El fraude comercial, la aplicación parcial de la ley, la
injusticia social, la mala asistencia médica, el deficiente sistema
educativo, la explotación en nombre de la fe y la depredación ecológica
figuran entre las cuestiones por las que muchos suspiramos
decepcionados. Males como los anteriores son los que incitan al
reformador a actuar.
En casi todas las sociedades hay
quienes alientan las innovaciones en conformidad con el orden público y
la Constitución del país. Por lo general no se trata ni de anarquistas
ni de revolucionarios, pues la mayoría se atienen al marco legal y
repudian la violencia. Algunos se valen de los cargos que ocupan para
promover determinados cambios, y otros se afanan por que los lleven a
término las autoridades, para lo cual recurren a presiones e
influencias.
Los reformistas procuran que la sociedad
se replantee diversas situaciones. Además de protestar, ofrecen
propuestas para mejorar. A fin de dar publicidad a su causa, tal vez
convoquen manifestaciones o acudan a los medios de comunicación, pues
una de las peores cosas que les puede ocurrir es pasar inadvertidos.
¿Degrada la Biblia a las mujeres o las trata como si fueran personas inferiores?
La
historia contiene un sin número de ejemplos. Así, la Biblia señala que
hace casi dos mil años, un orador dirigió el siguiente elogio a Félix,
procurador de la provincia romana de Judea: “Por providencia tuya se
están efectuando reformas en esta nación” (Hechos 24:2).
Y unos quinientos años antes, el legislador griego Solón impulsó
medidas para elevar el nivel de vida de los más pobres. En efecto,
“eliminó los peores estragos de la miseria” en la antigua Atenas, según
indica The Encyclopædia Britannica.
Igualmente,
la historia de la religión ofrece un amplio abanico de reformadores.
Entre ellos se cuenta Martín Lutero, quien trató de renovar la Iglesia
Católica y cuyas iniciativas condujeron al surgimiento del
protestantismo.
Los reformadores también suelen tratar de influir en cuestiones más relacionadas con lo material. Algunos fomentan la adopción de un determinado modelo de vida.
En los años sesenta se convocó el Concilio Vaticano II con la intención de poner al día la Iglesia Católica. Posteriormente, en los noventa, también hubo corrientes renovadoras entre los laicos católicos, con recomendaciones como la modificación de las normas sobre el celibato. De igual modo, las presiones de diversos sectores de la Iglesia Anglicana llevaron a que se autorizara la ordenación de mujeres.
En los últimos años, el creciente énfasis que han recibido las libertades fundamentales, los derechos civiles y los derechos humanos ha reforzado significativamente la protección y defensa de las minorías desfavorecidas y las personas perseguidas.Pero los reajustes, una vez realizados, suelen acarrear sorpresas. De ahí que John W. Gardner, funcionario estadounidense del siglo XX, dijera: “Una de las ironías de la historia es que, en muchos casos, el reformador no acierta a prever las consecuencias de los cambios que introduce”.
El feminismo, ha redefinido la vida de la mujer occidental al conseguir que vea reconocido su derecho al voto y tenga mayores oportunidades de trabajo y educación superior. Pero hasta los partidarios de este movimiento admiten que, pese a sus logros, ha agravado algunos males.
Las reformas terminan encauzándose para fines distintos a los previstos, fines que pudieran ser nefastos. Así ocurrió con la teoría eugenésica —el perfeccionamiento de la humanidad seleccionando los padres para que procreen hijos más fuertes— propuesta por el movimiento alemán de la Lebensreform: elementos radicales manipularon dicha teoría a fin de respaldar la lucha ideológica nazi destinada a crear una raza superior.
Los reformadores también suelen tratar de influir en cuestiones más relacionadas con lo material. Algunos fomentan la adopción de un determinado modelo de vida.
En los años sesenta se convocó el Concilio Vaticano II con la intención de poner al día la Iglesia Católica. Posteriormente, en los noventa, también hubo corrientes renovadoras entre los laicos católicos, con recomendaciones como la modificación de las normas sobre el celibato. De igual modo, las presiones de diversos sectores de la Iglesia Anglicana llevaron a que se autorizara la ordenación de mujeres.
En los últimos años, el creciente énfasis que han recibido las libertades fundamentales, los derechos civiles y los derechos humanos ha reforzado significativamente la protección y defensa de las minorías desfavorecidas y las personas perseguidas.Pero los reajustes, una vez realizados, suelen acarrear sorpresas. De ahí que John W. Gardner, funcionario estadounidense del siglo XX, dijera: “Una de las ironías de la historia es que, en muchos casos, el reformador no acierta a prever las consecuencias de los cambios que introduce”.
