domingo, 28 de diciembre de 2014

MADRES QUE DAN MALOS EJEMPLOS A SUS HIJAS



"Igualmente, que las mujeres de edad sean reverentes en su comportamiento, no calumniadoras, ni esclavizadas a mucho vino, maestras de lo que es bueno; para que hagan recobrar el juicio a las mujeres jóvenes para que estas amen a sus esposos, amen a sus hijos, sean de juicio sano, castas, trabajadoras en casa, buenas, sujetas a sus propios esposos, para que no se hable injuriosamente de la palabra de Dios". (Tito 2:3-5)
En la congregación cristiana, los comentarios de las mujeres durante las reuniones son muy bien recibidos. Los maestros respetan a las mujeres con madurez cristiana que, en público y en privado, son ejemplares, “maestras de lo que es bueno” (Tito 2:3).
Las cristianas maduras de hoy, al igual que las del siglo primero, deben ser “reverentes en su comportamiento, no calumniadoras, ni esclavizadas a mucho vino, maestras de lo que es bueno”. Así, los consejos que den en privado a “las mujeres jóvenes” de la congregación tendrán más peso.
La labor de la esposa es fundamental para que la familia esté bien atendida. Por ejemplo, la Biblia les dice a las casadas que “amen a sus esposos, amen a sus hijos, sean de juicio sano, castas, trabajadoras en casa, buenas, sujetas a sus propios esposos” (Tito 2:4, 5). La esposa y madre que así lo hace se gana el cariño y el respeto de su familia (Proverbios 31:10, 28).



Según cierto dicho asiático, criar una hija es como regar el jardín del vecino. Sin embargo, el padre cristiano amoroso no se deja llevar por esa forma de pensar.
Las cristianas maduras deben animar a las mujeres jóvenes a que “amen a sus esposos, amen a sus hijos” y sean “trabajadoras en casa”. En otras palabras, deben animarlas a cuidar de su familia. Así, nadie tendrá razones para criticar a Dios.
“Nadie puede servir como esclavo a dos amos [...]. No pueden ustedes servir como esclavos a Dios y a las Riquezas.” (Mateo. 6:24)
Jehová no quiere que sus siervas vivan en la miseria. En tiempos de Jesús también había mucha gente pobre y desvalida, y es probable que muchos pensaran que teniendo más dinero se sentirían más felices y seguros (Mar. 14:7). Pero Jesús no quería que confiaran en riquezas pasajeras, sino en Jehová, la Fuente de riquezas permanentes. En el Sermón del Monte explicó que la felicidad y seguridad verdaderas no dependen de lo que tengamos ni de lo mucho que trabajemos, sino de nuestra amistad con Jehová.



En su oración modelo, ¿dijo Jesús que le pidiéramos a Dios seguridad económica? No. Él nos enseñó a pedirle “nuestro pan para [cada] día”, refiriéndose a las necesidades diarias. Y añadió sin rodeos: “Dejen de acumular para sí tesoros sobre la tierra [...]. Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo” (Mat. 6:9, 11, 19, 20).
Buscar primero “la justicia de Dios” incluye ver las obligaciones familiares como las ve Jehová. La Ley mosaica mandaba a las madres a educar espiritualmente a sus hijas, y ese principio también es aplicable a las madres cristianas (lea Deuteronomio 6:6, 7).
Muchas siervas contemporáneas de Jeremías solían desobedecer a Dios y así abusaban de su paciencia y misericordia. En la actualidad, ¿podríamos adoptar el mismo hábito? Sí, si hacemos caso omiso de los recordatorios divinos y comenzamos a practicar el pecado. Pero incluso si nadie se diera cuenta del pecado, el que desobedece a Jehová se encamina al fracaso.
Alguien que llevara una doble vida podría pensar que no lo van a descubrir; sin embargo, la realidad es que Dios examina lo que hay en nuestra mente y corazón y puede ver lo que sucede a puerta cerrada (léase Jeremías 32:19).



El pecador arrepentido reconoce que al desobedecer a Jehová, ha manchado el nombre de Dios y el de la congregación cristiana. Además, lo apesadumbra profundamente el dolor que haya podido ocasionar a gente inocente. Debe saber que su solicitud de perdón solo es válida ante Jehová cuando admite todo el daño causado por sus malos actos. Pero volverse a Dios implica algo más.
La persona verdaderamente arrepentida escudriña sus motivos, deseos y costumbres (léase Lamentaciones 3:40, 41). Examina los aspectos de su vida donde hay fisuras, tales como su relación con el sexo opuesto, amor por lo material y los puestos encumbrados, el uso que le da a Internet o sus tratos comerciales. Así como una mujer friega hasta los rincones más ocultos de su cocina para mantenerla higiénicamente limpia, la sierva arrepentida ha de esforzarse por purificar sus pensamientos y sus actos privados. Para ‘volverse a Jehová’, debe cumplir con sus exigencias y ajustarse a sus normas.
Algunas judías del tiempo de Jeremías se volvieron a Jehová “falsamente”; es decir, fingieron sentir remordimiento pero nunca cambiaron su actitud o forma de vivir (Jer. 3:10). A diferencia de ellas, la que sinceramente solicita perdón no trata de engañar ni a Jehová ni a la congregación. En vez de solo querer lavar su reputación o volver a juntarse con sus parientes y hermanos de fe, desea dejar en el pasado los males cometidos y granjearse el perdón y el favor de Dios. Es indudable que la persona que reconoce sus errores ha de tragarse el orgullo.
Nuestro Padre, Jehová, ha prometido ayudarnos a conseguir las cosas que realmente necesitamos si nosotros ponemos su Reino y su justicia primero en la vida (Mat. 6:33). Por eso, los cristianos verdaderos siempre tenemos una alternativa. Sin importar cuáles sean los problemas que se nos presenten, siempre hay una manera de afrontarlos cumpliendo los principios bíblicos. Jehová nos asegura que nos dará una “salida” (lea 1 Corintios 10:13). Si demostramos que confiamos en él pidiéndole sabiduría y siguiendo sus mandatos y principios, “él mismo obrará” en nuestro favor (Sal. 37:5, 7). Bendecirá nuestros esfuerzos sinceros por servirle solo a él, nuestro único Amo. Cuando lo ponemos en primer lugar, él se encarga de que nos vaya bien.

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