domingo, 28 de diciembre de 2014

Obedecer no está de moda


Muchas personas ni siquiera se plantean si está bien o mal actuar de cierto modo, sino que hacen lo que les apetece o lo que les conviene. Esta actitud se ve en los conductores que cometen infracciones, los inversores que violan las leyes financieras y los altos funcionarios que burlan las leyes que incluso ellos mismos han contribuido a implantar. En los días de Jeremías también era común lanzarse al “proceder popular”, a sabiendas de que era incorrecto y perjudicial (Jer. 8:6).
Nosotros sabemos que quienes desean obtener el favor del Todopoderoso no pueden sencillamente seguir el “proceder popular”. ¿Por qué merece Jehová nuestra total obediencia? Jeremías aporta una razón llamándolo “el Hacedor de la tierra por su poder, Aquel que firmemente estableció la tierra productiva por su sabiduría” (Jer. 10:12). En efecto, Jehová es el Soberano del universo, y debemos temerle por encima de todos los demás gobernantes. Él posee el derecho absoluto a esperar que cumplamos con sus sabios mandamientos, que al fin y al cabo son para nuestro beneficio (Jer. 10:6, 7).
Jehová no es únicamente el Gobernante Universal, sino el Sustentador de la vida, nuestra vida. A los contemporáneos de Jeremías no les quedó ninguna duda al respecto. Mientras que Egipto dependía muchísimo de las aguas del Nilo, la Tierra Prometida dependía en gran manera del agua de las lluvias estacionales, que sus habitantes almacenaban en cisternas subterráneas (Deu. 11:13-17). Solo Jehová era capaz de hacer llover y empapar el suelo para que produjera. Por otro lado, él también podía retener las tan ansiadas lluvias. De ahí que en los días de Jeremías, los desobedientes judíos sufrieran una serie de sequías devastadoras que dejaron resecos sus campos, viñas, pozos y cisternas (Jer. 3:3; 5:24; 12:4; 14:1-4, 22; 23:10).
Aunque los judíos estimaban mucho el agua literal, rechazaron el “agua viva” que Jehová les ofrecía en abundancia. Lo demostraron desobedeciendo deliberadamente la Ley divina y aliándose con otras naciones. Llegaron a ser como alguien que durante una sequía guarda la poca agua que tiene en una cisterna rota, así que sufrieron las consecuencias (léanse Jeremías 2:13 y 17:13). Nosotros no tenemos por qué actuar como ellos y acarrearnos la ruina. Jehová continúa regalándonos abundancia de “agua viva”, es decir, la guía de su Palabra inspirada; pero solo nos beneficiaremos de ella si la estudiamos y procuramos seguirla.
Jehová se valió de Jeremías para exhortar reiteradamente a su pueblo con palabras como estas: “Vuélvanse, por favor, cada uno de su camino malo, y hagan buenos sus caminos y sus tratos” (Jer. 7:3; 18:11; 25:5; léase Jeremías 35:15).

No hay comentarios.:

Publicar un comentario