El feminismo, ha redefinido la vida de la mujer occidental al conseguir que vea reconocido su derecho al voto y tenga mayores oportunidades de trabajo y educación superior. Pero hasta los partidarios de este movimiento admiten que, pese a sus logros, ha agravado algunos males.
Las reformas terminan encauzándose para fines distintos a los previstos, fines que pudieran ser nefastos. Así ocurrió con la teoría eugenésica —el perfeccionamiento de la humanidad seleccionando los padres para que procreen hijos más fuertes— propuesta por el movimiento alemán de la Lebensreform: elementos radicales manipularon dicha teoría a fin de respaldar la lucha ideológica nazi destinada a crear una raza superior.
¿Fue Jesús un reformista?
¿Será
verdad que Jesús fue un reformista, como algunos afirman? Esta cuestión
resulta trascendental para quien desea ser un leal siervo de Dios, pues
para eso debe seguir con cuidado las huellas de Cristo (1 Pedro 2:21).
Es
indudable que él tenía las facultades necesarias para efectuar
transformaciones positivas. Dado que era perfecto, podría haber abierto
un camino lleno de profundos cambios e innovaciones. Sin embargo,
no dirigió campañas contra la corrupción en la política o en los
negocios ni manifestaciones contra la injusticia, a pesar de que él
mismo llegaría a ser víctima de un terrible atropello. Aunque a veces
ni siquiera tuvo “dónde recostar la cabeza”, no formó un grupo de
presión para crear conciencia sobre la situación de las personas sin
hogar. Y cuando alguien se preocupó por la economía, dijo: “Siempre
tienen a los pobres con ustedes”. Además, se mantuvo neutral ante los
conflictos de este mundo (Mateo 8:20; 20:28; 26:11; Lucas 12:13, 14; Juan 6:14, 15; 18:36).
Claro,
no fue indiferente a la pobreza, la corrupción, la injusticia y otros
problemas, sino que, como muestra la Biblia, se conmovió por el
deplorable estado de la gente (Marcos 1:40, 41; 6:33, 34; 8:1, 2; Lucas 7:13).
Pero la solución que él ofrecía era excepcional. En vez de simples
reformas, se trataba de un cambio total en el gobierno de la humanidad,
una transformación que, como indica el próximo artículo, se hará
realidad mediante el Reino celestial instituido por el Creador del
hombre, Jehová Dios, y administrado por el Rey Jesucristo.
Gén. 2:18:
“Pasó Jehová Dios a decir: ‘No es bueno que el hombre continúe solo.
Voy a hacerle una ayudante, como complemento de él.’” (En este texto
Dios no describe al hombre como mejor persona que la mujer. Más bien,
Dios indicó que la mujer tendría cualidades que complementarían las del
hombre dentro del arreglo de Dios. Un complemento es una de dos partes
que se completan mutuamente. Así, las mujeres, como grupo, se destacan
en ciertas cualidades y habilidades o talentos; los hombres, en otros.
Compárese con 1 Corintios 11:11, 12.)
Gén. 3:16:
“A la mujer le dijo [Dios]: ‘[...] tu deseo vehemente será por tu
esposo, y él te dominará.’” (Esta declaración, que se pronunció después
que Adán y Eva habían pecado, no era una declaración de lo que los
hombres debían hacer, sino de lo que Jehová sabía de antemano que harían,
ahora que el egoísmo había llegado a ser parte de la vida humana. Una
serie de relatos bíblicos posteriores dan a conocer las situaciones de
gran infelicidad que surgieron debido a dicha dominación egoísta por los
hombres. Pero la Biblia no dice que Dios haya aprobado tal tipo de
conducta ni que sea un ejemplo que otros deban seguir.)
¿Degrada a las mujeres el que se asigne la jefatura (o puesto del que es cabeza) a los hombres?
El
que se esté bajo la jefatura de alguien o se tenga a alguien como
cabeza no es en sí degradante. El que haya jefatura contribuye al manejo
de los asuntos en un arreglo ordenado; y Jehová “no es Dios de
desorden, sino de paz” (1 Cor. 14:33). Jesucristo está bajo la jefatura de Jehová Dios, y recibe gran satisfacción de esa relación. (Juan 5:19, 20; 8:29; 1 Cor. 15:27, 28.)
También
al hombre se le asigna una jefatura relativa, particularmente en la
familia y en la congregación cristiana. Dios no ha dado al hombre
autoridad absoluta sobre la mujer; el hombre tiene que responder a su
cabeza, Jesucristo, y a Dios, por la manera como ejerce dicha jefatura (1 Cor. 11:3). Además, se manda a los esposos que deben “estar amando a sus esposas como a sus propios cuerpos” y deben ‘asignarles honra’ (Efe. 5:28; 1 Ped. 3:7).
