJOS
11 En la visión que aparece descrita en los capítulos 2 y 3 de Revelación, Jesucristo glorificado pasa revista a las siete congregaciones de Asia Menor. La visión indica que Cristo no se fija únicamente en las tendencias generales, sino también en las circunstancias específicas. A veces hasta menciona personas concretas, y en todos los casos da el ánimo y el consejo pertinentes. ¿Qué lección extraemos de lo anterior? El cumplimiento de la visión tiene lugar a partir de 1914. Las siete congregaciones representan a los cristianos ungidos, y los consejos que les da son aplicables por extensión a todas las congregaciones del pueblo de Dios que hay en el mundo. Podemos concluir con toda lógica que Jehová, a través de su Hijo, está dirigiendo activamente a su pueblo. ¿Qué debemos hacer para aprovechar su guía?
12 Una forma de recibir la amorosa dirección de Jehová es estudiando personalmente las Escrituras. A través de las publicaciones del esclavo fiel y discreto, él nos ofrece un caudal de consejos bíblicos (Mat. 24:45). Si queremos aprovecharlos bien, debemos sacar tiempo para examinarlos y ponerlos en práctica. Ciertamente, el estudio personal es uno de los medios que Jehová utiliza para cuidar de sus siervos y “guardarlos de tropezar” (Jud. 24). ¿No le ha parecido alguna vez que un punto de las publicaciones se ha escrito pensando directamente en usted? Si así es, acéptelo como una corrección de parte de Jehová. A veces un amigo pudiera darle un golpecito en el hombro para hacerle notar algo. Del mismo modo, Jehová puede usar su espíritu para hacerle notar aspectos de su conducta y personalidad en los que usted, al igual que los demás siervos de Jehová, debe mejorar. Si somos dóciles a la dirección del espíritu, permitiremos que Jehová guíe nuestros pasos (léase Salmo 139:23, 24). Teniendo esto presente, hacemos bien en examinar nuestros hábitos de estudio.
13 Si nuestro horario está cargado de diversiones, nos faltará tiempo para el estudio personal. Un hermano hizo esta observación: “Es muy fácil dejar a un lado el estudio personal. Ahora el entretenimiento es más accesible y barato que nunca. Nos llega a través de la televisión, la computadora y el teléfono. Nos rodea por todas partes”. Si nos descuidamos, el tiempo que necesitamos para realizar un estudio personal profundo irá disminuyendo de día en día hasta desaparecer por completo (Efe. 5:15-17). A todos nos conviene preguntarnos: “¿Saco tiempo con frecuencia para profundizar en el estudio de la Palabra de Dios? ¿O lo hago únicamente cuando tengo una asignación u otra intervención en las reuniones?”. Si hemos caído en este error, es probable que tengamos que aprovechar mejor la noche que dedicamos a la adoración en familia o al estudio personal a fin de ir beneficiándonos de los abundantes tesoros de sabiduría espiritual que nos brinda Jehová para resguardarnos para la salvación (Pro. 2:1-5).


DIOS NOS SOSTIENE DÁNDONOS ÁNIMO
14 David afrontó muchas circunstancias difíciles en la vida (1 Sam. 30:3-6). Las palabras que escribió bajo inspiración muestran que Jehová era muy consciente de sus sentimientos (léanse Salmo 34:18 y 56:8). Y claro, también está al tanto de los nuestros. Cuando nos invade la tristeza y estamos “quebrantados de corazón” o “aplastados en espíritu”, él se acerca a nuestro lado. Esto en sí ya nos reconforta, como le sucedió a David, quien dijo en uno de sus cánticos: “Estaré gozoso y me regocijaré en tu bondad amorosa, puesto que has visto mi aflicción; has sabido acerca de las angustias de mi alma” (Sal. 31:7). Pero Dios no solo conoce nuestros problemas, sino que nos sostiene dándonos consuelo y ánimo. Y uno de los medios que emplea para ello son las reuniones cristianas.
15 La experiencia de Asaf nos ayuda a comprender uno de los beneficios de asistir a las reuniones. Este sacerdote había visto tantas injusticias que llegó a dudar de que adorar a Dios sirviera de algo y se desanimó. “Mi corazón se había agriado, y en mis riñones yo sentía dolores agudos”, admitió. Como consecuencia, casi había dejado de servir a Jehová. Pero ¿qué le ayudó a recobrar el equilibrio? Él mismo señaló que fue “entrar en el magnífico santuario de Dios”. Allí, rodeado de sus hermanos en la fe, recuperó la perspectiva correcta. Comprendió que el éxito de los malvados era temporal y que Jehová terminaría poniendo todo en orden (Sal. 73:2, 13-22). Hoy nos encontramos en una situación parecida. Puede que nos sintamos agotados por tener que soportar las injusticias del mundo controlado por Satanás. Pero al reunirnos con nuestros hermanos recibimos alivio y ayuda para seguir sirviendo a Jehová con gozo.
16 Ahora bien, ¿y si existe alguna situación en la congregación que nos dificulta asistir a las reuniones? Tal vez estemos abochornados por haber tenido que dejar una posición de servicio. O quizás hayamos tenido una diferencia de opinión con un hermano o hermana. En tales casos, nos resultará útil el ejemplo de Ana (léase 1 Samuel 1:4-8). Recordemos que sufría mucho por culpa de un problema familiar con Peniná, la otra esposa de Elqaná. Y todo se agravaba cuando llegaba el día en que la familia acudía, como todos los años, a ofrecer sacrificios a Jehová en el santuario de Siló. Ana lo pasaba tan mal que “lloraba y no comía”. Pero no dejaba que aquello la privara del privilegio de adorar a Jehová, quien observó atentamente su fidelidad y la bendijo (1 Sam. 1:11, 20).
17 Los cristianos tenemos buenas razones para imitar el ejemplo de Ana. Necesitamos asistir fielmente a las reuniones, pues sabemos que en ellas recibimos el ánimo que tanta falta nos hace (Heb. 10:24, 25). El cariño y la compañía de los hermanos nos reconfortan. Posiblemente lo que toque nuestro corazón sea una sencilla frase en un discurso o en un comentario. O quizás un compañero nos escuche o nos diga palabras de aliento cuando conversemos con él antes o después del programa (Pro. 15:23; 17:17). También nos reconforta unir nuestras voces para cantar a Jehová. En realidad, en los momentos en que nos asedian los “pensamientos inquietantes” es cuando más necesitamos el ánimo que nos proporcionan las reuniones. En ellas, Jehová nos sostiene con sus “propias consolaciones” y fortalece nuestra resolución de mantenernos fieles (Sal. 94:18, 19).
18 Conscientes de que Dios nos cuida con ternura, nos sentimos igual de seguros que Asaf, quien le cantó: “Tú me has asido de la mano derecha. Con tu consejo me guiarás” (Sal. 73:23, 24). ¡Qué agradecidos estamos de que Jehová nos resguarde para la salvación!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario