En el futuro cercano los gobernantes políticos de todas las naciones
y pueblos tendrán que decidir de manera final qué hacer en cuanto al
Mesías. Para mediados del primero siglo de nuestra era común este
Mesías, Jesús el Descendiente del rey David, tuvo encuentros directos
con dos gobernantes políticos mundanos. El rey Herodes Antipas de
Galilea descreyó que Jesús fuera el Mesías y se burló de él en la sala
del tribunal y lo devolvió al gobernador romano de Judea, Poncio Pilato,
para que fuera juzgado finalmente. El gobernador Pilato, en
representación del emperador Tiberio de Roma, cedió a la presión
procedente de una chusma antimesiánica y sentenció a Jesús a morir
clavado a un madero como un esclavo criminal. (Lucas 23:1-25) Pero hoy
los gobernantes políticos tienen que habérselas con un Mesías que
difiere mucho del Mesías del año 33 E.C., que se ofreció en sacrificio.
Los gobernantes políticos, especialmente los de la cristiandad, están
más o menos familiarizados con los relatos evangélicos de la vida
terrestre de Jesucristo. Probablemente el cuadro mental de él que les es
más familiar es el que presentan muchos artistas religiosos, el de un
Jesús con rasgos faciales demacrados debajo de una corona de espinas,
con manos y pies clavados a una cruz. Los gobernantes políticos de hoy
poco cuentan, o más bien, de ninguna manera cuentan, con entrar en una
confrontación o careo con Jesucristo como Rey celestial poderoso
completamente equipado para pelear con sus enemigos terrestres. Para
absoluto asombro de ellos, será a un Mesías transformado que tendrán que
enfrentarse dentro de poco.
¿Qué efecto debería tener todo esto
en la posición de los políticos de este mundo? ¡Ni por un momento debe
nadie pensar que la elevación y ensalzamiento a posición muy alta del
“Siervo” de Jehová, Jesucristo, en cumplimiento de Isaías 52:13, no
tendría ningún efecto en las naciones terrestres y sus gobernantes
políticos! Los políticos no deberían encogerse de hombros con
indiferencia ante esta situación y decir: ‘¿Conque Jesucristo ha sido
ensalzado hasta el cielo, eh? ¿Y qué?’ No deberían adoptar la actitud
del que dice: ‘Bueno, puesto que ahora está en el cielo, no lo tenemos
en nuestro camino. Y que él se encargue de las cosas en el cielo,
mientras nosotros atendemos las cosas aquí abajo en la Tierra; ésta es
nuestra responsabilidad. ¡Ya no oiremos más de él en cuanto a cómo
gobernamos la Tierra!’
Una actitud política de esa índole está
absolutamente mal basada. La elevación y ensalzamiento del “Siervo” de
Jehová a posición muy alta tendrá las consecuencias más graves en cuanto
a ellos y en cuanto a que continúen en su puesto en la Tierra. Deben
recordar que, cuando Jesucristo ascendió de regreso a Jehová Dios en el
cielo, lo hizo mientras todavía poseía el derecho y título al gobierno
real del rey David sobre toda la tierra en Palestina que había sido
prometida a sus antepasados Abrahán, Isaac y Jacob.—Lucas 1:31-33; 2
Samuel 7:11-16; 1 Crónicas 17:10-14; Lucas 22:29, 30; Salmo 89:27-37.
Además, ascendió mientras tenía en firme posesión el valor de su
sacrificio humano por medio del cual podía comprar a toda la familia
humana que descendió de Adán y Eva. (1 Timoteo 2:5, 6) Al presentar el
mérito de su sacrificio de rescate a Dios en el cielo, compró de vuelta a
la familia humana que había sido vendida al pecado, condenación y su
pena la muerte. (Hebreos 9:24-28; Mateo 20:28) Por consiguiente, la
gente común sobre la cual gobiernan todos los políticos pertenece al
“Siervo” de Jehová, Jesucristo, por derecho de compra, y los políticos
sí tienen que rendirle cuentas en cuanto a la manera en que gobiernan.
Especialmente hoy, en este período crítico de la historia humana, no
olvidemos o descontentos el hecho de que Jesucristo el Descendiente real
de David tiene ciertos derechos establecidos respecto a esta Tierra.
Estos derechos no habían de ser puestos a un lado para siempre sin que
se tomara acción con relación a ellos. A los gobiernos nacionales y sus
gobernantes políticos se les otorgaría solo un período de tiempo fijo y
limitado durante el cual ejercer control político sobre la Tierra.
Jehová Dios fijó un “tiempo del fin” para los gobiernos de hechura
humana y sus reyes, emperadores, presidentes, chaes, jeques y otros
gobernantes. Los 2.520 años que empezaron a contar desde la primera
desolación de Jerusalén, en 607 a. de la E.C., y a los cuales se llama
“los tiempos de los gentiles” caducaron en el otoño de 1914 E.C. Desde
esa fecha los gobiernos de hechura humana en la Tierra han estado en su
“tiempo del fin.” El fin de ellos está ahora a la vista.—Lucas 21:24;
Daniel 12:4.
EL ASOMBRO DE LOS POLÍTICOS
A la luz de esas
declaraciones proféticas de Jehová acerca de su “Siervo,” ciertamente
será con un Mesías transformado que tendrán que contender en el futuro
cercano todos los políticos de la Tierra. La transformación será tan
grande que los pasmará de asombro. Pronto, cuando venga la confrontación
final entre ellos y él, ‘clavarán en él la mirada con asombro.’ No es
que hayan de verlo literalmente a simple vista, pero verán las
evidencias visibles de su poder como Combatiente para Jehová Dios y
sabrán que estas evidencias proceden de este Mesías elevado, ensalzado.