En el arreglo establecido por Dios para las parejas casadas, el esposo
no antepone sus necesidades sexuales a las de su esposa (1 Cor. 7:3, 4).
El papel de una esposa capaz, según se bosqueja en la Biblia, da
énfasis al valor que ella tiene en la familia y en la comunidad. Le
permite un campo amplio en el cual puede tomar la iniciativa mientras
demuestra que reconoce como cabeza a su esposo (Pro. 31:10-31). La Biblia manda a los hijos honrar, no solo al padre, sino también a la madre (Efe. 6:1-3). También da atención especial a que se atiendan las necesidades de las viudas (Sant. 1:27).
Así, entre los cristianos verdaderos las mujeres pueden hallar gran
seguridad, aprecio verdadero para sí como personas y satisfacción
personal en sus actividades.
Lo digno de
la posición que la mujer ocupa en el arreglo de Dios se ve, además, en
el hecho de que Jehová, al referirse a su propia organización de
criaturas celestiales leales, la representa como una mujer, su esposa,
la madre de sus hijos (Rev. 12:1; Gál. 4:26). También, a la congregación de Jesucristo, ungida con espíritu, se le llama la novia de él (Rev. 19:7; 21:2, 9).
Y, desde el punto de vista espiritual, no hay distinción alguna entre
varón y fémina entre las personas a quienes se llama para que participen
del Reino celestial con Cristo. (Gál. 3:26-28.)
¿Deben ser ministras las mujeres?
Por
lo que la Biblia describe, las personas a quienes se encargaba la
superintendencia de una congregación eran varones. Todos los apóstoles
de Jesucristo, los doce, fueron varones, y las personas a quienes
después se nombró como superintendentes y siervos ministeriales en las
congregaciones cristianas fueron varones (Mat. 10:1-4; 1 Tim. 3:2, 12).
A las mujeres se les aconseja que en las reuniones ‘aprendan en
silencio, con plena sumisión’, en el sentido de que no planteen
preguntas con las que desafíen a los hombres de la congregación. Las
mujeres ‘no deben hablar’ en tales reuniones si lo que fueran a decir
hubiera de mostrar falta de sujeción (1 Tim. 2:11, 12; 1 Cor. 14:33, 34).
Así, aunque las mujeres hacen contribuciones valiosas a la actividad de
la congregación, no hay provisión para que presidan, ni para que lleven
la delantera mediante instruir a la congregación, cuando hay presentes
varones capacitados.
Pero ¿pueden las mujeres ser predicadoras, proclamadoras, ministras de las buenas nuevas fuera de las reuniones de congregación?
En el Pentecostés del 33 E.C. se derramó espíritu santo tanto sobre
hombres como sobre mujeres. Para explicar lo ocurrido, el apóstol Pedro
citó de Joel 2:28, 29
y dijo: “‘Y en los últimos días’, dice Dios, ‘derramaré algo de mi
espíritu sobre toda clase de carne, y profetizarán sus hijos y sus hijas y sus jóvenes verán visiones y sus ancianos soñarán sueños; y aun sobre mis esclavos y sobre mis esclavas derramaré algo de mi espíritu en aquellos días, y profetizarán’” (Hech. 2:17, 18).
De igual manera, es apropiado que hoy día las mujeres participen en el
ministerio cristiano predicando de casa en casa y conduciendo estudios
bíblicos en los hogares. (Véanse también Salmo 68:11 y Filipenses 4:2, 3.)
LA REBELDÍA DE LA MUJER REFLEJADO EN EL LENGUAJE DEL VESTIR
LA REBELDÍA DE LA MUJER REFLEJADO EN EL LENGUAJE DEL VESTIR
¿Es propio que las mujeres usen cosméticos o lleven joyas?
1 Ped. 3:3, 4:
“Que su adorno no sea el de trenzados externos del cabello y el de
ponerse ornamentos de oro ni el de usar prendas exteriores de vestir,
sino que sea la persona secreta del corazón en la vestidura
incorruptible del espíritu tranquilo y apacible, que es de gran valor a
los ojos de Dios.” (¿Significa esto que las mujeres no deben llevar
ningún adorno? No significa eso; así como obviamente no significa que no
deberían usar prendas de vestir exteriores. Pero aquí se insta a las
mujeres a tener una actitud equilibrada respecto al arreglo y la ropa, y
a dar más énfasis al adorno espiritual.)
1 Tim. 2:9, 10:
“Deseo que las mujeres se adornen en vestido bien arreglado, con
modestia y buen juicio, no con estilos de cabellos trenzados y oro o
perlas o traje muy costoso, sino de la manera que es propia de mujeres
que profesan reverenciar a Dios, a saber, por medio de obras buenas.”
