lunes, 28 de abril de 2014

Evitemos las influencias divisivas

Para no echar a perder nuestra preciosa unidad mundial, debemos evitar las influencias divisivas. Una de ellas es el espíritu de independencia respecto a Dios y sus leyes. Jehová nos ayuda a rechazar dicho espíritu al revelarnos quién le dio origen: Satanás el Diablo (2 Corintios 4:4; Revelación 12:9).  Vivimos en un mundo saturado de ese espíritu de independencia, de modo que se nos hace necesario refrenar su efecto en nosotros.

LA Biblia dice que, si bien hay muchos supuestos dioses, “para nosotros hay un solo Dios el Padre” (1 Corintios 8:5, 6). La expresión “un solo Dios” se refiere a Jehová, el Creador de todas las cosas (Deuteronomio 6:4; Revelación [Apocalipsis] 4:11). Jesús lo llamó “mi Dios y Dios de ustedes” (Juan 20:17), lo cual concuerda con lo que ya había dicho Moisés: “Jehová es el Dios verdadero; no hay otro además de él” (Deuteronomio 4:35). Jehová es muy superior a todo objeto de culto, sea este un ídolo, un ser humano divinizado o Su enemigo Satanás el Diablo, “el dios de este sistema de cosas” (2 Corintios 4:3, 4). A diferencia de ellos, Jehová es, en palabras de Jesús, “el único Dios verdadero” (Juan 17:3).

Por toda la Biblia encontramos muchas afirmaciones que nos revelan las cualidades excepcionales de Dios. Las cuatro principales son: la sabiduría, la justicia, el poder y el amor. “Con él hay sabiduría.” (Job 12:13.) “Todos sus caminos son justicia.”(Deuteronomio 32:4.) “Es vigoroso en poder.” (Isaías 40:26.) “Dios es amor.” (1 Juan 4:8.) Ahora bien, ¿cuál de las cuatro cualidades es la más destacada, la que lo caracteriza como ninguna otra?

Así pues, el amor es la más sobresaliente de todas las cualidades divinas. Es la esencia del Creador. Pese a la importancia que tienen su sabiduría, justicia y poder, la Biblia nunca dice que Jehová sea ninguno de esos atributos; pero sí dice que es amor. En efecto, Jehová es la personificación del amor. En su caso, esta cualidad no se rige por la emoción, sino por los principios de la verdad y la justicia. Es la forma más elevada de amor, que él mismo ejemplifica, y una expresión de altruismo total que va siempre acompañada de pruebas tangibles.

“Dios no es parcial, sino que, en toda nación, el que le teme y obra justicia le es acepto” (Hechos 10:34, 35).

Salmo 9:10 afirma con relación al nombre de Dios: “Los que conocen tu nombre confiarán en ti”. Dicho conocimiento entraña más que saber que se llama Jehová, pues eso no hace que automáticamente se confíe en él. Conocer su nombre significa valorar la clase de Dios que es, respetar su autoridad, obedecer sus mandatos y confiar en él sin reservas (Proverbios 3:5, 6). De igual modo, andar en el nombre de Jehová supone dedicarse a él y representarlo como uno de sus adoradores, viviendo en armonía con la voluntad divina (Lucas 10:27). ¿Está usted haciéndolo?

Para servir a Jehová de la forma que él acepta, debemos adorarlo solo a él, pues es “un Dios que exige devoción exclusiva” (Éxodo 20:5). No podemos amarlo a él y al mismo tiempo amar este mundo perverso, cuyo dios es Satanás (Santiago 4:4; 1 Juan 2:15-17). Jehová sabe exactamente la clase de persona que cada uno de nosotros intenta ser (Jeremías 17:10). Si de verdad amamos la justicia, él lo verá y nos ayudará a aguantar las pruebas diarias. Nos dará su poderoso espíritu santo para que podamos triunfar sobre la maldad que reina en este mundo (2 Corintios 4:7). También nos ayudará a mantener nuestra sólida esperanza de vida eterna en una Tierra paradisíaca. ¡Qué perspectiva tan maravillosa! Deberíamos estar muy agradecidos por dicha esperanza y servir de buena gana al Dios verdadero, Jehová, quien la hace posible.


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