Esto será en gran medida diferente del cuadro que el clero de la
cristiandad ha pintado de Jesucristo.
Por medio de sus crucifijos
y sus misas en las iglesias el clero de la cristiandad ha hecho que el
elemento político del mundo vea a Jesucristo como una figura en triste
condición. Afirman que al ascender al cielo él llevó consigo el cuerpo
humano en el cual fue clavado al madero, llevando todavía los rasguños
de la corona de espinas en la frente y los sangrientos hoyos de los
clavos en las manos y pies y la incisión grande que le abrió la lanza en
el costado. Es verdad que Jesucristo sí sufrió una muerte cruelmente
dolorosa y deshonrosa, por ciertas razones. Pero antes de eso, fue
desacreditado, crasamente mal representado, acusado de ser quebrantador
de la ley, violador del sábado, loco, poseído de un demonio,
blasfemador, Cristo falso, engañador, una amenaza a la nación judía,
sedicioso contra la Roma pagana. Ciertamente su reputación fue torcida,
la imagen de él que pintaron los que levantaron falsas acusaciones
contra él era una desfiguración total; y es en este sentido en
particular que se ha de entender Isaías 52:14:
“La desfiguración en
cuanto a su apariencia fue tanto más que la de cualquier otro hombre y
en cuanto a su regia forma más que la de los hijos de la humanidad.”
Hasta este mismo día se ha continuado desacreditando, difamando y
tergiversando a Jesucristo in absentia. Pero hoy, mil novecientos años
después, él ya no es un “niño Jesús” (bambino Gesù); ya no es un ‘Siervo
sufriente’ en la Tierra que no presenta resistencia a sus enemigos mal
intencionados. Ahora es el “Siervo” elevado, ensalzado, el Mesías
acreditado de Dios. Prescindiendo de lo que los políticos bajo la mala
guía de su clero religioso hayan dicho contra el “Siervo” de Jehová y en
desafío a él, cesarán de ser tan bocudos con palabras de desprecio en
el careo con el “siervo” una vez humillado en la venidera prueba de
potencia en cuanto al asunto de: ¿Quién gobernará la Tierra? Porque
entonces los políticos realmente verán la exhibición de lo que su clero
religioso no les ha relatado; se verán obligados a dirigir su
consideración a aquello de lo cual no habían oído en advertencia de sus
muy respetados líderes religiosos. Como dice Isaías 52:15:
“Él
igualmente espantará a muchas naciones. Ante él reyes cerrarán su boca,
porque lo que no se les había relatado realmente verán, y a lo que no
habían oído tendrán que dirigir su consideración.”
No es que los
testigos cristianos fieles de Jehová no hayan estado relatando esas
cosas a las naciones y sus reyes y tratando de hacer que las naciones y
sus gobernantes políticos dirijan su consideración a esas cosas. Pero
éstos, en su mayoría, han vuelto un oído sordo y un ojo ciego a lo que
estos fieles seguidores del “Siervo” de Jehová han proclamado
mundialmente y han delineado en lenguaje descriptivo. Al contrario, es
de los clérigos asalariados que las naciones y sus gobernantes políticos
no han oído relatados los hechos verdaderos acerca de que el “Siervo”
de Jehová en realidad guerreará contra ellos para ejecutar en ellos los
juicios de Jehová. Son los líderes religiosos asalariados quienes han
mantenido ciegos a naciones y reyes en cuanto a lo que les espera cuando
Jehová, por su “Siervo,” proceda contra ellos para resolver la
cuestión: ¿Quién gobernará la Tierra y a la gente en ella? Por lo tanto,
no podrán menos que ‘clavar los ojos en él con asombro’ y ‘cerrar la
boca’ al verse frente a algo que es completamente diferente de lo que
habían esperado.
En este “tiempo del fin” desde 1914 E.C. no ha
sido al clero de la cristiandad que Jehová Dios ha usado para transmitir
esta advertencia: “Y ahora, oh reyes, ejerzan perspicacia; déjense
corregir, oh jueces de la tierra. Sirvan a Jehová con temor y estén
gozosos con temblor. Besen al hijo, para que Él no se enoje y no
perezcan ustedes del camino, porque su cólera se enciende fácilmente.
Felices son todos los que se refugian en él.” (Salmo 2:7, 10-12) Debido a
que dependen de sus clérigos asalariados, los gobernantes políticos del
conjunto de los judíos y los gobernantes políticos de la cristiandad no
han ‘besado al Hijo.’ Es decir, no han expresado ningún afecto al
“Siervo” de Jehová, su Hijo celestial Jesús el Mesías, a quien Él ha
sentado sobre el monte Sión celestial y a quien ha dado ‘naciones por
herencia y los cabos de la tierra por posesión.’
Ha sido por
medio de Sus testigos cristianos que Jehová ha estado transmitiendo esta
advertencia a gobernantes políticos y a jueces de tribunales de ley.
Estos testigos mismos ‘besan al hijo,’ y por esto han llegado a ser un
objeto de odio a todas las naciones y ha habido una desfiguración de la
apariencia de ellos a la vista de las personas mal informadas. (Mateo
24:9) Jehová no se enojará contra sus testigos fieles y obedientes, ni
se encenderá su cólera contra ellos de modo que perezcan en medio de su
trayecto. Él no se volverá contra los que se han refugiado en Él, y por
eso Sus testigos son el pueblo más feliz de la Tierra hoy, a pesar del
odio del mundo y la maliciosa desfiguración de su reputación. Con
interés cada vez más intenso vigilan para ver a los “reyes” o
gobernantes políticos de las naciones clavar la mirada con asombro y
cerrar la boca ante la imponente manifestación de un Mesías
transformado, el “Siervo” ensalzado de Jehová.
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