(¿Qué es lo que realmente toma en cuenta Dios... la apariencia externa, o
la condición del corazón de uno? ¿Se complacería Dios en que una mujer
no usara cosméticos ni llevara joyas, pero viviera una vida inmoral? ¿O
aprobaría él a mujeres que son modestas y manifiestan juicio sano en su
uso de cosméticos y joyas, y cuyo adorno principal son las cualidades
piadosas y la conducta cristiana? Jehová dice: “No de la manera que el
hombre ve es la manera que Dios ve, porque el simple hombre ve lo que
aparece a los ojos; pero en cuanto a Jehová, él ve lo que es el
corazón”. (1 Sam. 16:7.)
Pro. 31:30: “El encanto puede ser falso, y la belleza puede ser vana; pero la mujer que teme a Jehová es la que se procura alabanza.”
ESPOSAS, EDIFIQUEN SU CASA
“Que las esposas estén en sujeción a sus esposos como al Señor”, escribió el apóstol Pablo (Efe. 5:22). Este mandato no es de ningún modo denigrante. Antes de formar a la primera mujer, Eva, Jehová dijo: “No es bueno que el hombre continúe solo. Voy a hacerle una ayudante, como complemento de él” (Gén. 2:18). Ser una ayudante y un complemento —es decir, apoyar al esposo en su papel de cabeza de familia— es sin duda una labor honorable.
La esposa ejemplar contribuye de manera activa al bienestar de los suyos (léase Proverbios 14:1). A diferencia de la mujer tonta de la que habló Salomón, no desprecia el principio de autoridad; al contrario, lo respeta de corazón. Lejos de adoptar la actitud rebelde e independiente de este mundo, sigue la guía de su cónyuge (Efe. 2:2). La mujer tonta no duda en criticar a su marido. En cambio, la mujer sabia hace todo lo posible para que sus hijos y otras personas lo miren con respeto. Además, tiene mucho cuidado de no socavar su autoridad con críticas y discusiones constantes. ¿Y qué hay del presupuesto familiar? La mujer imprudente derrocha los recursos que tanto trabajo cuesta obtener. En cambio, la sabia coopera con su esposo siendo ahorrativa y juiciosa, y no le exige que trabaje horas extras.
ESPOSAS, EDIFIQUEN SU CASA
“Que las esposas estén en sujeción a sus esposos como al Señor”, escribió el apóstol Pablo (Efe. 5:22). Este mandato no es de ningún modo denigrante. Antes de formar a la primera mujer, Eva, Jehová dijo: “No es bueno que el hombre continúe solo. Voy a hacerle una ayudante, como complemento de él” (Gén. 2:18). Ser una ayudante y un complemento —es decir, apoyar al esposo en su papel de cabeza de familia— es sin duda una labor honorable.
La esposa ejemplar contribuye de manera activa al bienestar de los suyos (léase Proverbios 14:1). A diferencia de la mujer tonta de la que habló Salomón, no desprecia el principio de autoridad; al contrario, lo respeta de corazón. Lejos de adoptar la actitud rebelde e independiente de este mundo, sigue la guía de su cónyuge (Efe. 2:2). La mujer tonta no duda en criticar a su marido. En cambio, la mujer sabia hace todo lo posible para que sus hijos y otras personas lo miren con respeto. Además, tiene mucho cuidado de no socavar su autoridad con críticas y discusiones constantes. ¿Y qué hay del presupuesto familiar? La mujer imprudente derrocha los recursos que tanto trabajo cuesta obtener. En cambio, la sabia coopera con su esposo siendo ahorrativa y juiciosa, y no le exige que trabaje horas extras.
La
cristiana ejemplar colabora con su esposo para educar a sus hijos en
los caminos de Jehová y de ese modo contribuye a que toda la familia se
mantenga espiritualmente despierta (Pro. 1:8).
Siempre apoya la Noche de Adoración en Familia. Además, cuando su
marido aconseja o disciplina a los hijos, le da su respaldo. ¡Qué
distinta es de la mujer poco cooperadora que tanto daño físico y
espiritual les causa a sus hijos!
A la
esposa podría hacérsele difícil colaborar con su marido cuando no está
de acuerdo con sus decisiones. Con todo, manifiesta un “espíritu quieto y
apacible” y coopera para que las cosas salgan bien (1 Ped. 3:4). Además, sigue el ejemplo de mujeres devotas del pasado como Sara, Rut, Abigail y María, la madre de Jesús (1 Ped. 3:5, 6). Y también imita a las hermanas mayores de hoy día que son “reverentes en su comportamiento” (Tito 2:3, 4).
Amando y respetando a su esposo, contribuye a una buena relación de
pareja, al bienestar de su familia y a que reine un ambiente de paz y
seguridad en el hogar. Para el hombre espiritual, una mujer de esa clase
no tiene precio (Pro. 18:22).
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